Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 29 de marzo de 2009

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte II)


Digamos que Anna Tsuchiya es fisicamente Megumi, para que todos puedan hacerse una idea.




- No compares tu vida con la de Imai…-empezó a decir el acompañante de este, parecía su pareja más que un amigo. Quizás una amistad demasiado apegada o algo más allá de la complicidad, un pacto de mutuo socorro en asuntos como este.- Tal vez el padre de Imai no era una basura como el tuyo, pero aquí no venimos a hablar de ese tipo de cosas. Si venimos fue porque ella quiere hablar contigo y aclarar las dudas o cosas que te hayan surgido y...-hizo un inciso para dar una calada a un cigarrillo.-entiendo tu posición, pero deberías de entender la de ella.

-Él tiene razón.-añadió aquello a los labios de su amigo.- Si no quieres hablar con ella, la que dices es tu amiga, esta bien, pero una cosa te dejo en claro.-subió sus lentes.- Jamás compares tu vida con la mía. Tú tampoco sabes lo que yo he vivido y tampoco eres quien para saberlo.-abrió la puerta de la camioneta y se detuvo.- Por si te interesa... Megumi te estará esperando... mañana al medio día...

-¿Y qué he dicho?... no la comparo, no me interesa hacerlo, pero te crees seguro que mi vida es de rosas.-y me giré.-No la veré, no voy a ir donde esté ella. Ella debió venir mucho antes.-tenía que comprar el regalo, no pensaría en esos dos ni tampoco me intimidarían.

Entonces vi al delgaducho de uno de mis secretarios correr hacia mí.

-¡Mr. Sakurai!-gritó quedándose sin aliento frente a mí.-Lo logró!-extendió un papel, una carta del partido emitida a los medios y sonreí.

-Me encantan que los planes salgan bien.-nos miramos y reímos a carcajadas casi.-Te invito a desayunar si me ayudas a escoger regalo.

-¿Para su mujer?-cuestionó sin entender.-Creí que...

-Para mi futuro esposo.-se quedó en shock pero reaccionó.

-¿Un anillo?-empezó a ayudarme con aquel pequeño regalo.

-Ya tiene.-más bien tenía demasiados.

Nos íbamos alejando de esos dos y aproximándonos al final de la avenida.

-¿Bombones?-cuestionó.

-No, creo que chocolate tiene de sobra y seguramente se los tomaría su hermano pequeño.-sonreí animado con la conversación.

-Ropa, a mi me anima mi chica cuando me compra algo que me agrade, algo que me guste pero no haya visto... no sé, siempre es agradable sentirse atractivo y que tu pareja te regale algo... ¿qué tal un abrigo?

-Sí, eso estaría bien...pero necesito algo más especial.

- ¡Oye! ¡Sakurai!.-gritó el acompañante de aquel maldito Yakuza.- Espera....

-¿Pelea?-preguntó cuando ese tipejo llegó a nuestra altura.

-No, celos.-sonreí y miré de reojo al tipejo.-¿Ahora qué?

-Ten.-respondió entregándome un papel que aquel desgraciado le había dado.-No suelo ser amable con los enemigos de Imai pero... ¿Podrías tratar de ir? ¿No crees que sea de mala educación dejar a una dama esperando? Y si, tal vez esto es culpa de ella pero... ¿No seria mejor solucionar las cosas?-

Una mujer que no dudó en quitarme la visión de los primeros pasos de mi hija, una mujer que no me dejó sentirme orgulloso ante dibujos mal pintados de mi pequeña y una mujer que me arrebató más de veinte años para llenarlos de ausencia. Al final tomé el papel y ni lo miré, lo guardé en la solapa de la gabardina.

-No soy enemigo de Imai, él me tiene por enemigo por sus estúpidos celos. Al igual que crees que debo de aceptar los ruegos de una mujer, él debería de aceptar las cosas tal como son. Yo fui un amante de ella, no me tiene que golpear por algo tan antiguo y consentido. Se ve a leguas que lo hace todo por celos.-mi acompañante no lo entendía.

-Los celos son lo peor, yo los tuve por un antiguo amor de mi chica.-miré a Héctor y se cayó.-Lo siento, no sé de que va todo.

-Imai no me interesa, tampoco sus patriotismos baratos... compréndeme no sé lo que ha vivido pero él se atreve a juzgarme por hechos que ni sabe, yo a él no lo juzgo.

-No creo que sean ruegos...-se guardó sus manos en los bolsillos de su levita.- Y si usted no ve a Imai como enemigo, entonces debería de ir a verla. Porque tengo entendido que ella es como un ángel, pero hasta los ángeles cometen errores y si son buenos ángeles…tratan de componerlos.-seguramente eso deseaba, arreglar sus fallos.-En fin, usted sabrá si va a verla o no.-dio media vuelta y empezó a caminar hacia la camioneta.

Iría pero no como decía en la nota, a Jun no lo iba a llevar para que sucediera algo y él estuviera entre nosotros. No me daba buena espina ese tipo, Imai, y Jun era ahora mi hijo, lo único que tenía de mi hermano y no iba a dejarlo.

Seguí caminando con mi secretario esperando encontrar algo apropiado para Phoenix. Durante varias horas dimos vueltas ambos en el centro comercial, al final tuvo que marcharse para ver a su futura mujer. Era uno de los pocos que en mi partido se había alegrado mínimamente de que dejara de ser un ogro, alguien sin corazón y déspota. Volvía a ser el hombre que una vez fui y me replanteé seriamente dejar la política, las elecciones se aplazaron por el cambio profundo de uno de los partidos más representativos. En las encuestas ahora era favorito por el populacho aunque algunos no me perdonarían jamás las ofensas, por muchas veces que yo pidiera disculpas había siempre el rencor y el odio.

Seguí solo y terminé comprando varias prendas. Uno fue un cinturón como los que solía usar, un pañuelo para el cabello ya que se estaba convirtiendo en algo habitual y un colgante de plata. Sería sólo un regalo, un regalo sin previo aviso. Cuando ya me disponía a marcharme tropecé con una mujer.

-Lo siento.-dije agarrándola para que no se cayera.-Lo siento de verdad.-sus ojos, su rostro y en si ella me resultaba familiar. Si bien, no di importancia.

-No…importa.-sus ojos se habían abierto en forma de sorpresa, pero cuando dijo aquello descendió la mirada con aire de tristeza.

Continué mi camino hacia la salida cuando escuché como una dependienta de la tienda infantil la llamaba.

-¡Señora Megumi! ¡Su ticket!-me giré con los ojos como los de un guepardo y ella tembló al ser reconocida. Mis ojos de amable caballero se convirtieron en los de un animal furioso.

-¡Tú!-dije sin señalarla dando unos cuantos pasos firmes, pasos escasos que nos separaban.-Dios mío.-murmuré.

-Tengo…un asunto pendiente contigo.-estaba nerviosa, se notaba a leguas.

-¿Ahora llamas a nuestra hija asunto?-tembló.-¿Me has seguido porque le dije a tu matón de turno que no iría a verte?-la bolsa de aquel paquete cayó al suelo porque sus dedos no pudieron sujetarlo más.-Ahora también usamos los mismo modales que tu amigo?.-se quedó muda tragando saliva.-¿No tenías tantas ganas de hablar? ¿Ahora no tienes lengua?-pregunté fijando mis ojos en ella caminando lentamente hasta quedar a su lado.-Te agradezco de corazón que no me permitieras ver a mi hija crecer...ha sido un detalle muy digno de tu parte.-mi tono de voz era el que podía usar un asesino contra su víctima antes de degollarla.

- No.-comenzó a balbucear.-No.-repitió una vez más.-¡Eso no es así!-exclamó aún más nerviosa, para luego golpear mi rostro y sentir como toda la furia que sentía se duplicaba.-¡Esa no era mi intención!-me contuve de no gritar en su cara que era una puta, una desgraciada, una vil rastrera que me había quitado mis derechos como padre.-¡No me juzgues así! Y repito, esa no era mi intención.-lo último lo hizo en un murmullo y su aspecto de flan no se iba.-No lo era...-no lloraba, pero estaba a punto de hacerlo.

-¡No era tu intención!-grité mirándola con los ojos acusadores.-¡Es mi hija! ¡Mi hija! ¡No he estado ahí cuando comenzó a hablar! ¡Tampoco cuando tenía problemas! ¡Mucho menos cuando se sintió alguna vez sola! ¡Me has arrebatado más de veinte años de mi hija! ¡Es tanto mía como tuya! ¡Eres una maldita egoísta!-ese bofetón no me importó, me importó el hecho que dijera que no era su intención.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt