Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 3 de mayo de 2010

Dark City - Capítulo 16 - Aroma de Oscuridad - XXXI


Después de esa presentación y primeros momentos junto a él noté que era rápido manejando la información. Se movía bien por la red de redes, el tráfico de archivos, y lo deduje por tanta cantidad de información de un día para otro. Abrió los archivos que tenía en su pen y los fue explicando. También puso el audio y comentó que le había costado hablar con algunas personas. Según él todos parecían reacios a relatar sus vivencias con Lexter.

Cuando contraté a Lexter me pareció un sujeto interesante. Había pertenecido a la policía nacional, era un hombre con cualidades y honores. Sin embargo, decía estar cansado de la corrupción que le rodeaba a diario. Todavía recuerdo su rostro serio y su forma de vestir impecable.

-Necesito este trabajo, quiero seguir ayudando a los ciudadanos. No sé bien porqué me rendí tan rápido, tal vez porque ya llegó el momento en el cual me siento asfixiado. A veces la corrupción está por culpa de la prensa, pero sobretodo es por las malditas mafias. Sé que usted me comprende, por eso quiero trabajar a su lado.-el eco de su voz se hizo presente en mi cerebro al ver sus fotografías como agente.-Mi padre fue policía, mi abuelo fue policía, mi bisabuelo lo fue también. Soy la cuarta generación y he tenido que dejarlo.-sonrió con amargura.-Quiero seguir sintiendo la adrenalina, sentir el peso del arma al colocarme la chaqueta y esa maldita presión en la sien cuando el trabajo se vuelve cansado.

Jamás pensé que se involucraría tanto con mi familia. Le tenía una alta estima. Él comenzó como un amigo y se volvió mi peor enemigo. Hubo momentos en los que pensé que estaba enamorado de mi mujer. Notaba como sonreía al verla a mi lado, como era más risueño de lo habitual y sobretodo porque usaba colonias caras. Quería impresionarla. Supongo que por eso dejó que fuera infiel repetidas veces, quería que me enamorara de otra y mi matrimonio se rompiera o que Clarissa se percatara para ser su consuelo.

No me hubiera importado que Clarissa hubiera terminado en sus brazos. Siempre supe que era capaz de cuidar a una mujer, a una familia, pero terminó jugando con los sentimientos de mi ex. Jugó más duro y más cruel que yo, se comportó como un patán.

-¿Cómo se encuentra?-preguntaba siempre después de estar con Phoenix. Una sonrisa bordeaba mis labios al escuchar aquellas palabras y yo sólo tomaba una de las revistas de moda, buscaba un regalo especial para Clarissa intentando comprar así el perdón de mis pecados.-¿Pasó buena noche?

-He pasado una de las mejores noches de mi vida.-respondía siempre animado, buscando una joya cara y siempre me di cuenta que había algunas marcas en las páginas. Eran joyas y complementos baratos para mí, pero caros para el común de los mortales.-¿Tienes novia?-me aventuré un día a preguntar y su respuesta fue sorprendente.

-Digamos que quiero conseguir algo especial para una mujer que me vuelve loco.

Cuando accedí a la base de datos donde aparecía junto a mi hijo algo en mí se crispó. Eran fotografías que él mismo había retirado del mercado, había comprado y guardado en su apartamento para que no fueran descubiertos. Mi hijo era a penas un niño dejándose amar por aquel cretino, dejándose usar. Las fotografías que más me dolieron fueron aquellas en las cuales parecía ser feliz, parecía crearle un mundo alternativo.

También había alguna con la que fue mi mujer. Sin embargo, eran sólo de paseos poco comprometedores. Parecían charlas de amigos sin más. Clarissa siempre había tenido cuidado, siempre había tenido la delicadeza de no destacar demasiado.

Volvieron las imágenes del cuerpo, noticias sobre casos resueltos. Por supuesto también la herida que casi le cuesta la vida. Parecía realmente volcado en su profesión. Deseoso de más. Muy distinto al guardaespaldas que conocí.

-Aquí tengo la carta.-comentó el chico quedándose en silencio, esperando tal vez una reacción. Yo me había quedado estático metido en mis pensamientos.-¿Está usted bien?

-Sí, estoy bien.-respondí intentando sacudir el pasado, apartarlo de mí.-¿Qué decías?

-Tengo la carta de suicidio.-dijo extendiéndome un sobre.-La conseguí con esfuerzo.

Arrebaté de inmediato el sobre de sus manos y la abrí. Era una carta algo extensa, un folio por ambas partes. Le miré de reojo sin saber cómo preguntarlo.

-¿Dónde estaba? ¿La leíste?-interrogué.

-La había metido en varias bolsas de plástico, estaba con el cadáver. No sólo lo he leído yo, también los investigadores del caso.-dijo tras echarse hacia atrás en el sofá.-Es una copia.

Empecé a leerla. Quería leerla con calma, pero primero tenía que hacer una lectura rápida. Me sentía incapaz de abordarla más tarde, era en ese momento o nunca. Así que me levanté y fui hacia el jardín, tenía que leer con calma aquello. Jun correteaba de un lado a otro, incluso me siguió. Noté sus pequeñas manos sobre mi brazo al sentarme en el borde de la terraza hacia el patio.

“En algunos países el suicidio es una forma de morir dignamente, con honor, en otros es simplemente cobardía. Yo creo que lo hago porque ya no tengo honor y la cobardía me ha quemado por completo.

Confieso que he mentido, he destrozado a dos personas y me siento culpable. Ya no tengo ropa limpia que usar, ni siquiera digna, cuando antes no me faltaba mis caprichos. Pero eso no es lo que me lanza a hacer esto, no es la desesperación por lo material sino el haberla cagado con esas dos personas.

Clarissa me trató bien y yo no fui un caballero. No quiero comprometerla demasiado. Pero tan sólo quiero pedirle disculpas como último intento de redimir mis pecados.

Hizaki es otro cantar. Jugué a las dos bandas. Me dije a mí mismo que sólo sentía por él atracción, una necesidad que fue creciendo con el paso del tiempo. Él me hizo darme cuenta que era bisexual, no sólo en el sexo sino también en los sentimientos. Me alegro que haya encontrado la persona que realmente encaja con él, pero es eso lo que me ha llevado al deseo de acabar con todo.

Puedo volver a mi nivel de vida anterior trabajando con esfuerzo, soy un luchador, pero no puedo rehacer mi vida, mi historia, si parte de esa historia me la niegan. Necesito algo que no voy a tener por mucho que desee remediarlo. Cada vez me siento más solo y miserable. Ya no aguanto más.

Pido perdón a todo aquel que le jodí la vida, incluso si se lo merecían. Eso es todo. Son mis últimas palabras. Espero que alguien les pase la nota a los que me conocieron, al menos que le digan que pedí disculpas. Eso es todo.

Nos vemos en el infierno, si existe.”

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt