Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 9 de febrero de 2010

Dark City - Capitulo 12+1 - Dolor, sólo dolor (XI)



Pues... creo que poco a poco todos me haran sufrir un infarto...

Demasiadas preocupaciones.

Pero... Arigato por todo... por las personas que leen esta historia y tengo contacto a diario con ellas




Pocas palabras conocía tan bien como beso, su vocabulario era amplio pero casi todo lo que decía eran balbuceos. Siempre buscaba los brazos de mi pareja e insistía hasta que conseguía lo que quería. Nadie podía decirle que no, sobretodo porque te miraba con esos ojos inocentes mientras tiraba leve de tu ropa. Phoenix terminó dándole un beso en la frente y otros tanto por toda la cara. El pequeño reía sintiéndose triunfador, que había alcanzado lo que quería. Yo simplemente los observaba y empezaba a desear ser un niño para que me consintieran como todos hacíamos con él.

-Necesito hablar con Kamijo, pero quiero hacerlo frente a frente.-dije tomándolo del rostro para que me atendiera.-Iré al teatro, sea el día que sea, él está allí y necesito asegurarme de algunos rumores que me comentó.-era una llamada que había tenido días atrás, no era tema negocios sino tema personal. No quería decirle la verdad a Phoenix porque terminaría contándoselo todo a Jasmine y empezaría una guerra abierta de ellos contra nosotros.

-¿Sobre qué?-preguntó mirándome fijamente.

-Sobre muchas cosas.-respondí sin decir nada en realidad.

-¿Te afecta a ti?-frunció el ceño.-¿O a mí?

-No, más bien él quiere contarme algo para desahogarse. Simplemente le doy consejos sobre todo lo que tiene encima, recuerda que ahora es un flamante hombre de negocios con varias empresas y se agobia.-sonreí sin hacer notar demasiado que era una pequeña mentira, mínima en realidad.

-Vale, pero no tardes demasiado porque a penas has comido.-dijo algo preocupado tomándome del rostro.-Haré un postre sabroso para la merienda con una receta que me dio María.

-De acuerdo.-dije apartándome de él para tomar del perchero cercano a la salida una de mis gabardinas.-Volveré pronto.-murmuré aproximándome a él para besar leve sus labios y girarme hacia la puerta.

En varias ocasiones habíamos mantenido charlas de horas por el teléfono. Kamijo me usaba de consejero, de hermano mayor, y eso me hacía sentirme más cercano a él cada día. Sabía que ese deseo de ser padre ya no podía ocultarlo ni renegar de él. Deseaba tener a un pequeño como Jun en su vida, poder abrazarlo y saber que nadie podría arrebatarlo de su lado.

Muchas veces me llamaba a eso de las doce de la noche, cuando Jasmine ya dormía, y me contaba esa necesidad de ver a mi hijo y a mi nieto. Deseaba tener uno propio, no tener que mecer cunas ajenas, y a veces se quedaba observando a los demás padres orgullosos de sus criaturas. Pudo ser padre con su primera mujer, en sí tuvo esa dulce sensación de que parte de ti crece en la mujer que amas. Su mujer antes de enfermar de cáncer estuvo embarazada.

Esa confesión le arrancó lágrimas de dolor, se sentía humillado al no poder tener lo que siempre soñó. Quería tener una familia y durante meses la tuvo, o al menos pudo imaginársela con ese sentimiento de orgullo que nos dan a los hombres el saber que vamos a ser padres. Sé que muchos que van de machitos abandonan a sus mujeres y a sus hijos, pero esos no tienen honor ni orgullo ni merecen llamarse hombres.

Kamijo no pudo tener cumplido ese sueño, ese pequeño deseo que tanto rogó de niño y adolescente, porque su mujer cayó gravemente enferma y terminó abortando cuando ya estaba de seis meses. El niño nació demasiado pronto, tanto que murió en el parto y nadie pudo darle más rayos de esperanzas a mi amigo. Poco después perdió a su mujer y creo que también perdió parte de su alma.

Con Jasmine se sentía completo en el terreno sentimental, vivía una luna de miel perpetua y no le importaba lo que otros pensaran de su esposo. Sin embargo, Yuu no era una mujer sino un hombre. Por mucho que su apodo fuera el de una flor, se comportara de forma delicada y tuviera sexto sentido femenino... era un hombre. Los hombres no pueden gestar hijos en sus vientres.

Sabía que en parte se maldecía por amar a un hombre y no a una mujer, porque con una mujer hubiera sido sencillo tener la familia que tanto anhelaba. Sin embargo, amaba a Jasmine por encima de él y de todos los sueños que él pudiera acumular. Había puesto por encima una vida cargada de placer y amor a otra más sosegada y familiar, todo por un amor que no podía ocultar ni silenciar.

Decidí tomar un taxi pues suponía que el tráfico sería terrible por el inconveniente de la hora. Todos los trabajadores de pequeñas, medianas o grandes empresas regresaban a sus casas para almorzar y otros iniciaban su jornada de trabajo; y no sólo ellos se desplazaban también adolescentes que salían de clase junto a autobuses escolares y de línea corriente. La ciudad era un enjambre, una gran colmena, que quedaba colapsada a ciertas horas del día y de la noche.

Me marché a la parada de taxis y me monté en uno de ellos. En cosa de tres cuartos de hora, cuando usualmente eran treinta minutos, estábamos frente al teatro. Al bajar me quedé observando las escaleras y sentí un extraño escalofrío. Recordé esa noche y los recuerdos colapsaron mi mente por unos segundos. Volví a la realidad pues el taxista pedía que le pagara el importe del recorrido.

Al subir las escaleras las frases inconclusas de aquella noche fueron terminándose de completar. Imaginariamente sentía que todo el mundo me miraba como aquel día, que me taladraban y hundían con sus sospechas. Entré por la puerta que daba al hall central y después me desplacé hacia la zona de despachos.

Llamé a la puerta y esperé que me permitiera el paso, sin embargo noté como la abría y me observaba clavando sus ojos claros en los míos. Su cabello estaba revuelto y su camisa mal abotonada. Noté todo el trabajo que tenía sobre la mesa, cientos de informes y cuentas, que se acumulaban y dejaban ver a lo lejos un pequeño tapperware con ensalada de pastas.

-Pasa.-susurró girándose para ir hacia su mesa y sentarse en ese sillón de brillante ejecutivo.

-Te veo muy ocupado, mejor vengo otro día cuando estés más desocupado.-dije con una sonrisa afable aunque por dentro me dolían los más de veinte euros que me había costado el desplazamiento.

-No, quédate.-murmuró tomando el tapper entre sus manos para comenzar a clavar el tenedor sin muchos ánimos.-Necesito hablar, como te dije por teléfono.-susurró mostrándose vulnerable y cansado.

-¿Es por lo de estas noches?-interrogué alzando una de mis finas cejas.

-Digamos que me había resignado a no ser padre, pero mis deseos me mataban.-dijo antes de llevarse el tenedor a la boca y masticar lentamente mientras me observaba.-Emma, una vieja amiga, llamó hace unos meses y conversamos durante horas.

-Al igual que hacemos nosotros dos.-dije con una leve sonrisa esperando que siguiera comiendo y pudiera hablar con tranquilidad.

-Sí, siempre suelo hablar bastante con mis amigos más cercanos.-sonrió de forma inocente, como lo haría un niño y no un adulto de su edad.-Sois como mi familia.-dijo dejando la ensalada a un lado.-¿Quieres?-interrogó.-Tengo el estómago revuelto.

-No, gracias.-respondí.

-Odio tirar la comida.-murmuró dejando los codos sobre la mesa para apoyar su mentón sobre sus manos cruzadas. Tenía la porte de un hombre de otro siglo, de esos que el honor y la honestidad iban por encima de cualquier dogma. No parecía de este siglo, sino sacado de otro mundo. Ese aspecto desaliñado le daba un toque de bohemio de las historias más románticas y sociales. Era todo un caso, un ejemplar digno de estudio.-Bien, ella sabe todo lo que pienso y he soñado durante años. Conoce bien mis sueños de ser padre, de tener una familia, y me propuso ser la madre de mi hijo.

-Eso es peligroso.-dije sentándome al fin, pues había permanecido de pie.-Muy peligroso Kamijo.

-¿Por qué?-preguntó confuso.-Es como si fuera mi hermana, ella me ha consolado en multitud de ocasiones y sé que sus genes son los apropiados para mi hijo.

-Porque nadie se ofrece así como así sin nada a cambio.-murmuré analizando la situación.

Una mujer no se ofrece a ser madre de un hijo si no tiene motivos que le llevan a ello. Para unos son puramente económicos como vientre de alquiler, para otras es el fruto del amor, unas lo tienen porque han cometido un error y prosiguen el embarazo porque no quieren matar algo que les pertenece... pero una mujer que deje su vientre, que deforme su cuerpo y sufra el parto... por nada, no era lógico. Por muy amiga que fuera de él podía presentir que no era trigo limpio lo que le ofrecía.

-Atsushi es mi hermana, para mí es mi hermana.-repitió dejando las palmas de sus manos sobre la mesa.-Atsushi es preciosa, inteligente, tiene dotes artísticas, en su familia no hay enfermedades degenerativas y genéticas.-suspiró y sonrió con un brillo en sus ojos llenos de ilusión.-Me daría mi pequeño para que yo lo cuidara junto a Jasmine, para que tuviera la familia que tanto deseo, y ella sería tan sólo la tía Emma.

-Kamijo nadie hace nada por obra y milagro de los sentimientos, no me seas inocente.-dije recostándome en el respaldo.-Kamijo esa mujer está enamorada de ti como mínimo.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt