Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 26 de febrero de 2009

Dark City - Revoluciones Internas (Capítulo 4 parte Ia VIII)


La siguiente continuación que no lo lean hombres heterosexuales ni homofobos... XD no creo que lo soporten. La edición de esta imagen fue obra mía... lo digo por si algún list@ intenta joderme un rato con sus payasadas... hacer vuestras propias ediciones.

-Eso fue hace mucho, he cambiado.-mis ojos se volvieron afables y mis labios se depositaron en el borde de su camiseta que dejaba ver parte de su vientre.-Aishiteru.-susurré para después mordisquear su vientre.

-Aishiteru Atsushi.-puso sus manos sobre mis cabellos revolviéndolos, acariciándome la cabeza como se hace con un animal de compañía con una mirada de indudable complicidad.

-Quiero hacerte el amor.-dije antes de deslizar mi lengua por el borde de su pantalón y acariciar levemente su bragueta.

-Aún no me enseñaste nuestro cuarto.-se separó de mí tomándome de la mano y tirando de mí para que me levantara.

-Sí, será mejor que te la muestre.-me reí abrazándolo por la espalda caminando hacia fuera, siguiéndole con deseo depravado e imaginando su cuerpo desnudo entre mis manos.

-¿Cómo es?-preguntó y yo me separé de él besando su cuello.

-¿Cómo crees?-susurré abriendo la puerta que estaba junto a la de la biblioteca.

Era una inmensa habitación con una cama típica japonesa, no había cabezal y al lado derecho de esta había un hermoso balcón que daba al jardín. Las cortinas se movían suavemente porque había dejado las hojas de la cristalera abiertas, abiertas hacia la paz que se respiraba en los rincones de aquel pequeño paraíso. Se podía escuchar de fondo el agua del estanque junto a su respiración. Las sábanas eran blancas y la colcha roja, los almohadones eran cuatro, dos rojos pequeños y dos blancos bastante mullidos. Había también un pequeño escritorio, un espejo de cuerpo entero y un armario junto a un biombo.

-Atsu.-balbuceó sonrojado.-Parece como aquella película que vimos hace unos meses, esa habitación de aquel palacete.-miró el biombo y sonrió mirándolo fijamente.-Dios mío, Atsu es idéntico.-lo acarició apartándose de mí y luego se giró con ese esbozo de felicidad en cada célula de su blanquecina piel.

-Es como la de la película, te gustó tanto que no pude resistirme.-lo abracé por la espalda pegándolo más a mí. Me gustaba tenerlo de esa forma, era menudo y algo más bajo que yo de estatura.-Amo como hueles, este perfume que traes hace que desee morder tu cuello.-susurré deslizando mis manos por su vientre.

-A veces me pregunto si eres hombre o vampiro.-empezó a reír por culpa de las cosquillas que el sólo roce de mis labios le causaba.

-Eres demasiado dulce, demasiado tentador.-pegué mis caderas a él y tembló, lo pude notar.

-Atsu.-echó su cabeza hacia a un lado, dejó su cuello a mi libre disposición y comencé a mordisquearlo dulcemente. Dejé varias marcas rojas por su tersa y delicada piel.

-Aishiteru…te amo.-tiritó aún más y yo lo arrojé a la cama.

-No, Atsu.-una negativa no me iba a parar.

-¿Qué sucede?-apoyé mis manos a ambos lados de su rostro y me deleité con sus párpados entreabiertos como sus labios, tenía las mejillas sonrojadas y sus piernas enredadas con las mías.

-El bebé.-susurró intranquilo, su pecho oscilaba y ya se había excitado.

-Tenemos un intercomunicador en cada habitación.-pasé mi lengua por su mejilla, sus labios y luego uno de sus hombros que se veía descubiertos.

-Mi amor.-susurró acariciando mi espalda.

-Phoenix, te amo tanto.-me separé quitándome la camisa y me recosté de nuevo sobre él introduciendo por debajo de su ropa mis manos. Palpaba su vientre levantando sus prendas para besarlo suavemente.

-Atsu.-jadeó y bajé su cremallera mordisqueando el borde de sus boxer.

-Tranquilo, poco a poco.-dije clavando mi mirada lasciva en su rostro cuasi angelical.

-No, no me hagas juegos de cama ya sabes que me enloquece demasiado. Atsu, hazlo rápido he estado días sin ti.-reí al escuchar eso y me acomodé sobre él.

-Claro, yo también pero he tenido cinco amigos muy amables.-atrapé sus labios antes de que me llamara pervertido, cosa que siempre me hacía reír.

La habitación tenía un suave aroma a canela e incienso, estuve quemando incienso junto con unas gotas de perfume. Sabía que ese aroma le confundía y le hacía caer de una forma estúpida, parecía una mosca entorno a la miel quedándose pegada y paralizada con mis caricias. Una muerte digna, una muerte en la ambrosía del placer, en la antesala al infierno de una pasión inaudita. Iba a hacer que gimiera horas si era preciso, no quería separarme de sus nalgas.

Nuestra respiración se volvió algo agitada pero con acordes perfectos. Mis manos acariciaban sus costados, sus caderas y después destrocé su ropa. Quería dejarlo desnudo bajo mi cuerpo, como así hice y me quité toda la ropa con rapidez. Estaba regada por toda la habitación, nuestras pieles se acariciaban y mi saliva bañaba su piel. Lo besaba, lo mordía y lo lamía por todo su cuerpo.

-Atsu, por dios.-sus manos fueron a mi cuello pegándome a sus labios, me deshice de ese agarre y até sus manos agarrándolas con una de las mías. Sus muñecas estaban prisioneras de mis dedos y mis ojos aprisionaban cada gesto de su rostro.

-Calma.-mi mano libre fue a su entrepierna y comencé a masajearlo.

-No, no puedo calmarme.-abrió sus piernas y movió sus caderas.

-Te he dicho que calma.-me miró furioso al escuchar eso de mis labios.

-¡No quiero que me prepares! ¡Atsu jamás lo haces y hoy no tengo ganas!-le tapé los labios y sonreí.

-Calla, silencio, el niño duerme.-él asintió a mis palabras y pareció calmarse un momento, pero volvió a rogar de esa forma excitándome con el hueso de su cadera. Era demasiado delgado, pero no en exceso, se veía atractivo con ese color de piel tan típico de un enfermo. Era frágil, eso me engatusaba, y mis manos no paraban de rasguñarlo si bien no había quejas, sólo gemidos.

-Lo siento.-susurró trémulo por culpa de la excitación.

Acaricié sus nalgas y las apreté entre mis dedos, era como palpar una fruta madura de piel suave y sabor único. Abrí bien sus piernas y agaché la cabeza para fundirme con el manjar de su sexo. Mi lengua recorría su palpitante extensión y él se dejaba llevar, gemía suave por el pequeño. Uno de mis dedos entró lentamente en su entrada y noté como comenzó a mover sus caderas mientras tiraba de mis cabellos. Le miré a los ojos y él los tenía cerrados, pero sus labios estaban abiertos como sus piernas para conseguir respirar.

-I love you.-murmuré mordisqueando sus caderas que se marcaban, se veía tan erótico que no podía dejar de desear recorrerla con mi lengua.

-Atsu.-susurró con los ojos entreabiertos y dejé los juegos irguiéndome entre sus piernas, colocándolas sobre mis hombros y posicionando mi miembro en su tórrido agujero.-Mi Dios.-comencé a moverme sonriendo con una perversión notable.

Nuestros cuerpos unidos al fin tras días alejados, no quería volver a perderlo nunca más y mis movimientos enloquecidos eran aceptados por él. No tenía contemplaciones, más bien él me incitaba a ser brusco. Sus gemidos eran bajos, pero pronto no pudo silenciarlos sino que gimió más alto anclando sus uñas en mis brazos.

-Phoenix.-susurré besándolo con lujuria, mordisqueé sus labios y se hicieron pequeños cortes.-Phoenix.-gemí intensificando nuestras miradas, nuestros labios abiertos y nuestros sudores se mezclaban.

-¡Sigue!-gritó alterado y yo sabía porqué era, había dado justo en el blanco.

-Tranquilo gatito.-murmuré continuando con aquel placentero sexo que me hacía volver a sentir veinte años.


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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt