Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 26 de febrero de 2009

Dark City - Revoluciones Internas (Capítulo 4 parte Ia VI)

Pone Phoenix, no Poenix... pero la mierda de edición se fastidió por las prisas y por los gritos de mi querida madre porque llegaba tarde a su queridisima cita a la cual tenía que acompañar...



Al tomar a aquel pequeño ser en mis brazos no dudé en sonreír, yo ya era algo mayor cuando nació mi hermano y a pesar de eso jamás me dejaron tenerlo en brazos. Recordé como mi madre me lo aproximaba y me susurraba que ya no estaría solo, que jamás lo estaría y que siempre debíamos estar juntos. Creo que no pude evitar emocionarme, que mis labios temblaran al besar su rostro y ver el parecido con aquel pequeño. Pensé inmediatamente que era lo que faltaba en el nuevo hogar que construía para Phoenix, que era el lazo que nos ataría hasta que nuestro amor se quebrantara. Lo acuné mientras el otro pequeño reía moviendo sus brazos en la cuna.

-Sakurai ¿está bien?-preguntó algo nerviosa al ver mi estado, mi emoción, algo a lo que no estaba familiarizada.

-Sí, creo que tengo que cuidar ahora de una parte de mi hermano.-sonreí observando como abría sus ojos, enormes como los de él, y me miraba atentamente.-No sucede nada.-dije con gesto afable y se atemorizó aún más.

-¿Qué te tomaste? ¿Te abducieron? Tú no eres el Sakurai que yo conozco, es imposible.-me eché a reír y tomé una pequeña manta para arropar al bebé.

-Simplemente el amor hace cambios inesperados, sobretodo el amor a los cuarenta.-murmuré besando la frente del pequeño, no podía dejar de estrecharlo con delicadeza y aspirar su aroma. Era un momento que había olvidado, dos hijos y los dos criados prácticamente como Clarissa quería.

-¿El amor? Que yo sepa siempre has sido así, no creo que quieras ahora más a tu mujer que hace diez años cuando te conocí.-reprochó y me eché a reír aún más, era feliz porque mi hermano había vuelto a la vida en parte en aquel pequeño regalo.

-Digamos que no es Clarissa, estoy pensando en divorciarme de ella y dar un nuevo rumbo a mi vida.-abrió los ojos como platos aferrándose a la cuna.

-¡Tienes un amante! Lo sabía, una bruja así no podía retener tanto a un hombre. Es una estirada, será la madre de tus hijos y te amará. Pero por lo que me contaron de cómo eras de joven, lo que me dijo Hero mil veces a mí y a mi hermana…no eras como te veías tan sombrío y perturbado por el orden.-murmuró con asombro aún en su rostro, pero sus facciones se relajaron.

-Digamos que vuelvo a ser el de antes, poco a poco.-comencé a mecer al pequeño y volví a sonreír ante aquella maravilla.

-¿Cómo es ella? ¿es europea? ¿asiática? ¿cómo la conociste?-se sonrojó y se llevó la mano a la boca.-lo siento, no tenemos tanta confianza pero…al verte así me has recordado tanto a él…lo siento.-parecía desconcertada y no era para menos, yo siempre imponía un poco con aquellas miradas que podían fundir al peor de los enemigos. Sin embargo en mis ojos únicamente había comprensión, su curiosidad no me perturbaba en absoluto.

-Es él, es un chico, y digamos que los polos opuestos se atraen a pesar de que él es medio nipón.-casi hago que se caiga al suelo, pero se mantuvo firme aferrada a la cuna.

-¡Maldito demonio! ¡No te burles de mí!-gritó mirándome y mi rostro era serio, el suyo lleno de asombro.

-No me burlo, es como lo cuento Yume.-tembló y luego sonrió.

-No soy homofóbica, pero eso es raro en ti.-respondió sin atreverse a mirarme.

-Lo sé, tienes un hermano homosexual y la verdad es que sí era raro en el Sakurai que conociste. Sin embargo, tuve pareja masculina y por eso mi padre me alejó de Japón aislándome en sus patéticos colegios de niños de dinero.-cosa que odiaba por encima de todo.

-Ya veo.-se sonrojó y acarició algo temerosa mi rostro.-Sea como sea, hagas lo que hagas, cuida a ese niño. No puedo cuidarlo, tengo tres y un trabajo que me absorbe a veces. Mi marido ya no puede más. Mis hermanos tienen trabajos en los que viajan demasiado. Nadie se puede quedar con él, sólo tú. Mis padres murieron hace mucho, ella solía decir que no tenía familia porque se despegó de la familia y a mi me trataba como una amiga, no como una hermana.-miró al niño de la cuna y luego a Jun.-Por favor, cuídalo.-asentí y salí de la habitación.

Los papeles se arreglaron de acorde a lo que decían ambos testamentos y también de acorde a las leyes. Sería su padre, iría con mi apellido y lo adoptaría por mi cuenta a pesar de estar casado. No quería que mi hijo formara parte de Clarissa, ella no era nadie ni nada en mi vida ya. Pasé un par de días en Japón, fui a Tokio con el bebé y estuve en mitad de los rascacielos. Aquellas inmensas figuras que ni un tornado, ni un terremoto o maremoto desanclaría. Subí a la última planta del hotel donde me hospedé y escribí durante horas canciones, poemas, textos y el niño a mi lado.

La experiencia más hermosa del mundo es ver como un niño duerme en tu regazo, como sus ojos se cierran y sus manos calientes se aferran a tu ropa. Hacía tanto que no veía algo así que no paraba de sonreír, creo que también reía mientras lo bañaba y cambiaba. Fue una revolución, me rejuveneció aquel niño de una forma impactante. No me resistí en hacerle una foto cuando dormía y reír pensando en el regalo que tendría durante toda mi vida, sin duda Hero vivía en él. Recuerdo que desde aquel día comencé a cantar por las noches con él en brazos. Me agradaba su aroma a colonia infantil y sus enormes ojos que parecían querer tener todo el mundo a sus pies.

Tenía a penas unas semanas, pero le diría a Phoenix que era algo más. El niño nació grande, así que no notaría mi mentira. No quería que pensara que secuestré un bebé, tampoco decirle la desgracia de mi hermano pues se sentiría culpable de no haberme apoyado. Así que el día que llegué de nuevo al país lo hice aterrizando en otra ciudad, tomé un taxi para llegar a la mía y sobretodo lo intenté hacer de forma que nadie supiera nada. Si Clarissa se enteraba todo mi plan se iba por el sumidero de una forma demasiado precipitada.

A mi llegada la casa estaba terminada, también habían comprado los peluches y demás accesorios para el bebé. La habitación no estaba decorada, tan sólo con los muros en blanco y eso me hizo desear hacer algo distinto. Coloqué la cuna en mi habitación y cambié de sitio los muebles, además de poner periódicos sobre estos y plásticos que habían sobrado del embalaje. Nada más llegar, ese mismo día. En la pequeña caseta del jardín había botes de pintura, todo lo que no se usó en la obra y sonreí de lado al ver que eran colores vivos que me llamaban a la creación. Me fumé un cigarrillo mirando cada muro, cada rincón, y luego me quité la ropa quedándome con unos vaqueros viejos.

-Manos a la obra Mr. Sakurai.-murmuré abriendo las latas y empapando las brochas.

Un paisaje de fantasía, felinos y demás criaturas comenzaron a salir creando un bosque extraño. Todo me recordó un poco a Alicia en el País de las Maravillas, sin embargo no había reinas y tampoco niñas desobedientes, simplemente animales. Tuve que parar en varias ocasiones para darle la comida al pequeño, mecerlo, cambiarlo o simplemente mirarlo y ver que estaba bien. Terminé tras diez eternas horas y luego me di un baño con el pequeño.

Con mis hijos lo solía hacer, dicen que refuerza la relación entre padre e hijo. Pero yo simplemente lo hacía por miedo a que de la forma común se precipitara al fondo. Tenía miedo de que le pasara cualquier cosa, cualquiera aunque fuera tan sólo una pequeña diarrea al cambiar de leche en polvo. Dormí unas horas tras bañarme con él, darle su cena y acostarlo a mi lado en la cuna. No lloraba demasiado, lo justo, no era como Hizaki que fueron noches en las que no pegaba ojo.

Al despertar en la mañana puse bien todo el decorado, algunas cosas no las pude poner porque la pintura no se secaba. Coloqué todo como debía y ventilé bien la habitación además de perfumarla. Sin embargo no metí al pequeño aún, olía demasiado a pintura y podía asfixiarle. Me vestí con prendas que había comprado en Japón, ropa más actual y menos clásica. No dudé en reír al verme al espejo, parecía un treintañero y no un hombre inmerso en los cuarenta.

Cuando vi que todo estaba bien, que no olía en exceso y que el perfume junto a la ventilación surgieron efecto, metí la cuna dejando al bebé en la cuna cerrando la ventana y abrigándolo porque estábamos en infierno. Comenzó a llorar y yo simplemente empecé a susurrar una nana que conocía de tiempo atrás.

“Abre tus alas al mundo de los sueños

Ríe buscando el lugar de los juegos

Imagina que las pesadillas ya no te atormentarán

Abre las alas pequeño, bátelas

Ven conmigo a un nuevo amanecer

Lejos de la rutina

Cerca de donde la fantasía anida

Ven conmigo hasta verte crecer

Pequeño ángel, abre tus alas

…”

Estaba tan concentrado con la nana que olvidé por completo que Phoenix había quedado conmigo en venir a esta dirección, le pedí que lo hiciera sin más en un mail diciéndole que tenía todo preparado para una nueva vida. Al principio pensé que no vendría, que tendría que ir a por él, pero al escucharlo por la habitación gritar mi nombre supe que me equivocaba. Me giré con el bebé en mis brazos y su rostro quedó aún más pálido de lo que era.

-¡Dime que no tuviste otro hijo con esa maldita bruja!-días atrás supe que lo habían echado de la editorial donde trabajaba, todo por deseos de mi mujer. Era amiga de su jefe y le hizo esa jugarreta, ya que Phoenix se negó a ir de invitado y fotógrafo a la fiesta que ella preparaba. Sin embargo, eso me tomó a mí lejos en Japón y yo no sabía nada.

-No, ni loco la toco de nuevo y más tras lo que te ha hecho.-dejé al pequeño en la cuna adormilado y fui hacia él tomándolo del rostro.-Este pequeño es para ti y para mí.-sonreí besando su frente.-Por cierto voy a gestionar que te readmitan en ese maldito trabajo que tanto amas, a pesar que tu jefe sea…-me paró lo que decía con un beso en los labios.

-Atsu ¿qué has hecho? ¿cómo lo conseguiste? Mejor, no quiero saber cómo.-me dejó a un lado observando al pequeño.-Y no, no quiero volver. Me cansé de que se tome más en cuenta opiniones personales de adinerados que del pueblo, parece una dictadura.-murmuró acariciando el rostro de Jun.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt