Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 19 de agosto de 2013

Un hueco en tu corazón

Soporte para Armand del Jardín Salvaje
Texto basado en rol grupal.


Sentado en el borde del tejado de la tercera planta de la Mansión parecía un ángel olvidado de la mano de Dios. Sus cabellos pelirrojos se agitaban suavemente con la cálida brisa nocturna de New Orleans. Tenía sus pequeñas manos entre sus piernas, las cuales estaban cubiertas escasamente con un pantalón corto. Llevaba puesta una camiseta blanca sin mangas, algo rota y manchada de sangre, y una camisa de cuadros azul marino, celeste y con el fondo blanco. Sus pies estaban descalzos y movía sus dedos observándolos con determinación.

Cerró sus ojos color avellana dejando que la brisa rozara su flequillo. Se sentía un ave posado en el alfeizar de una ventana. Quería abrir sus alas, las que una vez Marius pintó de color negro, y planear hasta el suelo sintiéndose libre una vez más. La melancolía rozaba sus hombros y lo estrechaba contra él. Sus pequeños y tímidos labios tenían una mueca triste que parecía desdibujada.

-Morning, my dear, ww wake, laugh, love. Your smile, your eyes, my heart satisfies. Blue bird, black eyes, perched on the windowsill. Warm sun arrives, tiptoeing at my sides...- decía en un murmullo tan bajo que prácticamente nadie podía escuchar su canto- And, oh, I wish that you were here... Marius.

Era una canción que había aprendido hacía unos días y le había sosegado a pesar que se encontraba solo. Sybelle y Benji habían decidido desaparecer ambos para hacer travesuras juntos en las librerías y tiendas de música cercana. Él se dedicó a sí mismo intentando encontrarse de nuevo. La melancolía había llegado a su pecho y se había alojado como si fuese un parásito. Necesitaba a Marius, pero no lo admitiría frente a su creador. Últimamente se sentía ridículo cuando pronunciaba su nombre deseando que mostrase algo de amor hacia él. Y Daniel. Daniel no estaba en éste mundo, sino en otro, y para él ya no había curiosidad en las cosas que pudiese o no hacer.

-¡Armand! ¡Baja!-gritó una voz que provocó que se meciera hacia delante, sin miedo alguno a caer y romperse en mil pedazos. Sin embargo, la caída no lo mataría. Sus cabellos cayeron sobre su rostro acariciando sus mejillas y cuello. Era Lestat. Siempre era molesto discutir con él, sobre todo ahora que se hacía el maduro desde que Rowan le había dado la familia que siempre deseó- ¡Baja ahora mismo maldita sea!

-¡No!-exclamó- ¡No tengo porque obedecer!

-¡Has infectado tu laboratorio con varios cadáveres! ¡Se están descomponiendo y el aroma dulzón y puntiagudo de la muerte está mareando a varios de los nuestros! ¡Baja y limpia todo lo que has ensuciado! ¡Deshazte de ellos!-gritó antes de alzarse por los aires para ocupar un lugar junto a Armand- Baja ahora-dijo con la mandíbula apretada.

-Límpialo tú-fue su contestación empujándolo.

Armand terminó con un traspiés cayendo al vacío, precipitándose buscamente hacia el suelo, pero siendo finalmente recogido por las ramas de un enorme roble plantado en el jardín. Bajo este se encontraba Avicus leyendo con calma uno de los libros que Louis le había cedido. El movimiento de las ramas y el griterío le había sacado de su concentración. Miró lánguidamente al muchacho que era para él aquel pelirrojo de ojos tristes y después siguió leyendo a ritmo mortal para disfrutar mejor de los poemas. Armand sólo se bajó del árbol rechistando, quitándose las hojas de entre sus cabellos y entrando en la mansión.

Daba largos pasos, aunque debido a sus piernas cortas no eran demasiado grandes, y llevaba los puños apretados. En su recorrido se topó con Louis que tan sólo había aparecido por una visita de rigor, meramente administrativa y necesaria.

-¿Ocurre algo?-preguntó antes de llevarse la mano al bolsillo para mirar la hora en su teléfono móvil.

Louis odiaba la tecnología, pero era francamente agradable poder contactar con los mortales que se hallaban en su mansión con tan sólo apretar un par de teclas. Era pasada media noche, ya era algo tarde pero demasiado pronto. Podía quedarse con Armand y ayudarlo a limpiar todo el desastre, pero este siquiera respondió a su pregunta provocando que se encogiera de hombros y saliera al jardín delantero para marcharse.

-¡Le detesto!-gritó abriendo su laboratorio, dando un fuerte portazo y cayendo al suelo empapado en sangre.

Los cadáveres se apilaban en varios rincones, la sangre atraía a las moscas y gusanos que estaban apareciendo gracias a la carne muerta. Había realizado varios experimentos con personas desagradables, oscas, particularmente feas a su parecer, sin muchas ambiciones en la vida salvo malgastar oxígeno. La peor de todos era una mujer sin autoestima comida por la rabia, el odio y una fuerte desolación. Su corazón había sido destrozado por un joven, el cual la rechazó y ésta optó por hundirlo. Lejos de comprenderla, debido a su deseo de ser amada, la compadeció a ella y al mundo. Decidió darle un mejor futuro ofreciéndole un cambio de cabezas con un ser retorcido y particularmente feo. Pero como era habitual no funcionó.

Se dedicó entonces a licuar y destrozar sus cuerpos, así como se entretuvo con otros tantos. Durante semanas estuvo dedicándose con esmero a moldear la carne de aquellos cuerpos. Sin embargo, ni siquiera un deforme gigante de casi un metro ochenta de alto le había dado cierta felicidad al destrozarlo.

Él quería a Marius y Marius no estaba. Se habían olvidado de su cumpleaños, y aunque su maestro le había regalado un día después un nuevo artefacto eso no quitaba que se sintiera miserable.


Con esfuerzo y ciertas náuseas recogió todos los cuerpos para llevarlos al horno crematorio que poseía su pequeño laboratorio. Después de varias horas, y litros de lejía, todo parecía limpio y abseptico. Si bien, su corazón temblaba deseando algo de afecto.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt