Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 30 de abril de 2015

El momento

Si tanto quería verme, ¿por qué siempre me huye? 

Lestat de Lioncourt


—Mentí—dije con mis ojos enfocados aún en las líneas del libro que estaba sobre mis muslos. Tenía las piernas juntas, rodilla contra rodilla, mientras acariciaba cada párrafo como si fuese un misterioso regalo. Guardaba celosamente cada recuerdo de esa noche, el murmullo de la cinta, el sonido de los botones para seguir grabando mi voz y el humo del tabaco dispersándose por la habitación. Él, un joven periodista, me decía que prosiguiera y yo, un vampiro desesperado, narraba mi historia con sutiles matices de drama y victoria que no correspondían a la realidad—. Disfruté de las mentiras que conté sobre él. Sobre Lestat—admití alzando el rostro, para encontrarme con aquel muchacho algo desgarbado. Tenía un rostro hermoso. Sus ojos azules eran profundos y ligeramente salvajes. Había dejado de tocar para salir al jardín. Me buscaba. Quizás quería hablar de cosas que no habíamos sabido admitir ni él ni yo. Me aterraba saber que Lestat lo creó a él, quería que fuese nuestro compañero y a la vez veía en aquella criatura el monstruo perfecto. Tenía cosas de su amante Nicolas y poseía los modales refinados que yo tenía—. Fue mi mejor venganza—dije—. Saboreé cada palabra, paladeé entre mis dientes las sílabas de las mentiras que promulgué y juré que eran testimonio cierto. Asumí de inmediato que si decía la verdad nadie se vería interesado en mi historia, la cual no llegaría demasiado lejos y él no respondería airado, frenético y dichoso de ser recordado aunque fuese como un villano. Estúpidamente soñé con ese momento.

—No te reprocho nada—susurró.

Parecía una pintura al óleo con detalles perfectos y soberbios. Pude comprender el motivo por el cual Lestat lo había convertido. Era hermoso. Y esa belleza, la cual me arrancaba el corazón y lo apretaba con fuerza, me provocaba ciertas inquietudes. Si Lestat podía crear compañeros como él, David o su propia madre ¿por qué era yo tan importante? A veces sentía que sólo jugaba con mis necesidades.

—¿Lo amas?—pregunté.

—Lo admiro. Amo su fuerza—dijo con una sonrisa bondadosa.

Llovía. Estaba lloviznando antes que él viniese. Las gotas de lluvia calaban ya su camisa, pegándose a su cuerpo, mientras que mi chaqueta aún me guarecía ligeramente. Sus ojos brillaron con una emoción impropia de un vampiro. Parecía humano, igual que yo. Pero yo quizás parecía aún más entregado a una humanidad que me parecía perversa, vacía y sin sabor. Mataba por placer. Codiciaba la sangre. Había evolucionado hacia un lado cruel y taciturno propio de un ser humano, propio de un codicioso mortal.

—Amo a Armand y la música de Sybelle, pero también amo tu compañía y la de Benji. Ahora no estoy solo—dijo tomando asiento a mi lado—. Márchate.

—¿Qué?—me sobresalté y lo miré. Él no me miraba. Miraba la casa. El jardín era nuestro y la casa era de la música del piano de Sybelle y la voz dulce de Benji que transmitía las últimas noticias.

—Deseas irte. No te retendré. Nadie aquí desea retenerte, Louis. No sé como te has quedado a sabiendas que él está reuniéndose en su castillo—rió bajo, como lo haría un muchacho, y luego tomó el libro de entre mis manos y lo cerró—. Es historia, no presente. Tu presente está en Francia.


Había tomado ya la decisión de marcharme, pero no sabía que era tan evidente. Él me estaba dando un empujón final. Quería que volara lejos de allí, me entregara a sus brazos y me perdiera entre sus besos. Esa noche me marché. Decidí irme. Quise buscarlo. Deseaba verlo a los ojos y reprocharle cosas que jamás tuvimos. Era el momento.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt