Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 8 de mayo de 2010

Dark City - Capítulo 16 - Aroma de Oscuridad - XXXVI


Llegué a casa poco antes de la hora del almuerzo y Jun seguía dormido en mis brazos. Phoenix no preguntó nada, simplemente se quedó observándome en silencio. Dejé al pequeño en sus brazos y fui a darme una buena ducha. El almuerzo lo hicimos en el jardín y hablé con él sobre Hero. Seth no estaba en casa, había salido a dar una vuelta porque la casa le asfixiaba.

La tarde la pasé tumbado en la cama meditando todo. Mi vida era un caos. Quería dejar de alterarme pero iba a ser imposible. El coloquio estaba cerca, muy cerca, y yo no tenía ganas de nada. Miré hacia la mesilla y había varias notas sobre llamadas que me habían hecho. No quise saber quiénes eran, primero estaba mi descanso.

Intentaba no pensar en lo que se avecinaba, más bien tan sólo quería recordar los buenos momentos compartidos con todos los que amaba. Cerré los ojos y me dejé ir por el sueño, cuando desperté lo primero que vi fue a Paulo sentado en el borde de mi cama.

-¡Qué demonios haces aquí!-exclamé sobresaltado.

-Vine a besar los labios de la dulce y cándida bella durmiente.-susurró aproximándose a mí poniendo sus labios en forma de beso.-Dame un besito.

-¡Ni muerto!-dije apartándolo y él se echó a reír a carcajadas.

-Estoy aquí para confirmar tu asistencia a la reunión de partido, será mañana al medio día. Almorzaremos como receso y seguiremos dialogando si es necesario. Tenemos que llevar a un acuerdo entre todos.-dijo levantándose con una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja.

-Estás demasiado feliz.-resoplé.

-La reunión pinta bien.-comentó acomodando sus gafas.-He conseguido que con la circular que les he enviado confirmen todos que estarán presente. Sólo quedabas tú, ni has visto el email ni has respondido al teléfono.

-Seguramente lo tendré en correo basura y el teléfono lo tengo sin sonido, aunque el de casa.-miré la nota y la tomé.-Phoenix tomó nota, pero no miré.

-Pues es mañana a las doce, no faltes.-dijo antes de irse hacia la puerta.

-¿Y Claudia?-pregunté con una sonrisa ladina.

-Ayer caminamos durante varias horas por la playa.

-Mírate, estás hecho un adolescente.-dije acomodándome en la cama.

-¿Por qué no lo dices?-interrogó.

-Te lo dije.-respondí colocando mis manos tras mi cabeza.

-Nos vemos Atsushi.-susurró antes de marcharse.

Todos sucumbimos al amor, a la pasión que nos hace entregarnos a la locura de un sentimiento único. Él no iba a ser el único sobre la faz de la Tierra que no sintiera, que no tuviera ese mecanismo. Se le veía centrado y relajado, eso era bueno para su carisma.

Era un maldito demonio, pero parecía haber encontrado su paraíso. Yo encontré el mío en varias ocasiones, tres paraísos que me hicieron conquistar la gloria de forma distinta. Él debía de decidir si ese era el definitivo, si era la oportunidad que buscaba y si la vida le permitiría poseerlo por siempre jamás.

Fui directo al despacho para arreglar los papeles. Tenía que ordenar informes y hacer un guión de todo lo que expondría. Phoenix se había esforzado con notoriedad en cada detalle. Estaba dispuesto a darlo todo. Quería demostrar a todo el mundo quién era. Yo también quería hacerlo. Deseábamos mostrarnos tal cual éramos, entrando en detalles escabrosos sólo si era necesario. La muerte de Lexter tal vez me salpicaría, pero de eso tenía que olvidarme. Tenía que bucear bien en los años en los que ocupé ciertos cargos de responsabilidad, sobretodo en años turbulentos donde las aguas parecían ahogarnos a toda la clase política. Era un momento crítico y tenía que tomarse como crucial.

Phoenix entró tras una hora. Lo hizo con un bocadillo y una cerveza. No solía tomar cerveza, pero a veces apetecía tomar un trago. Él parecía leer mis pensamientos, leer que necesitaba un respiro. Se sentó en una de las sillas y me miró fijamente a los ojos.

-Lo dejé entrar porque quería darte el recado personalmente.-dijo intentando disculparse.

-Entiendo bien el porqué, para él es importante.-comentó con una sonrisa.-Parece que le está tomando el pulso a la ciudad, el placer de hacer algo por la sociedad y sobretodo se le ve con ganas.

-Además está enamorado.-rió al oírme decir aquello.-¿Qué?

-Eres peor que una señora sentada en una peluquería. Todo lo sabes, todo los amoríos, y sobretodo te inmiscuyes en ello. Dime ¿qué le has dicho esta vez?-alcé una ceja cuando escuché sus palabras. No era cierto, sólo me preocupaba por ello.

-Sólo le di un consejo hace mucho tiempo, le dije que tenía que dejar de odiar el amor. Un escritor romántico que no ama es un escritor vacío. Sólo eso.-respondí tras un suspiro.-Además es joven, todo el mundo es propenso a enamorarse.

-Atsushi tú no tienes que darle consejos, él allá.-dijo levantándose.-Ni a él, ni a Kamijo ni a Hizaki. Ellos ya son mayores, son adultos. Hizaki es tu hijo, en algo lo comprendo, pero ellos no. Deja de ser el padre de todos, sólo te sofocas. No es bueno que te sofoques. No es bueno que te preocupes. Sus problemas son suyos, no tuyos. Ya te lo he dicho.-tenía razón, sin embargo yo no era así.

Cambié de tema radicalmente cuando pude, después estuvimos acordando cómo convencerlos. Él quería estar presente, pero le dije que no sería conveniente. Me hizo jurar que nada más acabar la reunión le llamaría, también en cuanto viera que algo iba bien o mal. Pero eso último no lo iba a hacer, por mucho que lo jurara.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt