Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 8 de junio de 2015

Archivo Talamasca

Hoy la emisión en la radio será de Los Archivos Talamasca, en vez de las entrevistas de La Voz de la Tribu. La entrevista a Viktor se hará la próxima semana.

Lestat de Lioncourt


Sucedió hace algunos años. Fue algo que nadie desea recordar, salvo los estudiosos vinculados a cada uno de los hechos que acontecieron entre aquellos frágiles muros. La vida no volvió a ser igual, el té ya no tenía el mismo sabor y las noches se convirtieron en horas intranquilas.

El comienzo de la historia la podemos situar en un barrio tranquilo, de personas de clase media y ajardinado para que los más jóvenes, tanto niños como muchachos, disfrutaran de su tiempo de ocio. Es el típico barrio agradable al que todos desean mudarse para pasar sus días rodeados de una comunidad de vecinos agradables. El barrio en concreto está en Gran Bretaña, en las afueras de Londres, donde el césped crece con fuerza y diversos colegios parecen tener fama por sus estrictas normas.

Hacía más de quince años que la vivienda se encontraba a la venta. Algunos vecinos habían logrado trasladarse a otras zonas de la ciudad, unas aún más tranquilas porque sus hijos habían crecidos y ellos deseaban viviendas más pequeñas. Sin embargo, aquella casa estaba situada en el corazón del vecindario y estaba comenzando a ser un punto negro para la oficina de venta de viviendas. La inmobiliaria era incapaz de vender aquella hermosa casa de ladrillos vistos, amplio jardín, garaje con buen acceso a la carretera y elegante mobiliario. No era la zona, sino la historia.

La vivienda había sido adquirida al principio de la década de los ochenta, cuando el barrio comenzó a tener vida. Era una familia joven que se había trasladado desde las afueras. Deseaban tener mayor acceso a las escuelas y también, por supuesto, a las oficinas que se encontraban muy cercanas al centro de la ciudad. Tenían un bebé de tan sólo unos meses y esperaban llegar a ser una familia numerosa, como siempre habían soñado. Aquel barrio les daba todas las facilidades que habían soñado alguna vez.

George y Louise eran personas creyentes y decidieron comprar aquella casa, y no otras algo más alejadas, porque la iglesia estaba tan sólo a cinco minutos andando. Para ellos tener la iglesia, el colegio y varios parques agradables cerca de su vivienda era algo importante. Al igual del sosiego de vivir cerca de vecinos de apariencia tranquila y bondadosa. Fueron recibidos con cordialidad y se adaptaron al barrio con asombrosa facilidad. Sus respectivos trabajos estaban a menos de treinta minutos en coche. Ambos trabajaban para la misma empresa y tenían horarios similares. El pequeño solía quedarse con la asistenta, la cual contrataron con la esperanza que fuese de ayuda también para mantener el hogar aseado y habitable.

El pequeño, Lionel, era tranquilo y no solía escucharse su llanto. Solía estar en su cuna apaciguado jugando con algún peluche de trapo, así como jugando con su pelota en el pequeño recinto de juegos. El pequeño tan sólo tenía diez meses. La cuidadora solía dormir mientras el niño jugaba, sin prestar atención a sus necesidades.

Una tarde, cuando ambos padres llegaron del trabajo, se encontraron que el bebé se había caído de la cuna. Ella había dejado mal colocada la barandilla y se había precipitado al suelo. El pequeño estaba frío, su pequeña frente se encontraba abierta y sus pequeñas manos se hallaban cerca de sus rizos dorados. Había estado llorando hasta que terminó muerto. La cuidadora se hallaba en una de las habitaciones dormida, recostada en la cama de invitados, y ni siquiera había escuchado a los padres llegar.

La rabia, la impotencia y el dolor provocaron que aquel hombre bondadoso, de sonrisa tranquila, y comprensivo se convirtiera en un demonio. Su hijo, su primogénito, en el cual había puesto tantos maravillosos planes había muerto por la ineptitud de aquella mujer. De inmediato arrancó el teléfono y con el cable la asfixió. La asistenta no pudo siquiera gritar. Tan sólo intentó resistirse arañando las ropas del joven padre. Ella terminó muerta sobre la cama, mientras Louise, la madre, lloraba aferrada al cuerpo del pequeño.

Rápidamente intentaron ocultar el cuerpo, pero el llanto desgarrador de la madre había provocado que una vecina llamara a la policía. El padre terminó en la cárcel y la madre en una institución mental, pues no logró reponerse del acto cruel de su esposo y de la muerte del pequeño.

Los siguientes compradores adquirieron la casa gracias a una cuantiosa rebaja, pero al saber la historia sintieron cierto rechazo por la vivienda. Sin embargo, decidieron seguir viviendo. Sin embargo, una noche huyeron de la casa. Dentro de ella ocurrían fenómenos extraños, se escuchaba el llanto desgarrador de un bebé y había objetos que se arrojaban a la pared. La casa, por supuesto, pronto encontró comprador y terminó en manos de una pareja joven. Eran tan jóvenes como los primeros compradores.

Una mañana, tras varias noches en vela por los extraños sonidos que lograban destrozar su descanso, Peter, el esposo, despertó sobresaltado al encontrar a su mujer muerta en la cama. Había muerto a golpes. Llamó a la policía y descubrieron que había sido él, pero él no lo recordaba. No sólo perdió a su mujer, sino a su futuro hijo y la libertad.

Después de aquello estuvo cerrada por casi quince años. Pero finalmente fue adquirida por un matrimonio con tres hijos, uno de ellos a punto de irse a la universidad. Nadie en el barrio era capaz de explicarle los extraños y terribles hechos que habían sucedido. Sin embargo, una mañana todos se habían marchado y en la habitación, donde murió el bebé, rezaba en letras de sangre “Bienvenidos al infierno”.

Dos destacados miembros de la actual orden de la Talamasca decidieron investigar cada uno de los sucesos. Estuvieron al corriente de cada hecho que sucedía. Pero jamás lograron dar con la familia. Ésta desapareció. Quizás viajaron fuera del país, o tal vez otro hecho aún más terrible les persiguió aquella noche. Es algo que no se ha podido esclarecer.

Estos dos miembros, cuyos nombres no se ofrecen por seguridad de ambos, decidieron vivir allí durante algunos días. Captaron violetas sacudidas en las puertas, objetos que volaban por las habitaciones hasta encontrar una pared, muebles que se movían y espectros. Había fantasmas. Lograron vincularlos a los asesinatos a excepción de uno. Era un niño. Un pequeño de escasa estatura de ojos verdes y cabellos negros, muy rizados, con la piel blanca. Él no hablaba, no lloraba y tampoco actuaba. Sin embargo, los demás espíritus tenían miedo de él y el bebé lloraba arrastrándose por el piso.

Ellos habían estudiado la vivienda incluso mucho antes de su construcción. Allí no había muerto nadie. Era un campo. Nunca hubo hechos terribles antes del primer asesinato y el homicidio negligente. Sintieron un terrible dolor de cabeza, algo que comentó Peter Smith que pudo declarar sobre el asesinato de su esposa, y ambos comprendieron que era aquel niño el inicio de todo. Podría decirse que era el culpable de la muerte del pequeño Lionel y su cuidadora, ya que pensamientos extraños empezaron a discurrir por la mente de ambos. Finalmente se marcharon.


La casa sigue vacía esperando comprador y lo vecinos intentan no transitar por la acera. Todos sienten pánico. Los ruidos permanecen en la vivienda haya o no personas viviendo allí. Inclusive hay luz en la habitación que fue del pequeño, aunque no hay electricidad en la vivienda.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt