Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 1 de febrero de 2010

Dark City - Capitulo 12+1 - Dolor, sólo dolor (IV)


Al entrar vi a ambos abrazados, Olivier parecía descansar en sus brazos. Pensé que como muchos intentaban dormir cuando sucedía algo así, tan dantesco, para olvidar lo que había ocurrido. Si bien, es una actitud que no merece la pena usar y simplemente hay que enfrentar todo lo que suceda con cierto aplomo. Hizaki cruzó conmigo una mirada llena de agobio, de necesidad, y dejó a su pareja descansar en el pequeño catre de aquella estrecha habitación.

-Deja de llorar.-susurré.-Llorar no soluciona nada.-comenté dejando en una mesilla la botella de agua que llevaba en mis manos.-Cálmate de una vez, eres un Sakurai y no puedes ponerte débil cuando te necesitan.

-Lo sé.-respondió intentando serenarse un poco más.

-Han desalojado el teatro.-dije dejando mis manos sobre sus hombros.-No sólo ha muerto Yue.-entrecerré los ojos intentando calmarme yo también.-El hombre que ha muerto era un buen amigo de Kamijo, uno de sus hombres más leales y él no está siendo débil.-mentía como un bellaco, pero no podía decirle que se había derrumbado como un niño.

-Pudo haberlo matado.-dijo con los labios temblorosos y yo simplemente tomé aire para dejarlo ir.-Y todo por mi culpa... yo ilusioné a Yue.

-Pero dejaste de hacerlo, le dejaste las cosas claras así que era su problema. Yue no estaba bien de la cabeza así que por favor deja de llorar. No se merece ni una lágrima tuya.-me molestaba que llorara por ese mocoso que estuvo a punto de matarlos a ambos, que se echara la culpa de algo que no tenía para nada que ver con él.-Piensa en esto... has estado a punto de perder lo que más amas en este puto mundo a parte de tu hijo, alguien por quien luchas, y todo por él.-hice un inciso mirándole fijamente a los ojos sin pestañear ni un segundo.-No se merece una lágrima Hizaki.

Me aparté de mi hijo y él se fue junto a su pareja. Lo abrazaba acariciándolo como si fuera una piedra preciosa. Habían iniciado todo con ilusión y poco a poco todo se iba enturbiando. Estuve sentado unos minutos, para luego salir fuera. Necesitaba aire, respirar unos segundos hondamente y hablar con Wook para darle mi pésame.

-¿Dónde vas?-interrogó como si estuviera deseoso de que no me marchara de su lado.

-Quiero dar mi pésame a Wook, no es hora de reclamarle nada. Yo en su situación desearía lo mismo.-cerré la puerta y los dejé a solas.

Al salir del edificio la noche se hizo fría e intensa. Podía sentir en el ambiente los navajazos de los ojos curiosos, miradas que taladraban mi cráneo y mi frente. Cuchicheaban sobre mí, sobre mi vida, sobre mis hijos y sobre la muerte de Yue. Eran todo especulaciones, pero sus labios no paraban de moverse y susurrar cualquier burrada.

Bajé los peldaños que me conducían a la acera y giré hacia la ambulancia donde atendían a la madre de Yue, la mujer de Wook. Sus gemidos y llantos de dolor, sus gritos clamando el nombre de su pequeño, aún me aterran en ciertas noches. Es como si me persiguiera ese día, como si no acabara y empezara continuamente en mis sueños. Aunque a veces puedo dormir y son sueños agradables. Pero esa mujer desgarrada, ese padre desplomado sobre una de las puertas del vehículo; y sus hermanos que también estaban allí. La chica intentaba mantenerse fuerte, si bien sus ojos no dejaban de fluir lágrimas amargas, y el chico simplemente miraba las estrellas intentando apartar la mente de todo aquel horror.

Me acerqué a ellos sin más intención que dar mi pésame. Deseaba ser cordial. Él había sido un gran amigo en los negocios, pero jamás estuve de acuerdo en que consintiera tanto a su hijo y que no lo mantuviera apartado del mío. Cuando me acerqué la mujer había dejado de gritar, estaba desplomada en la camilla tras la inyección de algún calmante rápido. Su hija ya estaba sentada en la camilla acariciando la mano de la que era su madre, y el chico simplemente mantenía su pose.

-Jim.-dije en un murmullo su nombre y de inmediato alzó el rostro.-Jim lamento...

-Tú no lamentas nada.-respondió de forma cortante y muy brusca.-¡Tú hijo no está en un ataúd!

-Pudo haberlo estado a causa del tuyo.-respondí de forma rápida.-No he venido a discutir, he venido a dar mis condolencias.

-Condolencias que no sientes.-intervino su hijo.-Es mejor que se marche, no venga a sacar de todo esto votos para su partido. Fíjense, tiene sentimientos y seguro que es la mejor opción su partido.-no se movió ni un milímetro de donde se encontraba, ni apartó la vista del cielo.-Largo.

-Se equivocan.-mi tono de voz se volvió molesto.-Su hijo pudo matar al mío, he sentido miedo cuando venía hacia aquí porque no sabía que había sucedido.-miré a Jim y este únicamente clavó sus ojos en mí.-Yo como tú deseo lo mejor para mis hijos, que sean felices, ayudarles a conseguir todo lo que se propongan, animarlos cuando se hunden y morir antes que ellos. Porque soy padre, por eso me acerqué aquí.

-Largo.-repitió Jim.-No digas estupideces, tus hijos no han muerto.

-Murió alguien que amaba, mi madre, y sé lo duro que es enterrar a alguien amado y pudo imaginar que es mucho más doloroso enterrar a un hijo.-me giré y eché a caminar.-Cuando su hijo.-dije parándome antes de apartarme del todo.-Cuando Yue comenzó a salir con Hizaki lo vi bien, positivo para ambos, y le rogué que no le dañara.

-¡Jugó con él!-gritó la chica.-¡Él sabía que mi hermano estaba enamorado y lo usó!

-¡Y lo dejó!-repliqué.-¡Lo dejó porque no le amaba!

-¡Lo dejó por ese diseñador de mierda! ¡Mi hermano está muerto por culpa de ellos dos!-exclamó de nuevo con ojos de furia.

-Te equivocas, no sabía como dejarlo para no dañarlo y me pidió consejo. Yue jamás fue engañado con otro hombre o mujer.-respondí caminando con paso firme hacia donde estaba mi moto.

No quise escuchar nada más, aunque muchos habían escuchado la conversación y algunos eran de la prensa rosa. Era demasiado para mí. No quería saber nada más de todos ellos, no deseaba. Tan sólo rogaba porque mi hijo de nuevo sonriera junto a su pareja.

Comencé a correr como si mi alma estuviera vendida al diablo y este me persiguiera. Al final terminé interceptado por la policía y tuve que bajar de la moto. Había excedido la velocidad en un tramo por casi el doble. Debido a lo que habían escuchado, sabían mi estado psicológico y personal, tan sólo me dijeron que no se volviera a repetir porque no tendría tanta suerte.

No regresé a casa, simplemente me fui a un bar y compré una cajetilla de cigarrillos. No era la marca que me gustaba, ni siquiera miré cual era al pulsar el botón de la máquina, y únicamente la compré porque la necesitaba. Quería calmarme y el tabaco antes lo hacía. Saqué uno de ellos y lo coloqué en mis labios, pero ya no tenía encendedor en mis bolsillos. Me giré hacia la barra y pedí un mechero, sin embargo al encenderlo recordé las palabras de Phoenix y mi promesa. Terminé por marcharme arrojando en una papelera cercana el paquete y el cigarro.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt