Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 27 de julio de 2014

Su propia cárcel de mentiras

Unas breves memorias, eso es todo, lo que me han dejado leer sobre lo ocurrido recientemente entre Armand y Marius. Pandora es parte de la bronca, pero diré que ha sido para defenderse el propio Armand y defenderla a ella. Creo que ambos han terminado molestos por la actitud que aún hoy día lleva Marius. ¿Y quién no lo estaría?

Lestat de Lioncourt 

El silencio se interrumpió y sus ojos se desviaron del cuadro. El pincel resbaló de sus dedos y quedó quieto tras golpear el suelo. No esperaba esa expresión en su rostro, pues podía ver la ira diluviando por sus mejillas, recorriendo como una serpiente venenosa su piel y rozando al fin la comisura de sus labios. Era un espectáculo terrible. Su pequeño cuerpo de adolescente temblaba, casi retorciéndose con furia, mientras sus puños se cerraban con fuerza y permitían que las filosas uñas se clavaran en sus palmas.

—Todas tus palabras son tan baratas—dijo, con voz quebradiza, mientras daba un par de pasos al frente.

Aquella ropa juvenil, de jeans desgastados y camiseta celeste, le daba un aspecto imposible; se veía más delgado pues su cadera y clavículas se notaban marcadas por debajo de la tela. Sus ojos castaños tenían destellos dorados y dejaban escapar lágrimas de sangre cada vez más gruesas.

—¿Por qué dices eso?—preguntó en tono solemne.

—Comprendo que te dejes cautivar por su belleza e inteligencia, pues incluso yo quedé seducido en cierto modo. Jamás creí que ella pudiera tener un cabello tan sedoso y perfumado, unos ojos tan profundos y unos labios tan carnosos. Nunca quise creer que mi rival fuese tan intrépida e inteligente, jamás. Sin embargo, esperaba que aún así tuvieses la decencia de amarnos por igual—explicó casi atragantándose con sus palabras—. Eres un asco. Tus palabras de amor son tan baratas... tan vacías.

—Amadeo, yo os amo a ambos—intentó calmar los ánimos esbozando una sonrisa, pero aquello sólo prendió más a su discípulo.

—Amadeo... Amadeo murió hace siglos porque tú no fuiste a rescatarme. Preferiste seguir los sueños que te dictaba Akasha. Incluso creo que ella era y será más importante que yo. Fui un juguete del cual te cansaste, un ser horrible que no hizo lo que tú querías. Me deshice en halagos hacia ti, te hice el amor como si fuese el último día de mi vida cada noche y te concedí mi alma. Sólo tuve una cosa a cambio, una sola cosa, y fueron tus mentiras—dijo varios pasos hacia él, tiró el caballete al suelo y pisó la pintura que por supuesto aún estaba fresca—. Ojalá jamás vuelvas a sentir amor. Ojalá ni ella ni yo creamos de nuevo tus sucias palabras. Ojalá te pudras.

Marius sintió una rabia incontrolable, como si un volcán entrara en erupción en su corazón y derramara lava hacia cada trozo de su cuerpo. Sin embargo, Armand tenía razón. Él había pedido torpemente disculpas, que no sirvieron de nada, pero no lo iba a admitir jamás.

—¡Cómo te atreves!—exclamó.

—Me atrevo porque eres un mentiroso. Dijiste que jamás sentí miedo o tristeza, que eso lo veías y sentías. Siempre tuve miedo, jamás he dejado de tenerlo, y nunca he conocido otra felicidad igual a la de Venecia. Eres tan rastrero y tan sucio—sonrió amargamente y luego se echó a reír—. Dios es más caritativo que tú.

De inmediato Marius lo agarró del cuello con su mano derecha, sus dedos presionaron su delicada piel y sintió la dureza de sus músculos. Armand sonreía victorioso a pesar que seguía llorando.

—Hazlo, destruye lo que soy—susurró—. Debiste hacer eso en vez de permitir que me llevara Santino. Aunque él fue mejor que tú, siempre será mejor que tú.

—¡Largo de mi vista!—lo apartó empujándolo contra una columna—. Vete.

—Por supuesto que me voy, pero no esperes que Pandora regrese a tu lado. Te mereces la soledad en la que vives—volvió a sonreír con una malicia terrible, justo antes de darse la vuelta y salir corriendo hacia la salida de aquel palazzo.


Marius se derrumbó. Había mentido tanto sobre ambos que ya no sabía que era real y que no. Jamás le perdonarían sus fracasos. Se lamentó profundamente por todo, pero jamás lo admitiría. Él nunca admitiría esos errores. Nunca lo haría. El cuadro que yacía destrozado era una pintura de Pandora. Aún seguía pintándola, al igual que a Armand. Sus dos grandes amores se evaporaban y quedaban reducidos a recuerdos mal narrados.  

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Lestat de Lioncourt