Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 18 de junio de 2010

Dark City - Capítulo 17 - Ironías del destino XL


-Creí que era porque me gustan los imposibles y tú ponerme a prueba.-nos miramos y reímos de nuevo como aquellos días donde éramos unos niños.-Debo irme, ahora iré a darle las gracias a Phoenix por la limonada y me iré a casa con mi mujer.

-Hidehiko muchos desearían ser como tú, no intentes cambiar porque todos te queremos por como eres.-él sonrió cuando dije aquello y apagó el cigarrillo para marcharse hacia la casa.

Yo me quedé allí, pensando. Era como leer un buen libro de Saramago o Ayala. Me sentía invadido por las dudas, reflexiones profundas que usualmente no tenía. Y sí, me quedé allí meditando sobre nuestros cambios y desvaríos, recuerdos y momentos que pudieron ser y no fueron. Miraba las fotografías colocándolas frente a mí como si fuera un extenso mural. Era ver trozos de mi vida, de la suya, de nuestros amigos y en sí de la intrahistoria de la cual tanto habló Unamuno.

“Recuerda que todo tiene un momento, un principio y un final. No existen los finales felices, ni los tristes, simplemente existen los finales. Quiero tener un buen final y ese final no quiero que esté lleno de tus lágrimas. Canta junto a mí, como cuando eras un niño, pero canta una de esas canciones que te acarician el alma.”

Las palabras de mi madre venían a mi mente como las lágrimas a mis ojos. Ella estaba en una de las fotografías, sonreía intentando ocultar el miedo y el dolor. Estaba sentada junto a Yutaka en aquel primer local de ensayos.

Hidehiko no quería morir sin dejar un final, bueno o malo, pero distinto al que le deparaba ser como era. Pero si él no era reflexivo, sino te hacía pensar una sola mirada suya, no sería él y no sería concluir con su vida. Un cambio de aires va bien en personas como yo, pero no en otros que merecen quedar estáticos como si el paso del tiempo no arrasara con ellos.

Eran pensamientos que no podía compartir con él, era algo que debía darse cuenta que si cambiaba no sería él. Yo era como un camaleón, me gustaba cambiar cada poco tiempo y buscar nuevos pensamientos para satisfacer mi curiosidad.

Después de un rato guardé todo y me llevé conmigo la caja hasta mi despacho. Allí la guardé en mi cajón junto a algunos bocetos y el pen con fotos de Phoenix, seguía conservando las imágenes que compré a Jasmine aquel día. Seguía pensando en qué hacer con esas imágenes y en ellas. Decidí que tenía que pedirle a mi hijo que hiciera una copia de ellas y elaborara uno de sus collage de fotos mezclado con pinturas.

Con esas ideas en mi cabeza me marché para seguir con un día normal. No hice demasiado físicamente, pero mentalmente no dejaba de rememorar momentos. Podía describir una a una cada fotografía y el momento justo en el que se hicieron. Era extraño darse cuenta que olvidaba los pequeños detalles cotidianos porque, eran eso pequeños detalles, pero con el paso del tiempo se hacían símbolos de algo importante.

Una fotografía, a mis años, ya no era una cualquiera. Tenía en mi mente cientos de fotografías desde la de mi nacimiento, mi primer cumpleaños hasta las que ya tenía consciencia de todo lo que sucedía a mi alrededor. Me preguntaba, y aún me pregunto, cuál será la última que me tomen. Antes de morir quiero dejar por escrito que esa fotografía y la del día de mi nacimiento deberían ir en mi ataúd, un ataúd que después sería quemado para ser incinerado en su interior y notar como mis cenizas se expanden por el aire de un hermoso parque de Sakura. Deseaba estar con el mayor símbolo de mi vida y de la vida de mi madre. Las flores de cerezo siempre han estado presentes y lo estarán por la eternidad.

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Lestat de Lioncourt