Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 3 de marzo de 2014

La pequeña niña

Archivo de Talamasca que me dejan subir aquí. Admitan que David sabe ponernos en su lugar ¿no sienten cierto miedo y curiosidad?


Lestat de Lioncourt

Se hallaba solo, con sus pensamientos y la luz de una vela encendida en mitad de la habitación, escuchando a lo lejos como las gotas de lluvia golpeaban el cristal. La penumbra era abrumadora, pues a penas veía la punta de los dedos de sus manos. Sus ojos se deslizaban por la mesa observando la documentación que allí se encontraba, el viejo reloj de bolsillo que había dejado sobre estos parecía no querer avanzar y entonces la media noche explotó.

Una extraña presencia se instaló en aquella habitación polvorienta. La mesa crujió, como crujieron las tablas del suelo. Las estanterías, ya vencidas por el peso de los años y la podredumbre, se vinieron abajo. Él permaneció en silencio sin mover siquiera un músculo. No pestañeó, pues no deseaba perderse el espectáculo.

Frente a él la silueta de una niña avanzaba. Tenía el cabello suelto y rozaba sus hombros. Su largo cuello de cisne era extremadamente hermoso. Poseía la belleza de un ángel y la maldad tóxica de una muñeca de porcelana rota. Sus ojos enormes se habían fijado en la enorme silueta que él representaba. Sus diminutos dedos rozaron de forma trémula el colgante que llevaba en su cuello. Era un colgante de oro que resplandecía en la oscuridad. En realidad ella resplandecía como si fuera una vela. No era translúcida, pero se veía que estaba compuesta por energía y no por algo material. Sus arrobadas mejillas lucían como si fueran manzanas aún sin tomar del árbol. La pequeña nariz parecía abrirse del mismo modo que sus labios, pues parecía algo agitada. Quizás le sorprendía que alguien la mirara como si aún viviera.

Un escalofriante grito rugió de su garganta y estalló con furia. Sus rizos dorados se movieron del mismo modo que su cabeza giraba rápidamente de un lado a otro. El pequeño cuerpo cayó al suelo y se desmaterializó. Él sabía que no era una niña real, y que ni siquiera fue una niña. Aquello era un demonio y había visto el objeto que tenía sobre la mesa. Aquel reloj no estaba allí por casualidad. Era una reliquia bendecida que siempre llevaba, poseía símbolos de diversas religiones en el dorso y marcaba siempre la misma hora.

El ambiente seguía cargado mientras él se recostaba en la silla. Llevaba ropas blancas de algodón, los pies descalzos y una cadena al cuello con el símbolo de la cruz cristiana. Sus ojos se movían raudos y precipitados por cada rincón del cuarto, aunque ni siquiera movía un músculo. Sólo eran sus ojos quienes se movían.

—Largo—le dijo.

—¿Por qué? Estoy muy cómodo—respondió tomando el reloj entre sus dedos—. Tu tiempo en la tierra es un sueño que ya debe concluir.

—¡Largo!—exigió.

—Abandona esta casa. ¿No has hecho ya suficiente daño?—preguntó con una ligera sonrisa—. Seis suicidios infantiles, dos asesinatos a bocajarro y numerosos inquilinos han terminado en el psiquiátrico—indicó jugueteando con la cadena que colgaba de aquella perfecta esfera.

Era de oro. Un oro especial. Oro bendito y mezclado con sortilegios que sólo un sacerdote como él podía conocer. Aquel demonio lo sabía. No era un hombre común. Ni siquiera era ya un hombre. El vampiro lo enfrentaba y el demonio temía. No era demasiado fuerte, pero para una mente humana simple podría ser un enemigo mortal.


La conversación subió de tono y finalmente el demonio se lanzó contra él, pero en un rápido movimiento David Talbot clavó aquel reloj en el pecho de la bestia y recitó una oración como si fuera un canto. Una y otra vez se alzó su voz sin titubeos. El demonio se desvaneció y él quedó en el suelo notando como la vela encendía los documentos. Con arrojo se quitó la ropa y apagó el pequeño conato de incendio, guardó los documentos y se marchó. La casa sería derribada en pocos días y en ese lugar se alzaría un parque. Un parque tranquilo, sin demonios ni sucesos que conmocionaran a la sociedad humana.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt