Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 6 de febrero de 2014

The "merciful" death

Bonsoir

The "merciful" death es un texto que narra Louis de una de sus noches de caza. ¿Quieres descubrir en qué se ha convertido nuestro mártir?

Lestat de Lioncourt


La noche había caído como un telón lleno de estrellas. Al fin el cielo encapotado de New Orleans había desaparecido, pero el ambiente húmedo y fresco perduraba. Las fachadas estaban más limpias que nunca, pero también más sombrías. El raro invierno de días fríos alternados por otros más suaves, las tormentas eléctricas y las lluvias abundantes tenían a los ciudadanos algo desconcertados. Estaba siendo un invierno duro. Uno de esos inviernos que uno prefiere pasar frente a una estufa o brasero leyendo un libro o viendo la televisión hasta caer rendido. Y así cada noche. Como si todos fueran cucarachas esperando una gloriosa metamorfosis. Sí, así era.

Louis aún seguía durmiendo ocasionalmente en un ataúd. Allí se sentía más cómodo y más cercano a sí mismo. Era extraño que un vampiro dejara las viejas costumbres, pero poco a poco todos se habían acostumbrado a dormir en lugares oscuros sin meterse entre tablones. Surgía de su rincón favorito, junto a uno de sus más elegantes ataúdes, donde había sentido la vulgar y primaria necesidad de matar.

Se abrazó a sí mismo saliendo del cementerio, el cual parecía lúgubre pero encantador. Los ángeles de piedra parecían llorar por la inocencia perdida, los derrumbados sobre las tumbas se quejaban de la miseria que en él aún anidaba y esa melancolía perpetua de sus ojos, tan humanos a veces, recorrían los que alzaban sus brazos al cielo preguntándose si Dios acabaría con todos de una maldita vez.

Ya no había melancolía en su vida y a decir verdad los sentimientos más apesadumbrados, grotescos e incluso suicidas, se habían evaporado con la nueva sangre que corría por sus venas. Pero era sangre lo que quería ahora. Una sangre distinta. La sangre de cualquiera. Un líquido rojo y cálido que le hiciera volver a tener un aspecto delicado, sonrosado e incluso animado por una chispa de locura.

Sus pies le llevaron rumbo al viejo barrio francés. Allí donde Lestat aún cazaba y se divertía, el mismo donde Julien había hecho sus correrías y donde cualquier habitante de New Orleans había pisado aunque fuese una vez en su vida. Un barrio en decadencia y a la vez lleno de gloria. Los misterios que se guardaban tras las puertas de aquellas casas eran sin duda atractivas. Pero no era allí, él quería ir más allá y caminó hacia la calle Bourbon.

Allí, bajo un luminoso, una chica paseaba con sus botas altas de tacón de aguja y una pequeña falda que a penas cubría sus ingles. Llevaba un abrigo de talle corto que rozaba el final con su cintura y con un cuello de piel sintética descuidada. Sus cabellos rizados caían sobre su rostro mientras se miraba en un pequeño espejo. Pintaba con desgana sus labios sintiendo el discurrir lento de algunos vehículos.

Louis decidió cruzar y aproximarse. Ella lo miró largamente con aquellos zapatos algo sucios de fango, pero caros, con unos pantalones de vestir de tela gruesa negros y un chaleco verde a juego con sus ojos. La camisa blanca de Louis no tenía corbata que la acompañara, pero el blanco resplandeciente jugaba con las tonalidades de las luces. El abrigo de cuero de tres cuartos negros era el único tono discorde, pero hacía frío y era bueno aislando la humedad.

No tuvo que decir nada. Ambos caminaron mientras ella sentía la seducción letal de aquel asesino. Él sonreía con encanto y sin decoro. La llevó a un callejón oscuro, algo estrecho y de escaso tránsito donde la rodeó por la cintura, besó su cuello con sensualidad y abrió su abrigo. Tenía los pechos envueltos en sujetador de satén azul, el cual rompió y hundió su rostro entre sus senos. Sintió la cálida oleada de calor que estos desprendían, su aroma femenino y la sangre brotar de la herida que rápidamente le hizo.

Pronto ella cayó al suelo desplomada sin siquiera la marca de los orificios de los colmillos de Louis, pues había usado su propia sangre para cerrar la herida. Ni una gota derramada, ni un grito, ni un remordimiento y ni mucho menos demasiado tiempo para deleitarse con su compañía.


Louis salió del callejón abandonándola como si fuera desperdicio y miró la luna enorme, majestuosa y sensual. Deseó volar hacia ella, pero eso era imposible y cosas que sólo un soñador quiere. Negó con la cabeza, se llevó las manos a los bolsillos y decidió comprar un nuevo libro para terminar de añadir una guinda a su encantadora velada.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt