Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 30 de marzo de 2010

Dark City - capitulo 15 - La polvora en el aire XIV


-Así que conoces a su enamorada.-dije sentándome en la otra parte de la banca. Dejamos a Paulo entre nosotros y quedamos los tres observando un amplio pasillo que daba justo al cual estábamos.-Una mujer interesante.

-Yo diría que es un lirio fresco que pide ser adorado.-murmuró Kamijo de forma poética.

-Es una bruja que ha robado mi corazón.-replicó Paulo y se echó a reír.-Yo soy idiota, me hace daño saber que vive a dos metros de mi puerta y sin embargo no me marcho del edificio.

-Es una dama que estará confusa, a saber cómo se lo dijiste.-no me contó el modo, así que miré a Kamijo y esté se echó a reír.

-Le pidió que le pintara un cuadro y el muy bobo se declaró por mensajito como si fuera un adolescente.-rió bajo y después se levantó para quedar frente a él.-Para enamorar a Jasmine no tuve que hacer eso, simplemente fui cortés y tuve detalles.

-Yo enamoré a Phoenix a base de puro sexo, vosotros dos sois muy complicados.-aquello lo dije de la forma más sincera posible. Ambos me miraron atónitos.-¿Qué? Follar es algo muy natural.

-Atsushi que poco romántico eres.-respondió Kamijo.-¿No tenéis termino medio?-interrogó.-Desean sentirse seducidos. No importa mediante qué medio, siempre que no sea puro sexo, y sobretodo los detalles.-sonrió y se puso ante nosotros.-Cada mañana preparo el desayuno para Jasmine, siempre lo hago con una sonrisa y una rosa. Le recuerdo qué debo marcharme y que volveré a mi hora. Siempre digo la verdad, jamás miento. Si tengo demasiado trabajo lo aparto.

-¿Qué?-interrogó Paulo.-Yo no puedo despegar la vista del ordenador si estoy escribiendo.-resopló.-Pides demasiado.

-No, pido cordura.-le reprendió.

-Lo dice quien se pasa casi veinticuatro horas en el teatro.-dije con una sonrisa y él simplemente rió.

-Eso es ahora porque me vi desbordado, pero él lo sabía y solía llamarle a la hora de la comida. Jamás dejo de estar en contacto con él, siempre intento que sepa que estoy ahí.-Paulo le tomó de las manos.-¿Qué sucede?

-Se mi maestro.-aquello hizo que los tres explotáramos en carcajadas.

Una enfermera vino hacia nosotros. Era una mujer joven, ni muy bella ni muy espantapájaros, con su uniforme impecable. Se quedó frente a los tres y cruzó sus brazos.

-¿Pueden dejar de hacer ruido?-preguntó.-Si desean conversar les recuerdo que tienen los jardines, la cafetería o sus casas.-dicho esto se dio la vuelta para irse al puesto de enfermeras que había a unos metros.

-Vayámonos al jardín.-dijo Paulo levantándose.

-No, mejor tomemos un café.-tomé del brazo a Kamijo y tiré de él.-Vamos a tomarnos los tres un café, Jasmine puede esperar. No me pierdo tus lecciones de conquistas, deben ser fascinantes.-alcé y bajé las cejas haciendo que él mirara al suelo.

-No bromees con mis dotes, me haces sentir un chiquillo estúpido.-murmuró antes que lo metiera hacia la cafetería.

Allí nos sentamos los tres y noté como Paulo prácticamente anotaba lo que decíamos ambos. Yo hablaba de conquistas en territorio de cama, el catre siempre me fue bien, pero Kamijo era más romántico y pedía que todo fuera perfecto en el día a día. Los dos teníamos razón a nuestro modo. Si bien, concluimos que cada mujer y hombre es distinto. No valen usar las mismas técnicas con todos, hay que variarlas dependiendo de la persona y el momento.

Realmente tanto Paulo como yo deseábamos algo, ese algo era intentar que Kamijo saliera de la rutina de contemplar a su esposo postrado en una cama. No sabíamos cuánto tiempo podíamos estar jugando a lo que llamamos el club de los románticos confusos, pero al menos fue divertido y provechoso. Tras dos cafés y varios cigarrillos, además de una contención terrible por mi parte de no volver a caer en el vicio del tabaco, Paulo y yo nos marchamos.

Kamijo no dejaba de insistir que tenía que marcharse. Deseaba volver donde estaba Jasmine y abrazarse a él con cuidado. Era un hombre lleno de fuerza a pesar de parecer un niño perdido. Me percaté como Paulo le observaba. Sabía bien que los rasgos de ese hombre eran extraordinarios. Parecía un muñeco perfecto, de esos que se hacen con cuidado durante años. El muñeco de un experto. Y a la vez tenía ese toque de malicia que podía tener un vampiro. Un personaje extraño, particularmente extraño, y a la vez un gran amigo.

Me marché junto a Paulo y durante el camino estuvimos hablando de la obra que deseaba representar. Una obra fuera de lo común, de los cánones del teatro. Era una revolución intensa. Necesitaban proyecciones, música en directo pero no de boca de los actores, bailarines y que modificaran levemente el escenario. Paulo se ofreció a ser parte del equipo. Él tendría que dirigir todo junto a Kamijo, codo con codo, y yo simplemente prestar mi voz.

No me veía con fuerzas de llamar a mis antiguos compañeros, sabía que había hecho algo imperdonable y que por lo tanto tendría la negativa. El único que mantenía contacto conmigo mediante email era Hidehiko. Él parecía estar siempre en medio. Comprendía a todos y nadie le comprendía a él. Si bien, aunque era el abogado del diablo no lo sería esta vez, o al menos eso supuse.

Algo en mí me pedía que lo intentara. Era como un ruego interno. Creo que algo en mí decía que para ser el mismo debía tomar las decisiones que no tomé de joven. Dejé que mis amigos se alejaran, muchos no volvieron a mi lado y los pocos que regresaron terminaron odiándome. Necesitaba volver a sentirlos cerca. Tal vez estaba falto de ese cariño, de esa hermandad, y sobretodo de las noches sin dormir mientras íbamos de pueblo en pueblo. Eran los recuerdos, los recuerdos me golpeaban duro, y parecían volver para quedarse.

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt