Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 5 de marzo de 2015

La verdad de un monstruo

Antoine es un dramático... Me gustaba ayudarlo y me divertía. Louis se había amargado en los últimos años. Nada más. Además, ¿qué hay de malo tener un amigo?

Lestat de Lioncourt


Él vino a mí. Me sedujo como suele hacerlo con todas sus víctimas sin importar nada. Es un monstruo perfecto. Posee una belleza mágica que sabe canalizar con sus palabras seductoras, su sonrisa canalla y su pose elegante. Jamás he visto a un hombre tan distinguido, pero tan patán a la vez. Me llamó la atención su acento. No era un criollo, sino alguien que había venido de la misma zona de Francia de la cual yo había escapado. Sus labios carnosos se movían lentamente mientras pronunciaba frases en inglés, pero también en francés. Parecía hechizado porque nadie puede ser tan perfecto.

Vivía en un cuartucho con las pocas pertenencias que mi familia había logrado rescatar. Parte de mi vida había quedado reducida a nada. Mis padres ya no estaban ahí para llenarme con su amor y respaldar mis estúpidas decisiones. Tan sólo tenía diecinueve años y había perdido todo. Mi apellido, el pasado glorioso de mi familia, no servía para nada salvo para sacarme lágrimas. La Revolución había hecho rodar cabezas, salpicar de sangre inocentes los vestidos de las burguesas y alentar al pueblo a masacrar a los nobles a cambio de alzar a los nuevos ricos. Estúpidos. No mataban al opresor, pues sólo se colocaban nuevas cadenas y bozales.

El piano era mi único consuelo. La música me daba cierta paz. La música y el alcohol me calmaban. El vino se deslizaba por mi garganta y me hacía sentir pletórico. Mis manos no temblaban al rozar las piezas de diminuto marfil. Tampoco lo hacían al levantar el vaso. Sin embargo, el resto del tiempo temblaba aterrado y sollozante.

Él calmó del todo ese dolor. Él llenó el vacío. Él me besó arrebatándome el aliento y yo caí en sus brazos aferrándome a su chaqueta. Fue tras una larga conversación en una taberna, después de llevarlo a mi cuchitril y demostrarle mi escaso talento frente al piano. Creo que jamás he visto a nadie tan eufórico ante una pieza tan simple. Parecía rememorar viejos tiempos, sobre todo porque murmuró un nombre un par de veces. El nombre era Nicolas. Pero lo importante fue su beso. Un beso terrible que me empujó a desnudar mi alma, permitiendo que me tocara y me liberara de mis cadenas.

Las siguientes noches lo esperaba con miedo y ansiedad. Se convirtió en mi mecenas, mi amigo y en ocasione mi amante. Ocasiones furtivas y terribles. Su lengua hacía estragos, sus manos me arañaban el alma y sus caderas marcaban el ritmo de la música que no cesaba cuando me tenía frente al instrumento. Fui su amante sin saber la verdad. Cuando la supe me sentí tentado, pero también dolido.

Un vampiro. Era un vampiro. Un ser de la noche. Un monstruo para todos, inclusive para mí. Alguien que ya tenía el corazón vetado por la reveladora historia que él me narró. Secuestró mi felicidad y me hizo sentir humillado, pero aún así estaba encandilado por su arrogancia, sentido de la belleza y pasión. Era leal a él. Acepté ser su “hijo” del mismo modo que acepté que huyera tras Louis y Claudia, su familia. Él dijo que se quedaría conmigo, pero ellos eran más importantes. Ellos siempre lo han sido. No importaba los crímenes cometidos contra él, tampoco que huyesen de su lado o lo odiasen. Él los amaba. Y, de alguna forma, sé que lo sigue haciendo.


He regresado a su vida, pero lo he hecho de forma silenciosa. Sé bien cual es mi lugar.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt