Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 25 de enero de 2010

Dark City - capitulo 12 - El ojo del huracán (XXLVII)


No estoy en mis mejores días. Llevo una semana mal como he dicho. Mucho es que publico...

Espero que os guste la edición y os dejo un video que me gusta... y me relaja.





Hero me hizo sentir muy orgulloso de él, mucho más de lo que ya estaba. Me parecía un niño fuerte a pesar de sus magulladuras. Algunos eran fuerte de cuerpo, él era fuerte de espíritu. Aunque le había prometido no meterme en sus problemas lo vigilaría y nada más pensar que todo ese caos iba a más Clarissa lo sabría. Él sabía defenderse por sus clases de defensa, pero supongo que no quería ejercer violencia.

Estuvimos todo el día en el museo y caminando luego por la ciudad. Deambulábamos de un lado a otro sin rumbo fijo mientras otros nos observaban, ya que seguíamos teniendo ese estatus y esa fama. Éramos personajes públicos y rodeados de escándalos. Mi hijo lo tomaba de forma natural, pero sabía que deseaba ser desconocido y poder corretear por la ciudad como un extraño más.

Hicimos unos cuantos descansos para comprar comida para llevar, tan sólo unos refrescos y unos perritos calientes. Reíamos a carcajadas cuando nos mirábamos en el reflejo de los cristales de las tiendas, teníamos manchas de ketchup y el cabello revuelto. Sin duda, fue el mejor día que tuve con él en mucho tiempo.

-Me gustaría que al morir mi alma se reencarnara en aire.-dijo con una sonrisa.-Porque el aire puede entrar en cualquier rendija, aprender de todo el mundo y salir libre cuando golpea las ramas de un árbol. El aire siempre está inquieto y puede viajar sin tener que coger un avión.-sonrió antes de dar un sorbo a su lata de refresco.

-Faltan muchos años para eso Hero, no quiero que pienses en que puedes morir.-mi tono de voz fue serio, aunque no lo regañaba porque lo que había dicho me pareció poético y para nada triste.

-Todos morimos, debemos aceptar esa realidad.-después de aquella frase corrió hacia una tienda de juguetes quedándose pegado frente a un peluche de un gato negro.-¿Soy demasiado mayor para que me gusten estas cosas?-interrogó sin apartar la vista de aquella mascota de juguete.

-Nunca somos demasiado mayores.-susurré acariciando sus cabellos para recogerlos hacia atrás.-¿Quieres el peluche?-pregunté.-¿Quieres que papá te haga un regalo por mostrarme tus cuadros?

-Sí quiero pero...-susurró con dudas en su voz.-Pero no sé si soy ya un adulto para desear un peluche.

-Sigues siendo mi pequeño, lo serás aunque pronto tengas la edad de Hizaki.-dije apartando sus suaves y finas manos del cristal.-Vamos dentro, te compraré ese peluche y compraré algo para Phoenix.-sabía que él también amaba los peluches como mi hijo.-¿Sabías que tiene una pequeña colección?

-¿Sí?-interrogó y sonrió casi de inmediato.-¿Y todos se los compraste tú?

-No todos, a veces compra para él.-respondí dirigiéndome a la estantería para coger su gato negro y otro blanco.-¿Crees que le gustará este?

-Creo que sí, pero yo le compraría también ese otro.-dijo señalando uno de mayor tamaño en forma de oso.

-¿Le compro los dos?-interrogué.-Aunque me gustaría comprarle algo también a tu madre, pero no aquí.

-¿A mamá?-se quedó extrañado por lo que dije.

-Claro, pronto será su cumpleaños y no he comprado nada aún.-no sabía si se solía regalar a las antiguas parejas regalos caros o tan sólo una tarjeta, pero aún así yo quería hacerlo.

-Su cumpleaños no es pronto, faltan cuatro meses.

-Pero antes están las fiestas navideñas.-sonreí cuando dije aquello y él se abrazó a mí.

-¿Pasarás con nosotros las fiestas? ¿Sí?-acaricié su cabeza y negué. No podía hacerlo, aunque lo deseara con fuerzas.

-No, pero puedes pasar unos días tú conmigo.

Su rostro se volvió serio, demasiado serio. Tomé los peluches y los llevé a la caja pagando todo. Nuestros pasos por la acera se volvieron silenciosos, como nuestros labios, al igual que nuestros movimientos. Caminamos unos minutos más hacia el lugar donde tenía aparcado el vehículo, ya que estábamos de vuelta de nuestro paseo. Él apretaba con rabia el peluche mientras de sus cascos sonaba aquella música que parecía calarle hondo, bien hondo.

Sabía que aunque madurara seguía siendo un niño, un niño que quería ver a sus padres juntos. A pesar de aceptar mi nueva vida, mi nuevo hogar, no podía aceptar ciertas fechas sin su familia reunida. No me entendería hasta que descubriera que no importaba estar todos juntos para celebrar ciertas cosas, sino tener sentimientos mutuos de respeto y amor.

Subimos en el vehículo y noté como empezaba a llorar. No pude refrenarme y le abracé como cuando era un bebé. Solía ir corriendo por toda la casa y siempre terminaba tropezando. Tenía dos años y era ágil para su edad. Mi pequeño Hero siempre tuvo una sonrisa en sus labios a pesar de ser retraído, pero era fácil verle llorar cuando se tropezaba. Creo que únicamente lloraba cuando caía, porque siempre fue un niño feliz. En esos días no lo era, y no sólo por los golpes que otros le propinaban.

-Llévame a casa.-susurró cuando se sintió más calmado.

Como pidió lo llevé a casa y se bajó sin despedirse. Solía no despedirse, sobretodo de mí. Creo que simplemente le dolía decir adiós y más cuando sabía que podía ser durante semanas. Para mí también era duro no estar con él, pero nada podía hacer. Me parecía cruel sacarlo del que fue mi hogar, aunque fuera tan sólo unos días al mes. Sabía que Clarissa necesitaba a Hero, como también él la necesitaba.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt