Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 22 de febrero de 2014

La historia del amor

La historia del amor es una reflexión realizada por Armand sobre su pasado y presente. Recordando los momentos en los cuales se sintió muerto y cuando ha vuelto a la vida. 

Lestat de Lioncourt


Durante tantos años me he convencido que soy un ser de mármol, que mi corazón es piedra y que mis ojos son los de un animal solitario que cuando he descubierto el amor, me he conmovido terriblemente y he caído postrado de nuevo frente a la imagen del Señor he sabido que me mentía. Las mentiras son fáciles de aceptar cuanto más simples son. Por eso mismo yo creía que el amor no existía y que el odio, el rencor y la miseria eran los únicos compañeros de mi soledad.

Deambulo en ocasiones por las calles atestadas de diversas ciudades. Jamás estoy mucho tiempo en un mismo lugar, aunque reconozco que New Orleans es francamente fascinante. Muchos esclavos negros liberados fueron a parar a sus calles, mezclándose con la marabunta y disfrutando de la agradable temperatura que suele imperar. De Santo Domingo vinieron varias oleadas de gente fuerte y luchadora, la cual terminó echando raíces pese a las guerras y a los problemas raciales. Las iglesias tienen un sabor distinto y la sangre sin duda se agita, retuerce y seduce a cualquiera que da un trago de ella. En París la sofisticación acapara las pisadas de las damas y fulanas. Realmente no reconoces bien entre la multitud quien es quien. Turistas y parisinos se camuflan fácilmente entre los disparos de las cámaras fotográficas, las risas estúpidas y contagiosas o el simple murmullo de un teatro. New York, Londres, Roma o cualquier otro lugar siempre tenía la sensación de ser uno más. En las mezclas estaban en todas partes y cualquier ciudadano podía convertirse en mero visitante en la faz de la tierra.

En mis largos diálogos conmigo mismo, abrazado a mi propio cuerpo, medito sobre los días en los que fui feliz. Venecia resplandecía. El inicio de las fiestas de Carnaval hacía brillar los canales con nuevas luces. El mundo se giraba hacia ella. Incluso lo hacía la propia Roma aunque lo negara. Recuerdo el sonido de las voces alzándose por los callejones. Muchos hombres cantaban al amor, la gloria, el poder y la belleza que tenía la ciudad. Las ropas que algunos lucían eran bordadas con plata y oro. La seda traída de los confines del mundo se ajustaban a los hermosos pechos de las mujeres, se apretaban con el corsé y se embellecían con los complementos. Recordar aquello era fascinante y sabía que alguna vez había amado. Si bien jamás he creído que fuese amado. Marius me vio como un discípulo y un gran amor, pero eso no quita que fuese un fracaso y un terrible error. Para él no era más que un chico torturado que creyó rescatar de sus propios demonios, no obstante él jamás amó esos seres infernales que me poseían con sus terribles garras.


En definitiva siempre pensé que el amor había caído preso y lo habían conducido por el puente de los suspiros. Sí, eso había pasado. El amor quedó yermo, marchito, hundido en los canales y finalmente quemado como si fuera un papel insignificante. Sin embargo cuando noto las manos de Sybelle acariciando mis cabellos, dejando por un momento el piano, sonrío buscando su abrazo y sueño que el amor jamás se ha ido de mi vida sino que se ha transformado en ella y en Benji. Marius es un gran amor, pero también una enorme condena.  

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Lestat de Lioncourt