Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 28 de marzo de 2009

Dark City - Revoluciones Internas (Capítulo 4 parte Ia IXX)

El verdadero Atsushi Sakurai, por el cual puse nombre a mi personaje es alguien que disfruta en el escenario... que vive las letras que hace con tanta metáfora suelta... que goza como un niño salvaje subiéndose a los altavoces o gritando lo placentero que puede ser la libertad. Alguien a quien respeto y admiro, tanto como cantante, como actor y como persona. Para mí es un orgullo hacer conocer a cientos quién es... aunque creo que no necesita presentación.





-Miho espero que su jefe entienda que a veces surgen inconvenientes.-sonreí y fui directo a mi Brabus Mercedes-Benz SLR Roadster. Amaba ese coche, era una de mis joyas y no me separaría de él por mucho que Clarissa intentara fastidiarme si quería quitármelo. Abrí el maletero y acomodé mis cosas para dejar una bolsa fuera.-Esta es la tuya, tiene los bocadillos y métela junto a la de las chocolatinas.-comenté dejándola a su lado para llevar el carro a unos metros, no más de cinco, donde estaban acumulándose el resto. Regresé y me puse las gafas de sol abriendo el coche para que se subiera.-Miho, tú me dirás hacia dónde debemos ir.-

-Por... Dios... –balbuceó y sonreí abriéndole la puerta, se notaba que entendía de coches y su expresión era de pura fascinación. Es lo que sentí cuando vi el modelo, cuando lo palpé y Clarissa me miró con aquella de desprecio. Creo que murmuró cuando firmé el contrato “tú y los coches, los coches y tú”. Pero en realidad no sólo era amante de los automóviles, también de las motocicletas. Se fue hacia el automóvil sentándose y luego me miró para decirme algo que sospechaba.-¡Ah! ¡Pero yo no se como regresar! vera... mi jefe fue el que me dijo como venir... es que... Soy nueva en la ciudad...

Exploté en carcajadas y la observé de reojo.

-Eso me pasó a mí hace veinte años, vine huyendo de mi padre y me perdía.-seguí riendo encendiendo el motor y salí del aparcamiento.-¿Sabes la dirección? ¿zona de la ciudad? ¿nombre del negocio?-encendí el navegador mientras conducía de manera segura, no quería asustarla tomando velocidad.-Verás esta ciudad tiene encanto, pero también tiene sus dificultades. Aquí perdí más que gané, ahora tengo todo lo que quise una vez...pero cuesta. Cuesta adaptarte a un nuevo mundo, sobretodo si vienes de Japón y te ves en un paisaje totalmente distinto.-paré el coche en un semáforo y justo frente a nosotros un cartel de mi partido político...conmigo como imagen, me daban nauseas.

-Bueno, sé que esta en la zona obrera.-comentó mientras se abrochaba en el cinturón.-Y tiene razón, pues adaptarse a un lugar nuevo cuesta, y eso que de donde yo vengo no es algo tan distinto a esta ciudad.-en ese instante su mirada dirigió hacia el cartel, luego hacia mí de reojo aunque lo noté y al final terminó mirando el lado contrario de la vía.

-A ver cuando quitan esa mierda.-bufé para mis adentros, pues había pedido que o se remodelaba ampliamente el partido o me iba con todo mi dinero. No me habían contestado, lo que daba por un no y aún estaba ese maldito cartel.-Bien, zona obrera entonces. Quizás allí ya vayas reconociendo las calles.-puse el manos libres del coche ya que me llamaban, no era Phoenix precisamente.

-¡Atsushi Sakurai como se atreve!-comencé a canturrear mientras mi número dos gritaba.-Como que si no nos íbamos la mitad de vejestorios y cambiábamos de parecer sobre nuestro partido, si no se remodelaba y se aceptaban a los maricas, usted se retiraba! ¡Cómo puede hacernos eso! ¡Nos acaban de echar de los despachos! ¡Hijo de puta!-

-Gracias por los halagos.-colgué y puse música.-Obvia lo que ha pasado aquí.-sonreí ampliamente. Mi radio estaba conectada con radios japonesas, y empezó a retumbar en el estéreo MUCC. Necesitaba algo como ellos, algo que me despertara y despejara. Nada más se paró un semáforo me saqué un cigarro y lo prendí.

-Sí.-asintió recostándose en el asiento.-Cuando vea alguna calle conocida le diré.- Dijo mientras cerraba los ojos y dejaba que la música entrase por sus oídos de camino a su alma.

-Espero que no te moleste, es una maldita adicción y en casa no puedo fumar.-dejé la cajetilla en el salpicadero, para volver a manejar el vehículo de forma tranquila aunque rápida. La ansiedad me podía, cada vez que tenía el cigarro en la boca daba una buena calada.-Ese maldito capullo, ojala se parta la crisma.-rechisté en voz baja para luego proseguir mi camino.

- No, no me molesta.-cuchicheó.

-Estamos en la zona obrera.-comenté pasando por la calle principal.-Tú dirás.-me di cuenta de que dejé de tratarla como una extraña y la tuteé sin más, no supe cuanto tiempo llevaba haciéndolo.

Abrió sus ojos y pareció reconocer la zona, los edificios y todo su complemento.-Por aquí está bien.-dijo quitándose el cinturón de seguridad y esperó a que parara el vehículo en una acera próxima junto a una parada de bus.

-Que tengas un buen día Miho.-dije ofreciéndole la bolsa.-Y que tu jefe sea considerado.-esperaba que tuviera un buen día de verdad, no se merecía que le echaran la bronca por culpa mía y de que a penas veía por culpa de las lágrimas que me hizo derramar Imai. No estuve atento a mi camino, por ello me sentía tan culpable.

-Sí, gracias.-tomó la bolsa saliendo rápido del vehículo.- Y no se preocupe aquí traigo el soborno si se pone rudo conmigo.- reí y me di cuenta que valía para vidente.-Muchas gracias por todo.- Hizo una reverencia y caminó rápidamente hacia el bar donde seguramente ese malvado me estaría esperando.

Tras dejarla marqué el teléfono de uno de los mejores policías de la ciudad, era el menos corrupto y su sistema despiadado de la caza del criminal era conocido. Además, era un buen investigador privado. Se llamaba Sam, Sam Winchester. Un tipo marcado por tatuajes diversos y que conocía porque investigué a parte de mi equipo cuando los casos de corrupción. Se ofreció encantado a realizar el trabajo, le pareció incluso algo morboso a pesar de que no era su campo más habitual. Lo de morboso era porque seguramente el mayor miedo de un hombre es conocer que ha dejado a una mujer embarazada y que tiene algún hijo regado por el mundo, pero cuando le llamé lo hice preocupado e interesado en encontrarla como fuera.

Pero ese día no acababa, eran solamente las seis de la tarde cuando llegué a casa y sus amigos habían desaparecido dejando un extraño ambiente de perfumes y también algo dulzón, quizás habían estado tomando pastas con chocolate o algo similar. Al entrar me di de bruces con un joven que a simple vista no reconocí, pero entonces caí en la cuenta. Era Seth, un mocoso irreverente que conocí de forma escasa pues en contadas ocasiones en el pasado tuvimos la desgracia de toparnos. Ese adolescente de diecisiete algo escuálido, ojeroso y con aspecto arrogante era el hermano de Phoenix.

-Atsushi.-la voz dulce de mi pareja retumbó en mi cráneo generando actividad en mi cerebro.

-¿Qué hace aquí?-pregunté con un tono lineal, intentaba no mostrar sobresalto o desagrado.

-Verás tiene que pasar aquí unos días, sólo unos días.-me abrazó quizás creyendo que eso evitaría que maldijera a todos los dioses posibles en varias lenguas.

-¿Por qué?-me tiró hacia una pequeña sala de la casa y cerró la puerta.

-Porque mis tíos no pueden ya con él, es muy rebelde, y ya sabes que desde que murió mi madre estamos solos en el mundo.-solos en el mundo, ojala lo abdujera un platillo volante y lo dejara lejos de mí. Tenía la ligera sospecha por su mirada que él y yo no íbamos a cooperar para una sana convivencia.

-Espero que sólo sea unos días.-respondí algo severo y entonces vi como abría la puerta sin ningún tipo de modales.

-Viejo tu hijo llora.-escuché entonces los llantos del bebé y pasé por su lado sin siquiera mirarle.

Subí arriba y lo tomé en brazos comenzando a mecerlo suavemente. Besé su frente y sus pequeñas manos. No tenía fiebre, ni hambre, ni ensuciado el pañal pero se veía molesto. Me preocupé un momento y entonces recordé algo que le sucedió a mi hijo pequeño, tenía unos gases terribles y pasó inquieto un día entero hasta que conseguí sacárselos. Estuve cantándole una nana, intentando dejar que llorara y daba pequeñas palmadas para que los echara. Se calmó al fin tras varios minutos y se quedó adormilado antes de que tuviera oportunidad de acomodarlo en la cuna. Lo dejé arriba arropado por una manta tan vieja como yo mismo, una manta que había usado cuando bebé y que mi hermano también tuvo. Aquel trapo rodeó a mis hijos y ahora lo rodearía a él. Un cobertor color vainilla con un hermoso ciervo en el centro observando el mundo con la inocencia de un niño. Ese pequeño era tan inocente como aquel animal, era lo que debía proteger y no dejaría que ese maldito adolescente lo tuviera en brazos ni un instante.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt