Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 7 de abril de 2009

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte XI)


¿Algo para jugar pero no a ese juego? ¿Entonces? ¿Un trivial? era malísimo con los juegos de mesa. Iba pensando en cómo sería el regalo, claro que cuando abrió la puerta y aquella pulga peluda comenzó a caminar de debajo de la cama sólo eché a reír. Era un gato. Lo tomé en brazos sin importar llenarme de pelo y él maullaba alzando sus pequeñas zarpas.

-Así que un gato.-murmuré rascándole tras la cabeza y este bostezó. Era atigrado, gris y blanco, con los ojos verdes y una nariz oscura.-Yue.-susurré.-¿Te gusta Yue?

-Me comentaste que querías un gato y cuando lo vi me pareció precioso.-musitó agarrándome por la cintura y apoyando su frente en mi espalda.-Astaroth no lo ha visto aún, aunque no creo que haya problemas.-el gato soltaba maullidos agudos y en un tono bajo, parecía feliz de tener un nuevo hogar… al menos yo lo estaba.

Miré a mi alrededor y vi una pequeña cesta, un plato para el agua y otro para la comida junto a unos cuantos juguetes.

-Me recuerda a uno que tuve cuando era adolescente.-susurré girándome hacia él con una sonrisa.-Dormirá en mi despacho... no puedo dejarlo por ahí y.-miré sus uñas.-Habrá que ir cortándoselas o dejará todo roto.-después levanté su cola.-Hay que operarlo, porque si no se operan se orinan marcando territorio y con un bebé en casa me niego a que sea una casa poca higiénica. Sus vacunas habrá que ponérselas, también un exhaustivo lavado, cepillado y acicalamiento vario. Poco contacto con el bebé, porque se podría enfermar si tiene parásitos y hasta que no se haya tenido todo controlado no pienso mostrárselo.-sabía mucho de animales, aunque no lo aparentaba. Tenía una amplia biblioteca sobre el cuidado de estos, a pesar de que Clarissa no dejaba que tuviéramos mascotas en casa lejos de los estúpidos peces de colores.

-Yo se las corto, le he cortado antes las uñas a la perra y todo esta listo para él.-respondió para ponerse de puntillas y besarme en la mejilla.- Era una de las sorpresas que tenía ¿Te gustó?-sonrió de forma suave esperando que la respuesta fuera afirmativa.

-¿Hay más?-pregunté observando como el gato se dormía en mis brazos. Me senté en la cama observándole fijamente y luego lo recosté en el colchón.-Duerme pequeño.-susurré apartándome de él y este se hizo un ovillo.-¿Tú untado en chocolate? ¿Es otro de los regalos?

-No, lo otro era la tarta, pero mejor comete los bombones que te han traído-rozó mis labios con los suyos y gruñó arrugando la nariz.-Me duele la cabeza, además estoy algo mareado.-eso me preocupó, así que me levanté y le tomé de la cintura.-Me voy a acostar-me dio un golpe en el pecho para salir del cuarto hacia nuestra habitación.

-Los bombones no son igual que las tartas.-dije siguiéndole para agarrarle por la espalda.-Me gustaría que aceptaras ir conmigo a un sitio donde hacen tartas caseras.-era en el barrio obrero.-Seguro que terminas engullendo medio stan.-susurré acariciando sus caderas.

-Atsu.-susurró girándose para observarme.-Espero que no sea una broma, quiero salir ya. Me va a salir moho de estar aquí todo el día encerrado con el niño.-aquello me hizo sonreír y asentí. Entendía que necesitara libertad.-¿No ves que ya estoy más fuerte?-sonrió abrazándome mientras subía una de sus piernas hacia mi cadera, pegándose por completo a mí.

-¿No decías que tenías mareo?-pregunté bajando la pierna para tomarlo en brazos.-Mejor que te meta en la cama y quizás te pongo una inyección.-susurré mordisqueando su cuello para llevarlo a nuestra habitación.

-Podemos salir a la noche, llamamos a la niñera y salimos un rato a pasear.-me tomó del rostro mientras lo recostaba bien en el colchón.-Hace semanas que no lo hacemos.-sabía que estaba fatigado, pero a la vez que si le decía que no empezaría con la llantina habitual.-¿Te parece?- preguntó con voz suave nervioso por que dijese que no, tal vez pensaría que no era atractivo y por eso no me gustaba salir él. A veces llegaba a conocer lo que pensaba imaginándome cómo actuaría una mujer en su caso.

-Digamos que si, pero iremos a cenar y quiero que te pongas la ropa que te compré hace poco.-le había comprado unos vaqueros ajustados y una camiseta oscura junto a una levita del mismo color.-Anda ve y arréglate.-dije pellizcando su trasero para hacer yo lo mismo, arreglarme.

La cena es mejor.-comentó besándome para salir de forma lenta de la habitación buscando el teléfono inalámbrico de mi despacho, el que teníamos en la mesilla se había estropeado.-Llama a la niñera, mientras yo me bañaré.-

Jun tenía ya casi cinco meses, faltaba una semana para que los tuviera. Parecía mayor de esa edad y la niñera siempre decía que era un niño bueno, de esos que no dan problema. La llamé y dijo que no había pegas, pero que si se podía traer a una amiga para ver una película mientras vigilaban a Jun. Yo acepté, ya que era sábado y no iba a poder encontrar a otra a esas horas. Cuando lo vi pasar, con la toalla, volví a pellizcar sus nalgas y me fui al baño para arreglarme un poco, ya estaba vestido y sólo tenía que acomodar mejor mi ropa.

-¡Ey!-exclamó cuando notó el pellizco y comenzó a reír. Amaba su vitalidad a pesar de su terrible enfermedad. En ocasiones pensaba que estaba bien, que todo era causado por un mal sueño y que nunca padeció leucemia. Pero los informes del médico, las idas y venidas al hospital y sobretodo sus desmayos, me hacían ver la gris realidad. Un día faltaría, quizás no en unos meses, si bien nadie me tenía asegurado que me duraría hasta el día de mi muerte. Se vistió frente a mí mirándose de forma coqueta, esa era otra de las tantas cosas que yo amaba de él. Adoraba la forma que se colocaba el cabello intentando encontrar el peinado perfecto, el que realmente vendría bien con lo que llevaba. Esa ropa ceñida que le había comprado lo hice para poder lucirlo frente a todos, no como un trofeo sino porque él merecía ser admirado. Al final lo dejó liso y lo coronó con una gorra del mismo color que la chaqueta. Sonreía observando que ya no caía, eso lo hacía feliz, más que cualquier regalo que yo pudiera comprarle. Entonces noté con la yema de mis dedos la caja con el anillo. Lo había comprado semanas atrás y no había tenido tiempo de dárselo, además de algo rugoso como un papel que decidí no sacar. Supuse ya de quién era, de Uta. Cuando éramos jóvenes a veces dejaba pequeños recados en mis bolsillos.-¿Sabes?, ayer escribí en el blog, lo tenia algo abandonado y aún así tenia montones de visitas y mensajes nuevos.-dijo con el rostro iluminado para ir a por la chaqueta que aún estaba en la cama.

-He tenido el triple de visitas en el mío desde que saben que soy yo, algunas no muy agradables y la mayoría felicitándome por ser al fin quien soy.-sonreí observando su ropa, sus cabellos y su trasero.-Te hace bonitas nalgas.-comenté rodeándole bien con mis brazos.

Se echó a reír de nuevo y pasó sus delgados brazos por mi cuello.-Eso, estimado señor Sakurai, es porque yo tengo buen trasero.-se giró para dejar el secador en la peinadora y revisar que su pelo estaba perfecto. Entonces comenzó a delinearse los ojos, en ocasiones se ponía base de maquillaje pero en esta ocasión únicamente profundizó su mirada.-Ahora sólo resta esperar a la niñera.-se miró una vez más abotonando la chaqueta.-¿No crees que me hace ver gordo?

-Sí, estás tan gordo que te iba a preguntar si estábamos esperando un hijo.-sonó el timbre y salí bajando las escaleras para abrir a las chicas.-Buenas noches, el bebé está dormido ahora... en una hora le toca el biberón y luego ya hasta que lleguemos.-ellas asintieron y me recargué en la escalera.-Phoenix, baja.-alcé un tanto la voz, aunque no demasiado por el niño.

-Hola chicas.-dijo bajando flamante y la compañera de la niñera prácticamente abrió la boca asombrada.-Pónganse cómodas, no armen desastre y cuidado con el perro ¿ok?-asintieron y él sonrió como si nada, a veces no se daba cuenta de lo atractivo que podía llegar a ser.-¿Con mi auto o el tuyo?-interrogó mirándome.

-En el mío.-comenté agarrándolo bien para pegarlo a mí frente a ellas.-Ah, vigilar de vez en cuando también el cachorro de gato... y por favor no lo dejen andar libre por la casa.-ellas asintieron y sonreí observándolo.-A ver si te alimento hoy bien, estás en los huesos.

-Decídete, ¿parezco embarazado o estoy demasiado delgado?-dijo con una sonrisa en sus labios.-Realmente creo que debería de ponerme con una dieta para mantener la figura, porque si me descuido pronto seré un marido gordo y lleno de granos que no será para nada apetecible.-se lo decía él solo, yo no creía para nada que pudiera engordar y si lo hacía no me importaría. La perra casi salta encima cuando abrió la puerta para poder salir.-¡Chica mala! ¡Quieta!-se quedó estática con las patas llenas de barro, la lengua fuera y el rabo totalmente desquiciado.

-Te lo dije con ironía.-le golpeé leve la cabeza con el dedo y empecé a reír agarrándolo por la cintura.-A mi me gusta tener donde agarrar.-la perra se quedó quieta y pasé por su lado acariciando su cabeza dirigiéndome al garaje, donde tenía mis coches.

-Cuídate preciosa-susurró detrás mía, despidiéndose de la perra.-Bien.-dijo entrando al coche.-¿dónde quieres ir?-interrogó nervioso, era demasiado tiempo sin salir. Lo había mantenido alejado de la prensa y de cualquier cosa que pudiera dañarlo. Tomó mis manos cuando las dejé sobre el volante y las besó.-Sabes.-hizo un inciso tomándose un mechón de sus cabellos.-Ya que me esta creciendo el pelo, creo que me lo dejare negro un tiempo.

-Te prefiero de moreno.-susurré con una sonrisa.-Te ves más atractivo.-murmuré besando su cuello y luego sus labios hundiéndome con lujuria.-Eres precioso...quiero llevarte a algún lugar donde te vean todos y no puedan tocarte... que sepan que eres mío.-a pesar de que habíamos salido en muchas revistas y éramos la comidilla de toda la prensa.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt