Agarré el móvil cuando me acordé, puse la alarma para que me despertara a eso de las siete y media. Sólo dormiría correctamente unas cinco horas, pero eso no tenía ni la más mínima importancia. Sin embargo, cuando sonó, y sonó con ganas, deseé ahogarlo en el jarrón con flores que Phoenix tenía para decorar la habitación.
Me aferré a él besando sus hombros y su cuello, deleitándome con su cuerpo, para luego dejarlo arropado en la cama y marcharme a darme una ducha rápida. Tenía que estar en dos horas en el estudio, me iría dando un paseo y así me despejaría. Necesitaba despejarme.
Cuando me marchaba él seguía agotado en la cama. Sabía que le había dejado extenuado buscando fuerzas donde ya no quedaban. Seth estaba en su habitación dibujando como un poseso, parecía enfermiza su pasión por dibujar y expresarse mediante sus obras pero le comprendía. Dejé a ambos a cuidado de Jun, él seguía aferrado a su conejo de peluche.
El paseo me hizo recordar a los días en los que llegué a la ciudad, donde nadie me conocía y tenía que buscarme yo mi salario. Era hijo de un hombre importante, un multimillonario, y sin embargo tenía que recoger las migas de otros. Eso no me importaba, me fortalecía y me hacía alejarme de la sombra de mi padre. Me recordó a ese tiempo porque solía caminar por las calles desiertas prácticamente, ver los barrios más lujosos y los apartamentos de hombres de éxito y me decía que yo sería mejor que ellos, que llegaría a un triunfo mayor, y en ese momento me encontraba en uno de esos barrios donde estaba mi casa rodeada de un bosque imitación al de mi ciudad natal. Me había convertido en lo que tanto ansiaba y no era nuevo, sino que llevaba años con éxitos a mis espaldas, pero no eran éxitos en lo que tanto amaba que era la música y el arte en sí.
Llegué antes de tiempo al estudio, se hizo un paseo breve, y entonces decidí sacarme un café de la máquina que estaba frente a nuestro estudio de grabación. Odiaba los cafés de ese tipo de máquinas, pero no podía irme a la cafetería y que se me fuera el santo al cielo.
-Buenos días.-escuché la voz de mi hijo Hizaki refunfuñando.
-No son tan buenos.-respondí girándome y lo vi con ojeras, parecía cansado y también amargado.-¿Problemas en el paraíso?
-No, simplemente estoy harto de cierto gusano que me gustaría aplastar.-dijo antes de abrir la puerta de su estudio para meterse dentro.
Yo fui detrás de él, quedándome apoyado en la pared moviendo el palito de plástico dentro del vaso. Lamí el palillo observándolo como iba de aquí para allá buscando su libreta hasta encontrarla, luego refunfuñó algo bajo y me encaró.
-¿Quién es el gusano?-dije con cierta curiosidad.
-¡Pierre! ¡Pierre!-explotó.-¡Pierre es muy educado! ¡Pierre es una joya! ¡Pierre ha conseguido grandes artistas para la galería! ¡Oh Pierre!-cayó de rodillas y golpeó el piso mientras yo reía bajo.-¡¿Qué es lo gracioso?!
-Nada.-respondí aunque me eché a reír a carcajada limpia.-Eres peor que Jun.
-¡Ese tipo es un gusano! ¡No le soporto!-exclamó.
-Te corrijo Hizaki.-dije apuntándolo con el palito.-No soportas que se acerque a quién tú y yo sabemos. Vamos por Dios Hizaki, no seas crío de teta.
-¿Sabes lo peor?-preguntó acercándose a mí.
-¿Qué es lo peor?-murmuré arqueando las cejas a modo de sorpresa.-¿La tiene más grande que tú?
-¡No! ¡Que Olivier parece encantado con él!-dijo alzando los brazos y yo simplemente reía y reía.-Ya te conté que le pegué, pensé que romperle el labio le dejaría claro cual era mi territorio.
-Sí, romperle el labio es algo muy sensato. Seguro que tu madre está completamente satisfecha de tu comportamiento, porque ha sido algo tan cívico y tan maduro.-dije encogiéndome de hombros para luego salir y él me siguió.
-¿Qué? ¿No me das la razón? ¡Papá que es mamá la que intenta ligarse como si fuera una quinceañera!-le tomé por uno de sus hombros para terminar de beber mi café.
-Tu madre tiene derecho a tener una vida. No puedo juzgarla porque te recuerdo que arruiné nuestro matrimonio y ahora estoy con un jovencito que tiene prácticamente la edad de tu hermana.-él se quedó en silencio y luego se marchó hacia su estudio cerrando la puerta de un portazo.
Me aferré a él besando sus hombros y su cuello, deleitándome con su cuerpo, para luego dejarlo arropado en la cama y marcharme a darme una ducha rápida. Tenía que estar en dos horas en el estudio, me iría dando un paseo y así me despejaría. Necesitaba despejarme.
Cuando me marchaba él seguía agotado en la cama. Sabía que le había dejado extenuado buscando fuerzas donde ya no quedaban. Seth estaba en su habitación dibujando como un poseso, parecía enfermiza su pasión por dibujar y expresarse mediante sus obras pero le comprendía. Dejé a ambos a cuidado de Jun, él seguía aferrado a su conejo de peluche.
El paseo me hizo recordar a los días en los que llegué a la ciudad, donde nadie me conocía y tenía que buscarme yo mi salario. Era hijo de un hombre importante, un multimillonario, y sin embargo tenía que recoger las migas de otros. Eso no me importaba, me fortalecía y me hacía alejarme de la sombra de mi padre. Me recordó a ese tiempo porque solía caminar por las calles desiertas prácticamente, ver los barrios más lujosos y los apartamentos de hombres de éxito y me decía que yo sería mejor que ellos, que llegaría a un triunfo mayor, y en ese momento me encontraba en uno de esos barrios donde estaba mi casa rodeada de un bosque imitación al de mi ciudad natal. Me había convertido en lo que tanto ansiaba y no era nuevo, sino que llevaba años con éxitos a mis espaldas, pero no eran éxitos en lo que tanto amaba que era la música y el arte en sí.
Llegué antes de tiempo al estudio, se hizo un paseo breve, y entonces decidí sacarme un café de la máquina que estaba frente a nuestro estudio de grabación. Odiaba los cafés de ese tipo de máquinas, pero no podía irme a la cafetería y que se me fuera el santo al cielo.
-Buenos días.-escuché la voz de mi hijo Hizaki refunfuñando.
-No son tan buenos.-respondí girándome y lo vi con ojeras, parecía cansado y también amargado.-¿Problemas en el paraíso?
-No, simplemente estoy harto de cierto gusano que me gustaría aplastar.-dijo antes de abrir la puerta de su estudio para meterse dentro.
Yo fui detrás de él, quedándome apoyado en la pared moviendo el palito de plástico dentro del vaso. Lamí el palillo observándolo como iba de aquí para allá buscando su libreta hasta encontrarla, luego refunfuñó algo bajo y me encaró.
-¿Quién es el gusano?-dije con cierta curiosidad.
-¡Pierre! ¡Pierre!-explotó.-¡Pierre es muy educado! ¡Pierre es una joya! ¡Pierre ha conseguido grandes artistas para la galería! ¡Oh Pierre!-cayó de rodillas y golpeó el piso mientras yo reía bajo.-¡¿Qué es lo gracioso?!
-Nada.-respondí aunque me eché a reír a carcajada limpia.-Eres peor que Jun.
-¡Ese tipo es un gusano! ¡No le soporto!-exclamó.
-Te corrijo Hizaki.-dije apuntándolo con el palito.-No soportas que se acerque a quién tú y yo sabemos. Vamos por Dios Hizaki, no seas crío de teta.
-¿Sabes lo peor?-preguntó acercándose a mí.
-¿Qué es lo peor?-murmuré arqueando las cejas a modo de sorpresa.-¿La tiene más grande que tú?
-¡No! ¡Que Olivier parece encantado con él!-dijo alzando los brazos y yo simplemente reía y reía.-Ya te conté que le pegué, pensé que romperle el labio le dejaría claro cual era mi territorio.
-Sí, romperle el labio es algo muy sensato. Seguro que tu madre está completamente satisfecha de tu comportamiento, porque ha sido algo tan cívico y tan maduro.-dije encogiéndome de hombros para luego salir y él me siguió.
-¿Qué? ¿No me das la razón? ¡Papá que es mamá la que intenta ligarse como si fuera una quinceañera!-le tomé por uno de sus hombros para terminar de beber mi café.
-Tu madre tiene derecho a tener una vida. No puedo juzgarla porque te recuerdo que arruiné nuestro matrimonio y ahora estoy con un jovencito que tiene prácticamente la edad de tu hermana.-él se quedó en silencio y luego se marchó hacia su estudio cerrando la puerta de un portazo.
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