Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 16 de junio de 2010

Dark City - Capítulo 17 - Ironías del destino XXXVII




Y un año más es el cumpleaños de Hidehiko *-* XD dios este año he conseguido que la novela llegara a la parte de su edad justo a tiempo (XD el año pasado fue imposible)



Lo llevé a la bañera conmigo. Era uno de esos pocos niños que no te lloraba en el baño, sino todo lo contrario. Después de ponerle un pañal nuevo y una camiseta me vestí con ropa ancha, para poder estar cómodo por casa. Mientras me vestía él se miraba al espejo lanzándose besos, estaba criando a un maldito egocéntrico pero era normal al ser educado por Phoenix como hijo único.

Miré mi móvil antes de bajar al salón y vi la disculpa de Yutaka, decía que estaba estresado y había echado toda esa carga emocional encima mía. Yo devolví el mensaje con un “no importa”. Conocía bien a Uta, eran demasiados años a su lado. Sabía que él pedía disculpas de corazón y eso era lo que valía.

El timbre sonó y escuché a Phoenix gritar que ya iba él. Yo descendía por la escalera cuando vi a nuestra visita por sorpresa. Allí estaba Hidehiko observando como dibujaba mi cuñado y sonreía ante la pasión que se gastaba. Alzó la vista del enorme lienzo y me miró estirando sus manos. En ella había una caja con dibujos de mariposas azules en un fondo negro.

-Olvidé entregártelo esta mañana.-sonrió mientras me acercaba.

-Siéntate, puedo invitarte a un té frío.-dije haciéndole una indicación para que me acompañara hacia el jardín.

-No puedo quedarme mucho tiempo.-contestó siguiendo mis pasos hasta la pequeña terraza que poseíamos.

En aquel enorme paraíso que parecía sacado de Japón teníamos un pequeño rincón para nosotros, aunque solíamos usarlo poco. Era una mesa de piedra que poseía dragones tallados en sus patas. Las sillas que había conseguido también eran dragones pero tenía otros toques de fantasía de la mitología Japonesa. En el centro habíamos colocado un pequeño Buda del mismo color de la piedra.

-Veamos qué traes aquí.-dije dejando al pequeño en el césped y él enseguida correteo hacia el cajón de tierra que tenía para él. Tendría que bañarlo más tarde de nuevo, pero así nos dejaba hablar.

-Lo que te dije.-respondió observando como abría la caja.

Dentro estaban las fotografías, incluso estaban metidas en sobres con la fecha en que fueron tomadas. Había cartas, por supuesto, y todo lo que él había comentado por teléfono. Deparé en unas fotografías de cuando éramos unos niños. Sonreí por inercia, porque era algo que había olvidado por completo y eso lo trajo a la mente.

-Espera.-susurré.-Hoy es tu cumpleaños.

-Sí, no se han acordado. Sólo mi mujer recordó que hoy era mi cumpleaños.-rió bajo y encendió un cigarrillo.-Creí que te acordarías si te traía esto, pero no lo trae para que me felicitaras sino como regalo para mí. En parte quería hablar contigo de nuestras aventuras de niñatos engreídos.-me dio una leve palmada en la espalda.-Yo como tú odio cumplir años, pero me gusta hacer algo especial con ellos.

-El tiempo pasa demasiado rápido.-comenté mirando las viejas fotografías, instantáneas de una vida.-No recordaba que tenía el pelo tan largo, casi hasta la rodilla.-reí bajo observando aquella silueta casi desgarbada al estar en los huesos y ser demasiado alto para mi edad.

-Tu hijo se parece mucho a ti, sobretodo en esta.-dijo señalando otra que había, con algo más de peso y completamente de negro. Llevaba un cascabel enorme en el cuello junto a una correa con pinchos.-Idéntico.

-No le digas eso a Clarissa, seguro que terminaría gritando histérica. Hizaki tiene algo más de ella, pero su comportamiento es más parecido al mío. Hero tiene algo de mí en su forma de ser impulsiva, pero hay gestos que son de ella.

-Sea como sea, todos cambiamos y somos una mezcla de todos. Yo no recuerdo desde cuando llevo el pelo con el mismo corte, pero supongo que empecé a dejarlo así a los treinta y me gustó el resultado. Cuando éramos jóvenes todos llevábamos melena, menos Anii que siempre fue con la cresta.-rió a carcajadas.-No me hablaba a penas, pensaba que era una especie de Gurú y cuando supo que era de la edad de su hermano casi se cae de la silla.

Reíamos mirando aquello como si regresáramos. Podía vernos a todos correr por las calles de nuestra ciudad, todos buscando algo nuevo que nos distrajera de la realidad de cada cual. Me gustaba la emoción de sentir que nada ni nadie podía pararnos, nada podía detenernos a no ser un disparo certero a la nuca. No temía a la muerte como ya lo hacía. Realmente esos fueron años en los que fui Ícaro.

-¿Alguna vez pensaste en esos días qué sería de nosotros?-jamás le había preguntado, ni siquiera cuando nos volvimos a ver años después para retomar la confianza que nos teníamos.

-Siempre pensé que seríamos estrellas, que conquistaríamos cualquier escenario, que nos escucharían incluso en Estados Unidos e iríamos de gira por Londres, París, Madrid, Nueva York, México y mil ciudades más que sólo conocíamos por Geografía.-se echó a reír a pleno pulmón.-Jamás pensé que te volverías un amargado, pero has vuelto.

-¿Tú crees?-pregunté.-Yo creo que me perdí por las calles de nuestra ciudad y no regresé jamás.

-Te he dicho que todos cambiamos, pero tenemos esa base que nunca se puede moldear. Tú estás hecho de una pasta extraña, de esas que son únicas, brillas con luz propia. Aunque no sé si es bueno que te diga esto para tu ego.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt