Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 7 de abril de 2009

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte VIII)


-No es posible.-yo le había contado algo, no todo, de mi vida en Japón y tragó saliva.-No sé como, pero sentí celos de Megumi, ahora simplemente la compadezco.-aclaró.-Espero que Miho entienda, debe de entender. No eres un mal hombre, quizás le han hablado mal de ti o tiene miedo de ser rechazada por su verdadero padre. Aún es joven, yo también, y la entiendo.-me incorporé besando sus labios lentamente y me aparté con amargura.

-Es posible, es cierto y voy a dormir. No quiero saber nada del mundo hoy.-cuando me levanté sentí que el mundo me aplastaba como si fuera una insignificante hormiga.

Mis pies desnudos golpeaban el tatami y cuando tomé rumbo a las escaleras, una de tantas, que daban al piso superior suspiré. Me sentía viejo, miserable y una mentira andante. Quería volver a ser yo, el yo de dieciséis años aunque tuviera el rostro hinchado por culpa de mi progenitor. Pasé por la habitación del bebé y al inclinarme en la cuna me juré que él no conocería al Sakurai que todos creían que era. Después me saqué la ropa y me acosté prácticamente desnudo en la cama. Estaba bien arropado y cómodo, tanto que desperté al día siguiente. Sin embargo, mi mente seguía en la habitación del hotel.

Phoenix dormía a mi lado, aferrado a mi cuerpo y eso me hizo sonreír un instante. Me di cuenta que había tenido recompensa por mis largos años ausente, por la vida que había desperdiciado. Acaricié su rostro y coloqué sus cabellos para arroparlo bien, aún hacía demasiado frío para que se enfriara. Su hermano estaba ya hospitalizado, el bebé dormía y no teníamos servicio. Aunque era una casa relativamente grande, no había mujeres contratadas permanentemente sino que una chica venía a limpiar cuatro horas al día. El silencio se agudizaba y aún seguía lloviendo. No parecía haber arreciado en toda la noche. Me levanté y decidí ir a dar una vuelta por la ciudad en el coche, uno de los mercedes.

Primero me tomé un baño, para luego afeitarme y me puse una ropa corriente. No quería ostentar demasiado, ya lo hacía con el coche. Después tomé un poco de café y miré la hora, eran las ocho de la mañana. Subí arriba y lo observé dormir, dejando una nota en mi almohada, cuando pensé que debía ir a unirme con el asfalto. En ese instante escuché el teléfono móvil vibrar en el bolsillo de mi pecho. Lo tomé y vi el número, no podía creerlo y creo que mi rostro palideció por completo. Era Hizaki, quería hablar conmigo.

-¿Sí?-atiné a decir, tanto tiempo sin oír su voz y saber de él me hacían temblar de pánico por escuchar rechazo en su voz.

-Papá.-noté que lloraba, eso me hizo ponerme en alerta.

-¿Qué sucede Hizaki?-pregunté confuso, tanto tiempo sin hablar y venía a mí buscando quizás comprensión cuando él parecía no haberla tenido conmigo.

-Soy un idiota.-balbuceó.

-¿Por qué?-no era un idiota, quizás demasiado joven e inexperto.

-Tengo que verte, tengo que contártelo cara a cara.-no sabía qué podía ser, pero no quería escuchar más su voz de aquella forma tan cortada por el dolor.

-Está bien.-dije rápido y bastante nervioso.-Ven a mi despacho en el Ayuntamiento, hablaremos.-era un lugar perfecto para hablar al ser privado.

-Ahora, por favor.-susurró.

-Sí, voy para allá.-

Colgué el teléfono y miré preocupado la pantalla de este, lo hice con la mente en otro lugar. Me pareció que mi hijo me necesitaba más que nunca, que algo le estaba haciendo derrumbarse. Por una parte me hacía feliz, porque se había aproximado a mí y porque sabía que podía contar conmigo, pero sin embargo a ningún padre le gusta sentir como su hijo se derrumba como un castillo de naipes.

Durante mi trayecto hacia el ayuntamiento, aquel edificio de mármol impoluto y de ondeantes banderas junto a pequeñas figuras heroicas que hacen recordar a los griegos y su concepción de los dioses, medité bien cómo empezar a hablar con Hizaki. Al aparcar suspiré y salí del coche temblando prácticamente, pero nada más pasar por la puerta acristalada todo se fue. Volví a templar mis nervios como hacía en los mítines y sobretodo cuando abrí la puerta de mi despacho tras el largo pasillo.

-Tiene visita.-dijo uno de mis ayudantes.

-Lo sé.-al mirar hacia dentro vi a mi hijo sentado en mi silla secándose las lágrimas.

-Papá.-se levantó y torpemente fue hacia mí abrazándome mientras cerraba la puerta, para mayor intimidad.

-Hizaki ¿qué sucede?-pregunté con un tono de preocupación, pero con mi habitual serenidad frente a él y frente a muchos.

-Papá, él me engañó.-tiritó y lo abracé con cierta fuerza, temía que se cayera ya que sus piernas temblaban.-Me llevó a la cama y me engañó.

¿Él? ¿Quería decir que mi hijo era homosexual? ¿Qué un hombre osó acostarse con él con mentiras? Mis ojos llamearon y besé su frente.

-Yo estoy aquí, ya nada malo ocurre.-aquello lo habría escuchado de mis labios como mil veces, cada vez que tenía un problema o se caía yo corría hacia él para calmarlo.

-Papá, Lexter me engañó.-un tic en mi ojo apareció y apreté los dientes.

-Dime que Lexter no es el hombre con el que estás, por favor Hizaki.-él agachó la cabeza ocultando su rostro aferrándose bien a mi ropa.

-Me dijo que era especial, me dijo que me quería y él está con mamá. Mamá no me cree, no cree lo que le digo y dice que sólo lo hago porque ahora ella es feliz.-el orgullo de Clarissa le impedía ver que dañaban a nuestro hijo, que todo era por ese hombre de bragueta caliente y sobretodo que se paseaba por mi casa destrozando mi familia sin ningún impedimento.-Papá lo peor, lo peor de todo es que le amo.-acaricié sus cabellos intentando tranquilizarlo y tranquilizarme también yo.

-No debes de amar a personas que son inferiores a ti, ya no sólo en clase social sino en belleza e inteligencia. Hizaki, te mereces alguien mejor que esa rata.-besé su mejilla y sequé sus lágrimas con las yemas de mis dedos.

Mi mente no estaba tan calma como mi apariencia, quería torturarlo para después degollarlo. Había mancillado a mi hijo, le había hecho llevar a la locura de lo que llaman amor y todo por la satisfacción de usarlo. Por unos minutos supe porqué Toll me odiaba en ese sentido, yo había hecho prácticamente lo mismo con Uta.

-¿No te enfadas?-preguntó tembloroso.

-Contigo no, pero él sabrá quién soy yo.-mis ojos aún eran dos bolas de fuego.

-No papá, por favor.-rogó.-Sólo quiero que sepas que no puedo verte porque mamá me ha jurado que tú vas a pagarlo caro.-besé de nuevo su rostro y lo aparté tomándolo de los hombros.

-Voy a hacerlo.-Hizaki entonces se retiró y me miró furioso.

-¡No! ¡No quiero que hagas nada contra Lexter! No tiene la culpa de que no me ame o quizás de no ser fiel.-entonces salió corriendo del despacho dejando en el aire tensión y el sonido de un portazo.

La rabia me podía, iba a destrozar el despacho entero cuando sonó mi móvil. Era una perdida de Uta, la cual obvié. No podía hablar ni con él, ni con Phoenix ni con nadie. Quería caminar por la ciudad, como hice, fumándome más de una cajetilla mientras deambulaba. Después recogí mi coche y fui hacia mi hogar. Quería ver a mi pareja y gozar del sexo, era lo único que terminaría por templar mis nervios. Pero antes de llegar a casa recordé que debería de engullir mínimo unos cuantos chicles, le prometí dejar el vicio sin embargo no me controlé. Busqué por el coche varias cajetillas de chicle, había comprado cientos cuando empecé a dejarlo y ahí estaban.

-Me voy a destrozar el empaste.-tenía un empaste, no porque no cuidara la boca, sino porque me rompieron medio diente en mi juventud. Ya había reconstruido la pieza dos veces, si se volvía a caer tendría que ponerme una de esas monturas atornilladas.-Pero es esto o Phoenix golpeándome por idiota.-salí tras unos minutos y escupí el chicle en un pañuelo de papel que guardé en el bolsillo.

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Lestat de Lioncourt