Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 28 de enero de 2015

Promesas vacías

Nicolas arremete contra mí... Ya estaba tardando.

Lestat de Lioncourt


Esos besos que me diste, ¿algunos fueron sinceros? ¿La inocencia de tu rostro era sólo una fachada? Recuerdo esos ojos intensos que tanto me contemplaban y atraían, como si fueran dos océanos de pesadilla, envolviéndome en su gris manto y cubriéndome como si fuera nieve cálida. Me arrebatabas el aliento y la conciencia, me atormentaba tu luz y picaresca, pero sobre todo quería retenerte. Te atrapaba buscando cierta esperanza a mi alma. Me vaciabas y llenabas con cada palabra, arrebatándome la verdad y arrojándola a las llamas donde sólo quedan cenizas, recuerdos y unas breves notas de violín.

¿Alguna vez me amaste? ¿Me amaste tanto como yo te pude amar? ¿Nos convertimos en dos marionetas del destino o fuimos nosotros quienes cavamos nuestra propia tumba? Quizás éramos un par de romeos enamorados cantando versos de poemas jamás escritos. No lo sé. Tal vez nos convertimos en un par de Quijotes esperando una gran aventura, la cual nos destrozó dejándonos prácticamente sin sueños. En el páramos donde yacía mi alma, completamente sola, aguardaba también la vela de la esperanza. Siempre encendí esa vela por ti. Jamás apagué la llama. Esperaba que tú me comprendieras del mismo modo que yo lo hacía, que me amaras incluso en los peores momentos, pero sólo te alejaste como si fuese el cadáver de una de tus víctimas. Para ti no supuso nada mi amor, al menos así lo sentí, y ni mucho menos aceptaste mi disparatada idea de convivir entre mortales, engañarles y arrancarles lo poco que les quedaba. Lo poco que nosotros teníamos, Lestat. Aquello que nos quitaron a todos dejándonos desheredados por completo. Convirtiéndonos en seres oscuros sin futuro, aunque el tiempo fuese nuestro.

Recuerdo aquel primer beso. Fue un arrebato tuyo, como siempre, mientras yo intentaba explicarte lo costoso que fue curtir la piel de la capa que mi padre te había hecho. Mis manos se movían rápidas por el forro, acariciando sutilmente cada pelo, sintiéndome arrinconado por tu aspecto desafiante, fresco y algo tosco. Cuando pude tomar conciencia de lo que hacíamos ya te sostenía, aferrado a ti apoyando mis brazos en tus hombros, notando como me agarrabas de la cintura y me pegabas a uno de los gruesos muros de tu castillo. Aquella cuadra fue para nosotros el inicio de todo. Tu lengua me arrancaba la agonía que sentía en mi pecho, mis ojos se cerraban con fuerza igual que los de una jovencita que ama por primera vez, y mis piernas temblaron. No eras el primer hombre que me arrancaba el aliento, pero sí fuiste el primero que hizo que ardiera por cada caricia.

Dime, ¿te saciaste? ¿Bebiste todo el cáliz de mi vida? ¿Me arrebataste todos los sueños? ¿Quebraste cada trozo de mi alma? ¿Lo hiciste? Estoy seguro que no sabes contestar a estas miserables preguntas, pero sí te puedo decir que me decepcionaste. Esperaba que me pudieses contar todo, que confiaras en mí plenamente, y, sin embargo corriste a refugiarte bajo las faldas de tu madre.

Olvidaste mis gemidos y mis ojos encandilados cuando me desnudabas. Hacías todo tan brusco, pero siempre me tratabas con cuidado. Era como si el perfecto caballero entrara en tu cuerpo, deseara ser dulce y atento, antes de arrancarme la poca decencia que aún guardaba. Tus dedos largos, aunque más toscos que los míos, rozaban mi vientre y apartaban el cabello de mi rostro. Los míos eran una serenata que palpaban ciegos cada uno de tus músculos. Me tratabas como a un idiota, cuando el único idiota eras tú. Podía estar enamorado, pero sabía que significaba cada uno de tus movimientos. Sé que me amaste, y esa es tu condena, aunque ni siquiera llegó a los límites de la demencia como sucedió conmigo.



Dijiste que viviríamos juntos para siempre, que no me dejarías caer, que el mundo lo sostendríamos juntos y que confiara en ti. ¡Qué estúpido fui al creer que las promesas se mantienen!  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt