La historia del amor es una reflexión realizada por Armand sobre su pasado y presente. Recordando los momentos en los cuales se sintió muerto y cuando ha vuelto a la vida.
Lestat de Lioncourt
Durante tantos años me he convencido
que soy un ser de mármol, que mi corazón es piedra y que mis ojos
son los de un animal solitario que cuando he descubierto el amor, me
he conmovido terriblemente y he caído postrado de nuevo frente a la
imagen del Señor he sabido que me mentía. Las mentiras son fáciles
de aceptar cuanto más simples son. Por eso mismo yo creía que el
amor no existía y que el odio, el rencor y la miseria eran los
únicos compañeros de mi soledad.
Deambulo en ocasiones por las calles
atestadas de diversas ciudades. Jamás estoy mucho tiempo en un mismo
lugar, aunque reconozco que New Orleans es francamente fascinante.
Muchos esclavos negros liberados fueron a parar a sus calles,
mezclándose con la marabunta y disfrutando de la agradable
temperatura que suele imperar. De Santo Domingo vinieron varias
oleadas de gente fuerte y luchadora, la cual terminó echando raíces
pese a las guerras y a los problemas raciales. Las iglesias tienen un
sabor distinto y la sangre sin duda se agita, retuerce y seduce a
cualquiera que da un trago de ella. En París la sofisticación
acapara las pisadas de las damas y fulanas. Realmente no reconoces
bien entre la multitud quien es quien. Turistas y parisinos se
camuflan fácilmente entre los disparos de las cámaras fotográficas,
las risas estúpidas y contagiosas o el simple murmullo de un teatro.
New York, Londres, Roma o cualquier otro lugar siempre tenía la
sensación de ser uno más. En las mezclas estaban en todas partes y
cualquier ciudadano podía convertirse en mero visitante en la faz de
la tierra.
En mis largos diálogos conmigo mismo,
abrazado a mi propio cuerpo, medito sobre los días en los que fui
feliz. Venecia resplandecía. El inicio de las fiestas de Carnaval
hacía brillar los canales con nuevas luces. El mundo se giraba hacia
ella. Incluso lo hacía la propia Roma aunque lo negara. Recuerdo el
sonido de las voces alzándose por los callejones. Muchos hombres
cantaban al amor, la gloria, el poder y la belleza que tenía la
ciudad. Las ropas que algunos lucían eran bordadas con plata y oro.
La seda traída de los confines del mundo se ajustaban a los hermosos
pechos de las mujeres, se apretaban con el corsé y se embellecían
con los complementos. Recordar aquello era fascinante y sabía que
alguna vez había amado. Si bien jamás he creído que fuese amado.
Marius me vio como un discípulo y un gran amor, pero eso no quita
que fuese un fracaso y un terrible error. Para él no era más que un
chico torturado que creyó rescatar de sus propios demonios, no
obstante él jamás amó esos seres infernales que me poseían con
sus terribles garras.
En definitiva siempre pensé que el
amor había caído preso y lo habían conducido por el puente de los
suspiros. Sí, eso había pasado. El amor quedó yermo, marchito,
hundido en los canales y finalmente quemado como si fuera un papel
insignificante. Sin embargo cuando noto las manos de Sybelle
acariciando mis cabellos, dejando por un momento el piano, sonrío
buscando su abrazo y sueño que el amor jamás se ha ido de mi vida
sino que se ha transformado en ella y en Benji. Marius es un gran
amor, pero también una enorme condena.
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