Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 7 de abril de 2009

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte XIV)

Nuevo Look de Uta


Conocía bien las persecuciones a los que expresaban sin más su condición, los que narraban su amor en poemas o textos y luego eran castigados con sanciones legales. En algunos países aún se ahorcaban a los “enfermos” de este mortal contagio que corre por mis venas, la homosexualidad. No entiendo porqué dicen que somos monstruos, monstruos son ellos que buscan cualquier nimiedad para acusarnos y golpearnos con castigos crueles e inhumanos. Según los derechos humanos todos somos libres para expresarnos, para expresar nuestros sentimientos, y hoy lo hago describiendo cada segundo de mi vida en la que esta comenzó a tener sentido.

Al levantarme, tras una larga noche, me duché rápido y fui a buscarlo por la casa. Lo hallé acunando al que era ahora nuestro hijo. Besaba su frente y lo mecía dándole un biberón. Sus cabellos estaban alborotados, su cuerpo frágil únicamente arropado por una de mis yukatas y al girarse esa luz en sus ojos que me hicieron sentirme el hombre más afortunado. Él no había concebido ese niño, yo tampoco, pero era nuestro y lo educaríamos de forma que jamás sufriera persecuciones y con mi orgullo típico.

-Debo de ir al Ayuntamiento. Tenemos mucho trabajo atrasado.-besé su nuca y sus caderas.

-Está bien, tan sólo no vuelvas demasiado tarde.-al apartarme de él y terminé de vestirme, pues únicamente iba con una toalla a media cintura.

Primero fui al ayuntamiento, como dije, pero después me dirigí a la casa de Uta. Él apareció vestido con unos pantalones bien ajustados, una camiseta de tirantas que se trasparentaba y me sonrió tirándose sobre mí.

-Acchan.-murmuró en un susurro mientras mordisqueaba mis labios.-Mi Acchan.-cerré la puerta con él enganchado a mí, con sus brazos rodeando mi cuerpo y apoyados sobre mis hombros.

-Uta, tenemos que hablar.-lo bajé dispuesto a decirle que no podía ser, que debía de entender, si bien esa mirada ilusionada esperando que le otorgara algo tan merecido como mi alma, una simple y mera esperanza de un espérame.

-¿Vas a dejarlo? ¿Es eso? Acchan, tienes que dejarlo. No pienso ser el segundo plato otra vez. No quiero ser tu amante, quiero ser tu marido.-me mostró el anillo que le entregué.-Nunca me lo he quitado, por mucho que mi hermano me lo ha pedido.-acarició mi rostro, quizás extrañado por mi expresión fría.-¿Qué sucede? ¿No te gusta mi ropa?-se giró dando una vuelta rápida para apoyar su frente sobre mi pecho, tomó mis manos y las llevó a su trasero.

-No, no voy a dejarlo.-se apartó con rapidez de mí, con el rostro compungido y a punto de llorar.-Entiéndelo, ha sufrido demasiado para no darle lo que pide.-tomó aire ocultando sus ojos tras su flequillo.

-Me dijiste que te esperara, que algún día sería posible y tuve que escuchar tus palabras de odio, pero no sólo vinieron las de odio sino también las de asco. Te olvidaste de quién eras, sin embargo yo no te olvidé nunca y ahora que vuelves a ser quién fuiste…-hizo un inciso y rogó con la mirada.-¡Tienes que ser mío! ¡Mío!-lo abracé al ver que caía al suelo por la impotencia, temblaba y no tuve corazón.

-Siempre fui tuyo.-susurré en su oído una dulce mentira, quizás no me daba cuenta de que empeoraba todo.

-Déjalo, no quiero ser el otro.-al decir eso mordisqueé su cuello, lo besé en los labios y metí mis manos bajo su camiseta.

-No puedo, está enfermo.-dije como excusa y él asintió.

-Sí, cuando muera serás para mí.-aquello fue duro oírlo de su boca, pero era un castigo por mi daño al torturarlo de esa forma.

-Claro.-mentí de nuevo notando su respiración agitada y que una de sus manos fue directa a la entrepierna.

-Házmelo.-lo aparté y lo observé con las mejillas iluminadas de color vino tinto.-Veinticinco años esperándote… y no puedo esperar ni un minuto más.-su timidez en sus facciones lo delataba, era cierto lo que decía y quizás tan sólo había fantaseado en las noches con volverme a ver.

-Debo de irme, me he escapado de mis obligaciones para verte.-una sonrisa iluminó su boca y me miró coqueteando.

-Vale, pero ven pronto y nos vemos.-

-Antes tengo que arreglar el asunto con mi hija.-me tomó de las manos al escuchar lo que había dicho y sonrió sin malicia esta vez.

-Yo haré que ella te quiera, así cuando vivamos juntos ella lo hará con nosotros.-ya estaba organizando nuestra vida, algo me decía que debía huir.

-Debo irme.-besé su frente y me escabullí.

Salí de su casa, corrí por las escaleras intentando no pensar en lo que había hecho. Si había sido cobarde en el pasado…en esos momentos avergonzaría a mi yo de aquellos años. No tuve corazón o la fuerza necesaria para alejar a Uta y decirle de una buena vez que me iba a casar con otro, que era feliz con Phoenix y que hiciera su vida sin esperanza alguna de que algún día retomáramos lo que una vez se acabó. No pude porque eran tantos años, tantos sueños que tenía quizás en su mente y que le hacían volver a ser el joven que una vez conocí.

Recordé aquel verano de mil novecientos noventa. Acababa de cumplir dieciocho años meses atrás y él tenía quince. Los dos teníamos una gran idea para quitarnos el calor y la humedad del ambiente de Julio. Nos fuimos de escapada a las montañas una semana, mi padre no se lo tomó nada bien cuando regresamos. Esa semana hicimos el amor durante todo el tiempo metidos en un pequeño lago cercano a la casa de madera. Era una choza en realidad, dos habitaciones y muy simple. Sin embargo, no importaba nada. Nos sentíamos libres, éramos libres. Le juré que si alguna vez dos hombres podían casarse yo lo haría con él, le di un anillo que robé a mi madre y lo besé bajo una cascada de agua helada que nos refrescaba. Un paraíso y una promesa. Todo aquello vino a mi mente sentado en el parque cercano a su departamento.

En esos momentos había rehusado a los guardaespaldas, estaba volviendo a sentirme con menos presión y las poesías surgían como de la nada. Días atrás había sido mi cumpleaños, cuarenta y tres años, que quizás podían canjearse por el doble. Me sentía agotado y a la vez acorralado, pero sabía que si mi hermano me estaba viendo estaría alentándome a seguir adelante sin rendición. Esa rendición supondría dejar a Phoenix y todo lo que había vuelto a conseguir. Además, la marcha atrás era imposible y sólo quedaba mirar hacia delante. Si bien, ir hacia delante era dejar el pasado atrás y Uta tenía que quedar como un maravilloso sueño de verano, no debía de volver a verlo a solas al menos hasta que me casara.

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt