Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 17 de mayo de 2009

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte XXXV)






-Eso no sucederá.-dijo bastante convencido de lo que afirmaba, sin embargo yo no lo estaba.-Además tú puedes pedir la custodia de Hero.-se acomodó mejor sobre mi pecho y besé su frente, esos cálidos momentos mientras buscábamos soluciones eran especiales. Hablar con él era mejor en ocasiones que hacer el amor. Mejor porque lo conocía más y cada vez estaba más convencido de que lo amaba y que estaba hecho para mí.-Hizaki es mayor de edad.-susurró con una leve sonrisa alzando su rostro para observarme.-Yo te puedo ayudar a buscar los trapos sucios de Clarissa. Eres mas apto que ella para educar a un niño.-era algo fría, pero sin duda no era mala madre. Una mujer como ella, de tan alta moral, no tendría trapos sucios que lavar o tender.

Entonces comenzó a tronar, la lluvia apareció junto a una granizada y toda la habitación se iluminó. Los cristales temblaban y la perra no paraba de ladrar.

-Astaroth va a querer compañía y se va a meter en el cuarto de Hizaki, si tiene la puerta abierta.-

La perra no le haría nada al gato, ya lo había visto, pero sí temía que no dejara descansar a mi hijo. Él parecía agotado y necesitaba una noche sin demasiados contratiempos. Me levanté y fui hacia la puerta, giré el pomo y nada más estar algo encajada ella apareció empujando. Lloraba y temblaba, se tumbó sobre Phoenix y yo resoplé.

-Menudo perro guardián.-comenté cerrando de nuevo la puerta para acomodarme al lado de ellos dos.-Tú, a los pies.-me obedeció no sé porqué, quizás por mi cara de pocos amigos. No estaba dispuesto a tener poco espacio en una cama algo más amplia que una simple de matrimonio.

-Gracias-dijo abrazándose a mí.-Intenta dormir amor.-susurró besándome con dulzura el rostro.-Mi Atsu-kun.-hundió entonces la nariz en mi cuello intentando quedarse dormido. Yo ya me notaba con sueño y quedé adormilado pronto. Al día siguiente Imai me molestaría, me haría estallar, pero en ese instante todo estaba bien.

Me desperté con el sonido de la ducha, pensé que era Phoenix pero luego escuché la voz de mi hijo tararear una de esas canciones movidas de su grupo favorito. Me parecía ayer cuando era un niño como Jun, que aún estaba recostado en la cuna y parecía no haberse inmutado con la lluvia y todo el escándalo. Sin duda era como yo, alguien que al tomar el sueño se le hacía pesado y hasta que su cuerpo se lo pidiera estaría descansando.

Recordé cuando hice la promesa a mi hermano de llamar a nuestros hijos de esa forma, era tan simple como que de ese modo se llamaban dos de nuestros personajes favoritos de un manga. El manga era de un amigo, lo hacía, editaba, fotocopiaba y distribuía entre los chicos del instituto. Sonreí levantándome para tomarlo en brazos y notar que respiraba lentamente, abrió sus ojos y sonrió demostrándome que él era mi luz. Sí, también él era parte de mi felicidad y una parte muy especial.

-Vamos a ir al baño.-susurré besando sus manos.-Nos llevaremos hoy ¿a quién? ¿Al patito o la rana?-decía mientras iba a su cuarto y tomaba uno de los juguetes de cuerda que usaba para bañarlo.-Mira el patito.-lo agarró con sus manos sonriendo y vi aquel diminuto diente.-Por eso estabas tan inquieto estos días ¿verdad? Ya veo.-besé su mejilla.

Coloqué al pequeño en el cambiador del baño grande, le quité el pañal y lo limpié un poco mientras iba llenándose la bañera. Tomar un baño con él era mejor que bañarlo solo, me preocupaba que se escurriera de mis manos y le sucediera algo. Era mi medida de protección para él.

-Te quiero pequeño.-susurré besando su nuca mientras jugaba.

El baño fue relajante y noté que incluso él terminó durmiendo sobre mí. Era hermoso y deseaba que creciera para poder observar a mi hermano renacer en él. Al levantarme decidí dejarlo en el cambiador mientras me ponía el albornoz, después lo sequé bien y le puse un pañal. Seguía agotado, tan histérico que estuvo algunos días y en esos momentos era paz. Cuando fui a vestirme lo dejé en la cuna y me volví para afeitarme, después bajé a desayunar. Él ya estaba en la cocina, solíamos turnarnos para hacer el café.

-Buenos días.-besé a Phoenix en el cuello y fui hacia la nevera para servirme un poco de zumo

-Estoy haciendo el desayuno.-se giró pegado a la encimera y besó mis labios dejando sus manos en mi pecho.-¿Querrá zumo o café?-dijo acariciando mi rostro para luego volver a lo que hacía antes de mi interrupción.

Había hecho unos enormes emparedados que podía hacerme explotar, tanta comida me haría terminar con la denominada curva de la felicidad. Phoenix era así, siempre quería que comiera más de lo que era capaz. Sin embargo, él siempre se veía demasiado gordo y se pasaba la vida cuidando la línea.-Hizaki ya se levanto, le vi hace unos minutos.-murmuró colocando los bocadillos en una bandeja.

-Zumo, que yo sepa le sienta mal el café por la mañana.-yo también tomaría zumo, me apetecía.-Hizaki no come tanto... dejará la mitad.-argumenté notando como bajaba con una toalla todavía, sus cabellos estaban aún empapados y sus mejillas ardían. Eché a reír ante aquel nerviosismo que experimentaba al verse casi desnudo frente a mi prometido.-¿Dónde vas? ¿te engañó el sastre?-hice referencia a un cuento que me pedía cada noche desde los cuatro años hasta los ocho. Era su cuento favorito y también el mío, junto al cuento del gigante de Wilde.

-Necesito ropa limpia.-argumentó en un tono bajo. La vergüenza le impedía decir cualquier cosa en un tono normal.

-Mi ropa ¿verdad?-indiqué y él asintió.

-No seas pesado y entrégale la ropa.-sabían ambos que era demasiado quisquilloso con el tema de la ropa, no quería que nadie la tocara salvo yo o los empleados expertos de la tintorería. Conocía cada prenda, su lavado, cómo poner la lavadora para su cuidado o si tenía que ser llevada a la tienda para que la lavaran y almidonaran.

-No soy pesado.-le aclaré recalcando cada palabra.-Pero esos trajes me los regalaste tú, la mayoría de lo que tengo en el armario lo compraste para mí y…-mi hijo me miró desesperado, no quería llevar la misma ropa del día anterior. Seguramente habría quedado con alguien o quería pasear por el centro, sentirse con la ropa que había llevado todo el día no sería la forma más cómoda que él conocía. Era meticuloso con su estilismo, además de con la repetición sistemática de las prendas.

Salimos los tres de la cocina y quedamos en el salón, él fue hacia el dormitorio para saquearlo. Temía que tomara alguna prenda demasiado cara o costosa para lavar.

-Pues tienes un excelente gusto Phoenix.-dijo pasando frente a mí.-Gracias.-le guiñó y yo fui hasta la mesa para sentarme y al fin desayunar.

-No guiñes a mi prometido.-declaré marcando mi territorio.

-Guiño a quien quiero, además tranquilo me gusta más el otro lado de la cama que el que tú usas.-eso me dejaba bien claro que era pasivo.-¡Genial!-gritó comenzando a comer.

-Ve y vístete.-suspiró y salió corriendo hacia las escaleras.

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt