Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 26 de marzo de 2010

Dark City - capitulo 15 - La polvora en el aire X


Fui tras él y caminé a su lado en silencio. Pero antes de entrar lo tomé de la muñeca y lo abracé. Él seguía siendo mi amigo, seguía siendo el pianista excelente y medio demente que arrancaba aplausos a cientos de personas en un teatro. Él sólo suspiró y transformó su rostro en otro más sereno y dulce. Besó mi mejilla, sus labios eran cálidos, y sonrió.

-No te preocupes por mí.-murmuró.-Llevo muchos años cuidando de mí.-susurró en mi oído antes de apartarse.-Quien debe cuidarse eres tú.

-Yo ya lo hago.-dije mirándolo a los ojos.-Me preocupas Kamijo, jamás te he visto así en mi vida.

-Porque a penas nos conocemos de un año.-dijo riendo bajo.-Te aseguro que estaré bien. Te lo aseguro.

-Te he tomado cariño.-murmuré.

-El cariño es mutuo.-susurró antes de entrar en la habitación.

Allí estaba aquel hombre curioseando revistas de moda masculina. Se movía con cierto encanto, pero después era una mezcla extra. Alzó su vista y sonrió mostrando una de las fotografías de la revista.

-¿Qué tal este traje de Armani?-preguntó.

-¿Para ti?-interrogué.

-Sí, pero también quiero uno parecido para Kurou. Aunque es casi imposible que hagan de su talla.-suspiró y resopló alto.-¿Crees que me quedará bien?

-Sé lo que intentas hacer Yoshi.-dijo palmeando su cabeza como si fuera un niño.-No sigas, no estoy de humor.

-No me gusta verte llorar Kamijo.-esas palabras fueron tan dulces, en un tono tan suave, que me pareció increíble que saliera de alguien como él.

-Debo marcharme.-dije quedándome en la puerta.-Kamijo nos vemos mañana.-miré a su amigo y él se despedía con su mano agitándola de forma infantil.-Nos vemos en otra ocasión más favorable... Yoshiki.

Cuando me despedí de él sentí que lo dejaba junto a un ser extraño. Si bien, noté como sus botas resonaron tras mis pasos. Al girarme lo vi. Era de mi estatura, sus cabellos rubios ondulados llegaban por la cintura y sus ojos se clavaban en mí. Tenía un aspecto frágil pero su forma de caminar era de un hombre seguro, casi un Dios, que pisoteaba con rabia la tierra. Colocó un cigarrillo en sus labios, pero no lo prendió al estar aún en el hospital. Ese aspecto rudo y frágil era cautivador y a la vez imprimía temor.

-Jamás pensé que Kamijo fuera amigo tuyo.-comentó con el cigarrillo bailoteando en sus labios.-Jamás pensé que tuvieras tan buen gusto.-añadió y sonrió pulsando el ascensor.

Yo quedé a su lado sin decir nada. No sabía como actuar ante un hombre como aquel. Su abrigo rojo prácticamente rozaba el inmaculado suelo del hospital. Sus botas tenían plataformas y eso le hacía parecer mayor en estatura, mayor que yo.

-Tampoco imaginaba que sus amigos fueran como usted.-comenté y él rió.

-Trátame de tú, tan sólo tengo veinticuatro años.-pulsó la planta baja y siguió riendo.

-Pensé que era tal vez algo mayor, no tan joven.-dije en un tono neutro.

-Bueno, todos aparentamos ser lo que no somos. ¿Parezco mayor?-preguntó mirándome con los ojos entrecerrados.

-No.-respondí.

-Eso pensaba.-susurró.-Aparento la edad que tengo, no como usted que parece que hizo pactos con el diablo. Aunque no creo que mi jefe pacte con personas como usted, usted siempre va de hombre decente.-hizo un aspaviento con las manos y rió.

-¿Decente?-interrogué.

-Bueno salvando que puso los cuernos a su mujer con media ciudad y sobretodo con ese hombre con el que vive ahora, con el que se caso o estuvo a punto de estarlo. El chico llamado Phoenix, muy amigo de Jasmine, y el amor platónico del idiota de Taylor.-ambos nos miramos a los ojos, yo deseaba golpearlo y creo que él deseaba destrozarme.-Salvando que todo lo que decía creer es falso, que sus apariencias eran como las mías, y que puede parecer demasiado estirado.-puso su mano en mi hombro y acercó sus labios a mi oído.-La verdad es que tiene cierto encanto.-sonrió cuando giré mi rostro hacia el suyo y se rió a carcajadas.

-¿Qué es lo que le causa tanta gracia?-pregunté notando que las puertas se abrían.

-Me hace gracia que tema a un jovencito como yo, aunque aparente total calma.-me tomó del rostro y sonrió.-No me malinterprete, no me cae mal.-salió del ascensor y yo lo seguí.

-Yoshiki.-dije en un murmullo y él se giró sonriéndome de forma cándida.

-Cuide de mi hermano como yo lo hago, pero si le hace una jugada es hombre muerto.-hizo la señal de victoria y giró leve su cabeza para luego corretear hacia un hombre de unos dos metros que le esperaba fuera.

Al salir lo vi besándolo y el otro pobre tan sólo huía temblequeando. Tan sonrojado parecía un tomate o un semáforo cerrado. Era increíble como se ruborizaba.

-Santo dios, que pareja tan extraña.-murmuré al ver como manipulaba al pobre atormentado.

-¡Kurou-kun! ¡Quiero un broche de la firma Rose and Beauty!-dijo tirando de él.-¡Anda! ¡Se bueno!

-¡Yoshiki hay personas mirándonos!-gritó su pareja intentando apartarse.

-¿¡Y qué!? ¿A caso te avergüenzas de tu esposo?-interrogó mirándolo seriamente para luego lanzarse sobre él.-¡Adiós Cheshire! ¡Tenga cuidado!-dijo desde lejos despidiéndose con la mano, mientras su esposo intentaba bajarlo de sus brazos.

Aquello era un espectáculo excepcional. Todo el mundo los observaba, pero sobretodo aquel mercedes tan lujoso. Aquel hombre besaba a su esposo haciéndole sentir minúsculo a pesar de sus centímetros. Reí a carcajadas al montarme en el coche y ver como intentaba hacer que se metiera dentro del vehículo.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt