Te meceré en mis fríos brazos
como si fueses un cálido amanecer.
Besaré tu frente igual que tierra
sagrada
de allá donde se extiende el paraíso.
Mi dulce pecado, ángel de los cielos,
hada de las tinieblas y lucero del
alba.
Mi dulce sueño, ese que insufla el
velero
hacia los extensos mares en calma.
Te arrullaré con mis canciones
de piratas, luciérnagas, demonios
buenos
y con esos paisajes que narran tus ojos
llenos de la bondad que jamás había
visto.
Mi pichón, gorrión de la montaña
nevada,
primavera tardía y verano de dulces
naranjas.
Mi dulce tesoro, ese que mil bandidos
buscan
y que se halla en los buenos
sentimientos de mi alma.
Buenos días mi Sol, Luna y estrellas
porque tú eres mis días y noches
eternas.
Te arrullaré mientras iluminas mi vida
como la vela de Pascua en una iglesia.
De su padre Lestat y su madre Rowan
para mi hermosa hija Hazel
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