Y te recuerdo aún con la mirada
distante,
los brazos sobre tu cintura y tus
labios palpitantes.
Te recuerdo como si fueses una vieja
fotografía
que aún recorro con lentitud por una
olvidada galería.
Tú, sentada junto a mí
contemplándome...
como quien contempla un agujero en su
pecho
que debe cerrarse pero aún salen
mariposas nocturnas.
Tú, sentada junto a mí en nuestro
polvoriento lecho.
No olvido tus últimas palabras, ni tus
lamentos.
Te abracé contra mí en medio de un
camino
y te prometí que te buscaría bajo el
firmamento...
porque tú eras el sabor dulce de lo
prohibido.
Yo, con los ojos llenos de lágrimas de
sangre...
como un Santo que no ignora el
sufrimiento humano
y que debe secar su caudalosos ríos
por sus feligreses.
Yo, a tu lado tendiéndote al fin mi
temblorosa mano.
Ah, te amé tanto en ese instante
que sentí que me rompía en mil
fragmentos.
Y ahora que te veo, tan hermosa y
fragante
siento que no te amé tanto como ahora
siento.
Mi amor ha aumentado igual que mi
locura, porque mi locura eres tú...
tú eres mi locura, tú eres mi
belladona... tú.
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