Siento el pacer de recorrer tu cuerpo, mis manos acarician tus labios y los míos tu cuello. No lo sabes pero me has llamado y he acudido, tu melancolía es tan dulce como tu sangre. Mi lengua acaricia la vena que desgarraré y poseeré como propia, me alimentaré de ti mi pequeño iluso. Soy el príncipe de la mentira y la gloria del ascenso a las tinieblas, te mezo en mis brazos y tú susurras versos de amor como un patético Romeo sin Julieta. ¿Te has enamorado de mí? ¿de tu verdugo? Iluso.
-Eres perfecto.-susurras apenas sin aliento y excitado por los “besos” suculentos que doy más allá de tu clavícula.
-Sí, soy perfecto.-comienzo a danzar contigo elevándonos del suelo, diciendo adiós a la conciencia mientras te recuesto en la maleza de este apartado parque de New York.
-Jamás pensé tener tanta suerte.-entornas los ojos, te robo la vida y ni lo notas.
-Ni yo querido, ni yo.-un prostituto que ha perdido la pulcritud y la decencia, que roba a infelices como él y envenena a ricachones para poder poseer fortuna… ¿de qué te sirve esa fortuna? ¿Esas miserias? ¿De qué? Sin embargo, me compadezco porque soy tan cruel como tú y esta vez crees que un maravilloso príncipe azul te guía hacia su palacio.
-Creo que me estoy enamorando.-ríes mientras me dedico a buscar, en el otro lado de tu cuello, una nueva vena.-No más clientes, no más una vida en la calle…tú me has seducido y me iré contigo a ese lugar del que me hablaste…París.-apenas tienes aliento y sigues insistiendo con esa maldita mentira, me siento culpable y ruin.
-No hables más, deja que los labios hablen.-te beso con frenesí y te intentas aferrar patosamente a mi levita negra. Al fin caes yerto y frío, miro en tu boca y hay una sonrisa. Tus últimos pensamientos fueron los de la ciudad del amor conmigo a tu lado.
Me siento un déspota y me pregunto si realmente eras tú a quien me debería llevar esa noche, si bien tus actos fueron nefasto para más de diez hombres y dolorosos para casi un centenar. Sí, no hay vuelta de hoja y hoy debías morir.
Lestat de Lioncourt
-Eres perfecto.-susurras apenas sin aliento y excitado por los “besos” suculentos que doy más allá de tu clavícula.
-Sí, soy perfecto.-comienzo a danzar contigo elevándonos del suelo, diciendo adiós a la conciencia mientras te recuesto en la maleza de este apartado parque de New York.
-Jamás pensé tener tanta suerte.-entornas los ojos, te robo la vida y ni lo notas.
-Ni yo querido, ni yo.-un prostituto que ha perdido la pulcritud y la decencia, que roba a infelices como él y envenena a ricachones para poder poseer fortuna… ¿de qué te sirve esa fortuna? ¿Esas miserias? ¿De qué? Sin embargo, me compadezco porque soy tan cruel como tú y esta vez crees que un maravilloso príncipe azul te guía hacia su palacio.
-Creo que me estoy enamorando.-ríes mientras me dedico a buscar, en el otro lado de tu cuello, una nueva vena.-No más clientes, no más una vida en la calle…tú me has seducido y me iré contigo a ese lugar del que me hablaste…París.-apenas tienes aliento y sigues insistiendo con esa maldita mentira, me siento culpable y ruin.
-No hables más, deja que los labios hablen.-te beso con frenesí y te intentas aferrar patosamente a mi levita negra. Al fin caes yerto y frío, miro en tu boca y hay una sonrisa. Tus últimos pensamientos fueron los de la ciudad del amor conmigo a tu lado.
Me siento un déspota y me pregunto si realmente eras tú a quien me debería llevar esa noche, si bien tus actos fueron nefasto para más de diez hombres y dolorosos para casi un centenar. Sí, no hay vuelta de hoja y hoy debías morir.
Lestat de Lioncourt
No hay comentarios:
Publicar un comentario