Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 25 de junio de 2010

Dark City - Capítulo 17 - Ironías del destino XLVI


Cuando regresó a mi lado se tumbó junto a mí abrazándome. Era como un gato agazapado en medio de un aguacero, parecía perdido y sobretodo con temor a no conseguir sobrevivir a sus miedos. Acaricié su rostro y besé sus labios antes de recostarlo bajo mi cuerpo.

-¿Nunca te arrepentirás? Esa es la pregunta que siempre me hago.-susurró antes de notar mis labios sobre los suyos, lo callé de inmediato con aquel beso que le arrancó el aliento.

-¿Por qué piensas siempre de forma tan negativa?-dije antes de notar que no llevaba ropa interior.-¿Por qué no piensas mejor en cómo hacerme más feliz?-interrogué.-Deja de preguntarte qué haces mal y pregúntate que puedes hacer para hacerme aún más feliz de lo que ya soy.-Deja a Clarissa en paz, ya tiene a otro y yo te tengo a ti.

Dicho eso abrió sus piernas aceptando mis caricias sobre si vientre y entre sus muslos. Sonreí al notar como se sonrojaba ante la luz tenue de la mesilla de noche. Mi sonrisa canalla hizo que ocultara su rostro en mi cuello. Me aparté entonces tomándolo del brazo para que se incorporara. Me senté en el borde de la cama y lo arrodillé frente a mí, tras él estaba el espejo de cuerpo que él solía usar.

No tuve que decir nada, él sabía bien que quería. Mis ojos se clavaron en el espejo observando la imagen que me mostraba de ambos. Notaba como cada vez me conocía mejor, lo que realmente quería en cada momento. Era la segunda vez en el mismo día y sin embargo tenía ganas de más.

-Atsushi.-susurró cuando paró para mirarme a los ojos, yo simplemente le tomé de la cabeza y sonreí haciéndole inclinar de nuevo entre mis piernas.

Le tomé de las manos cuando observé que comenzaba a darse placer, él ni se inmutó cuando lo hice y sólo intensificó el ritmo de su lengua y labios. No se resistía a nada que yo hiciera, tan sólo me daba lo mejor de él. Lo aparté cuando noté que ya era el momento, lo recosté entre la cama y el suelo agarrándolo bien de las caderas. No iba a prepararlo, me parecía absurdo.

Entré arrebatándole el aire y un gemido desgarrador. Estaba arrodillado frente a nuestra cama, su torso estaba sobre el colchón del futón y sus manos jalaban de las sábanas. Yo sólo arremetía con coraje y fuerza. Cuando llegó el momento no lo dudé ni un instante, lo giré y entré nuevamente para acabar observando su rostro sonrojado y perdido en el placer.

-¿Te quedó clara la respuesta a tus preguntas?-dije tomándolo del rostro para que me mirara.

-Sí.-jadeó exhausto.

-Creo que no, que mientes.-susurré antes de morder su labio inferior.-Habrá que repetirlo.

Me levanté de la cama y lo tomé en brazos para colocarlo bien en el colchón. Me giré hacia mi lado del vestidor y lo abrí, tomé un par de corbatas que ya no usaba y jamás me gustaron. Eran de esas corbatas estúpidas que te regalan por compromiso los hijos en el día del padre, completamente horribles y que únicamente las conservaban porque eran sus regalos.

-¿Qué haces?-preguntó casi sin poder moverse.

-Dejarte claro muchas cosas.-dije atando sus manos con firmeza.-Y dejártelo de la mejor forma posible. Ya que no entiendes por las buenas, aunque digas que sí, vas a entender por las malas.-mordí su cuello y lo lamí antes de vendar sus ojos.

-Atsushi.-murmuró intranquilo.

-No hagas que me sienta tentado a ponerte una mordaza.-murmuré cerca de su oreja, la cual mordí antes de reír bajo.

Tomé sus manos atadas para luego colocarla en el pequeño cabezal atándolo a este. Sonreía de forma perversa mientras lo dejaba allí para ir a la cómoda buscando polvos de chocolate. Eran polvos eróticos que se esparcían por el cuerpo y sabían a eso, a chocolate, aunque tenía de sabor fresa y miel. Tomé la brocha para esparcirlo por su cuerpo perlado en sudor.

-¿Qué haces?-escuché que decía aquello totalmente desconcertado.-¿Por qué andas tan callado?-interrogó mientras yo tenía un juguete entre mis manos, lo introduje en su trasero y él gimió bajo.-Atsu.

-Tú lo quisiste.-dije en un suspiro.-Lo advertí.-tomé otra de las corbatas y lo amordacé.

Nada más terminar de prepararlo comencé a lamer su cuello, pecho, vientre, pelvis y mulos. Notaba como se estremecía e intentaba inútilmente deshacerse de las corbatas. Sobretodo cuando subía de intensidad la vibración del juguete, el cual no saqué cuando me cansé de jugar y quise participar.

Aquello era intenso, muy intenso. Mi corazón aguantaba, pero no me preocupaba morir en pleno acto. Era amor, lo hacía por amor y lo deseaba porque quería que quedaran claros mis sentimientos. El amor se expresa de mil formas y esa era mi única forma de mostrárselo.

Ambos terminamos prácticamente a la vez. Después de desatarlo se abrazó a mí y besó mis labios. Estaba completamente desfallecido, pero le quedaban las mínimas fuerzas para agradecer el placer que había otorgado a todos sus sentidos.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt