Julien aquí dando lecciones de moral... Digo, una vieja carta que se escapó de la quema que hizo su hija en el jardín.
Lestat de Lioncourt
La maldad no es sólo un punto de
vista, es una forma de vida. Hay que aprender a realizar pequeños
actos de maldad en beneficio de aquellos que se aprecian. Una sonrisa
tímida puede esconder un cuchillo afilado que se enterrará en tu
corazón, destrozará tus sueños en mil pedazos y ahogará en
lágrimas las esperanzas más simples. Se debe apreciar el mundo
dentro y fuera de la oscuridad. Ocurren cosas que no se pueden medir.
Sobre todo, los amigos que vienen del más allá y envuelven nuestras
vidas en un misterio único. La maldad no es un punto de vista; al
menos, no lo es para un Mayfair.
Nací en una época donde la esclavitud
aún estaba bien considerada. Muchos maltrataban a sus esclavos. Yo
prefería tratarlos como iguales, pues así su confianza era ciega y
su trabajo era más productivo. Jamás golpeé el rostro de uno de
mis muchachos. Nunca insulté o humillé a una de mis criadas. Las
plantaciones daban beneficios tan prósperos que podía invertirlos
en negocios locales. La vida era plácida. Si bien, todos me temían
por los trucos con un diablo. Pero no era un diablo, era sólo
Lasher. Era un fantasma, aunque no uno común.
Esta página de mis memorias, las
cuales no sé si alguien llegará a comprender o leer, no es tan
terrible como se pueda imaginar. Sólo deseo dejar por escrito
algunos pensamientos. Pensamientos que quizás puedan ser terribles
para mis descendientes. Pero alguien tiene que hacerlo. Me encuentro
sin fuerzas. Sé que en unos meses mi vida se apagará como la llama
de una vela. Yo lo sé. Estoy a punto de sufrir el trance más
terrible. En estos momentos, sólo puedo confiar que sea dulce y que
la lluvia caiga del mismo modo que cayó sobre cada uno de los
ataúdes de las brujas de la familia.
Tenía tres años cuando Lasher
finalmente se aproximó a mí, y, desde entonces se convirtió en mi
sombra. Una sombra alargada con una voz profunda y unos ojos
demasiado hermosos. Comprendo que pueda sonar terrible, pero se
transformó en mi amante y en el beneficiario de mi cuerpo. He
permitido durante décadas que entre en mi cuerpo, haga lo que quiera
y se divierta. El trato es que no haga daño a la gente que amo. Él
dice amarme. Me toca en las noches, besa mis labios y arremete contra
mi cuerpo con el vigor de un muchacho joven. Hace décadas todo era
placentero, olvidé por completo el pavor que tenía hacia él, pero
ahora que el tiempo corre, y que Stella demuestra tener mayores
poderes que su madre, siento pánico. No quiero la misma vida para
ella, ni para otro de mis descendientes. Hice pactos terribles,
acepté dinero sucio y maté. Tengo las manos manchadas de sangre y
el arma, casi siempre, es Lasher. Es ese monstruo que todos llaman
“El hombre” y algunos conocemos como “Impulsor”.
Estoy contemplando como baila frente a
mí. Se mueve lentamente con la música que he puesto para él. Si
hay música él no se entera de nada. Es como un niño. A veces, creo
que es demasiado inocente y después caigo que ha hecho una compleja
tela de araña. Puede ver el futuro, tiene una capacidad destructiva
terrible y puede modificar la climatología. No es un ser simple. Él
es terrible. Me incita a ser igual de terrible que él. Mi hermana se
volvió loca por nuestros juegos. Mi madre murió loca por su
murmullo. Muchas de mis antepasadas murieron jóvenes, y en la
hoguera, por sus negocios. Lasher es sinónimo de muerte.
Pero esta noche, como las anteriores,
él a venido con besos dulces y caricias íntimas. Sus dedos se han
escurrido bajo mi pijama de franela. Su lengua acarició la mía con
la ternura de un hombre sabio y la impetuosidad de un joven. Sus
abrazos eran terribles, como si fueran cuerdas, igual que el balanceo
de sus caderas. Se comportó conmigo como si fuera un amante
entregado, pero sé que ya tiene su objetivo. Yo sólo soy un viejo
recuerdo. No seré su último amor. Nunca lo he creído. Ya no podré
proteger a la familia. Tampoco podré ambicionar mayor poder.
Me he parado a leer unos segundos, tan
sólo unos segundos, todo lo que he escrito y me percato que cada
línea habla de amor y odio hacia el fantasma que nos persigue. Un
ser que parece atrapado en una casa, encadenado a la esmeralda y a
cada uno de nosotros. Algo que aún no he descifrado. El tiempo se
echa encima, las agujas se mueven solas y yo sigo esperando un
milagro.
1918, Nueva Orleans
Julien Mayfair
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