Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 6 de mayo de 2009

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte XXXIII)


No sé donde la encontré, pero me gustó bastante. Fue como hace un año, creo que es el scan de una revista.



-Comencé a enloquecerte porque.-susurró con picardía implícita en su mirada y sonrisa.- porque te respondía, era distinto a lo que conocías y porque hice te hice rozar el cielo con mi lengua.-murmuró inclinándose para tomar mi sexo entre sus manos y besarlo.

Quizás suene obsceno, pero momentos como estos en las parejas pueden reflejar la personalidad de cada cual más que en una bronca. Hablan de prohibiciones, de clasificaciones, seguramente ustedes no estén acostumbrados a ello o tal vez sí. El amor no se puede refrenar, tampoco los impulsos y a veces me veo necesitado a narrar estas intimidades no por fanfarronería, sino por simple deseo de mostrar realmente quienes somos él y yo. Si ven obsceno un beso, una caricia, un roce de pieles o la narración erótica seguramente jamás han amado.

Él se veía erótico en esa posición, tan erótico como vulnerable. Quizás era esa sensación de fragilidad y fortaleza, de firmeza en sus actos y timidez en su mirada, la que hizo que cayera o tal vez la decisión de seguir con el juego, de un hombre encaminado a la madurez absoluta y él una flor que comenzaba a dar frutos.

-Y desde entonces las tengo cada noche.-dije agarrándolo por los cabellos.-Házmelo como únicamente tú sabes hacerlo.-moví mis caderas de forma lenta, pero quería rozar sus labios de una buena vez.

-Acércate más.-pasó sus manos por mi trasero, agarrando así cada una de mis nalgas, y se aproximó aún más para comenzar a deleitarse con el sabor de mi vientre. Besaba mi vientre y lo lamía, para terminar arrojado sobre mi sexo. Su lengua, su boca, la calidez de esta y el roce de sus labios me llevaron a gemir ante él de forma necesitada. Comenzó a chupar suavemente, un movimiento lento de pura tortura y delicia. Gemí pegándolo bien a mi miembro, de este modo entró completo y me moví mientras acariciaba su rostro.

-Te amo.-dije moviendo mis caderas de forma que friccionaba más de lo que él me otorgaba. Me miraba mientras, eso era lo peor de todo. La tortura visual que me otorgaba. Su mirada nítida, pura, casi cristalina y sus labios cálidos, suaves, que me terminaban de condenar. Gemía, lo podía notar aunque era acallado por aquel trozo de carne que comenzaba a despertar.

-Phoenix.-susurré con una sonrisa agarrando mejor sus cabellos. Estaba haciendo que me erectara de una forma magistral. Su lengua era demasiado experta, no quería pensar cuantos lo habían tenido así y rogaba que no fueran demasiados.

-Comienza a ponerse duro.-murmuró aquello apartándolo y dejando que su mano acariciara toda su extensión, pero volvió a su juego metiéndolo todo en su boca hasta llegar al final.

Seguía con mis gemidos echando la cabeza hacia atrás, para luego mirarle fijamente. Ya era hora, no lo iba a preparar porque no hacia falta. Lo arrojé a la cama y abrí sus piernas acomodándome en ellas. Besé sus labios, su cuello y sus pezones, acariciando su vientre para agarrarlo por la cintura. Mientras le besaba le penetré de una vez con violencia, esa que tanto le complacía. Escuché un pequeño quejido de su parte, quejido que fue opacado por mi gemido de satisfacción. Comencé a moverme dentro, muy dentro.

Mi lengua se pasaba por su cuello como si fuera la de una serpiente, quería que disfrutara de ese momento. Para los amantes... siempre es indispensable compaginarse bien en la cama y yo quería que cada vez que lo hiciéramos fuera nuevo y excitante. Me movía de forma brusca, todo lo contrario a mis caricias.

Una de sus largas piernas se enroscaron en mi cintura para aumentar las sensaciones, que todo fuera aún más intenso. Gemía sin control alguno, era una deliciosa canción que invadía todo. Su cabeza se movía de un lado hacia otro, hasta que una de mis garras atraparon sus cabellos y le obligué a besarme hasta perder el aliento. El brazo que tenía libre lo rodeaba pegándolo a mí y separándolo de ese modo del colchón, él arañaba mi pecho como si fuera un gato librando una batalla épica.

-¡Dios! ¡Más!-blasfemaba, ¿pero quién no blasfema en esos instantes? Todos lo hemos hecho y él clamaba a Dios porque se sentía en el mismísimo paraíso.

Yo jadeaba y gemía mientras nos hacíamos uno por completo. Su cuerpo era débil, pero no por ello iba a ser delicado y él parecía enloquecer por mi bestialidad. Mis ojos se habían clavado en su rostro, quería ver el momento en el que explotara por el placer... quería ver bien su rostro en ese instante.

-Grita mi nombre.-dije dando empujones más rápidos y hondos, mientras mis brazos se apoyaban a ambos lados de la almohada.

-¡Atsushi! ¡Atsushi!-gritaba sin parar de gemir, se ahogaba con su saliva y con el calor de su cuerpo.

Estábamos bañados en sudor y en pecado. Encajábamos uno en el otro a la perfección, tuve que esperar más de cuatro décadas, pero lo hice. Me vine en sus entrañas bien aferrado a él, esas uñas y su voz exclamando a viva voz mi nombre me hacían venirme con facilidad.

-Te amo.-dije sin salir de él, no quería acabar aún la noche.

Acabamos prácticamente a la vez, aunque él tardó un par de minutos más. Quizás yo estaba demasiado desesperado aquella noche, además de nervioso por todo lo de la boda. No rendí lo habitual, me desplomé en el colchón con una sonrisa en mis labios. Él también quedó satisfecho, tanto que comenzó a mordisquear mi cuello esperando que cediera para un segundo asalto. Entonces escuché el timbre y a la vez el niño llorando.

-Ve al timbre, yo iré a por el niño.- me levanté a trompicones, casi me caigo, me lavé las manos y cogí al niño en mis brazos.-Ya Jun, ya.-sus enormes ojos pararon sus lágrimas al verme y sonrió.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt