Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 30 de junio de 2015

El amor

—¿Qué es el amor?—preguntó sentada en aquel enorme diván.

Sus hermosos rizos dorados caían sobre sus hombros, rozaban su nuca y llegaban hasta la mitad de su espalda. Tenía unos tirabuzones perfectos e idílicos, como si hubiesen sido pintados por el mejor de los artistas. Sus mejillas estaban sonrosadas y sus labios parecían dos cerezas maduras. Tenía los ojos azules, de un azul intenso como el cielo en verano, y sus manos, pequeñas y algo rechonchas, se veían encantadoras enfundadas en aquellos guantes de encaje. Su vestido celeste, las cintas de su pelo y sus zapatos de charol conformaban la imagen soñada de una muñeca que cobraba vida.

Claudia llevaba más de unas semanas con nosotros. Aún se acostumbraba a jugar entre los libros de poesía de Louis, coqueteaba con el piano que había adquirido para que ella tomara nociones de música y recorría la casa aferrada a su primera muñeca. Era hermosa. Jamás sentí más amor por otro ser que en ese momento. Un amor puro e inconfundible. El orgullo de padre rebosaba mis labios, me hacía contemplarla como un pequeño tesoro y no el monstruo que podía llegar a ser. La amaba más que a mi vida, pero eso Louis lo desconocía. Él sólo veía una argucia para que nos quedásemos unidos. Era un estúpido, pero creo que ya no piensa lo mismo. Sé que él sabe que en esos momentos yo era un padre y ella mi hija, por ende me sentía orgulloso al verla frente a mí de ese modo.

—El amor...—murmuré recordando a mi madre caminando a mi lado, entre la nieve y el frío, mientras tiraba de mi brazo. Reprimía mis lágrimas en aquellos recuerdos, intentaba no mirar atrás y ver la congregación desdibujada tras nuestros pasos. Ella hablaba de futuro, de mentiras y verdades. Pero sobre todo hablaba de amor. Decía amarme y por eso me rescataba de aquellos muros de piedra, tan similares a los de nuestro hogar, porque decía que sería para mí el fin y que no había dinero suficiente para una educación esmerada como yo deseaba. Amor... —Verás...—susurré intentando encontrar las palabras idóneas.

Me encontraba en mitad de la sala, con los brazos cruzados sobre mi pecho. Levanté mi mano diestra para tocar mis labios, los acaricié unos segundos y esbocé una sonrisa ligeramente salvaje. Encontré el momento idóneo para hablar de amor. Un amor insano, pérfido según muchos, pero que me hizo empapar las sábanas de la taberna de un pueblo que ya era sólo polvo y humo en mi memoria. Nicolas gemía aferrado al cabezal de madera, movía sus caderas como una puta bien entrenada, y gritaba mi nombre mientras azotaba sus nalgas. Pero, en medio de esa nebulosa, aparecieron los ojos verdes de Louis. Esos ojos intensos y llamativos llenos de dolor, condena, furia, desesperanza y miedos. Unos ojos similares a los que vi en el teatro clavados en el rostro de Nicolas. Esos mismos ojos que me cautivaron y esa voz, la voz de Louis, llamándome para que le hiciese mío.

—El amor es lo que sentimos hacia otros. Es un sentimiento que te hace desear estar al lado de aquellos con los que compartes tu vida—expliqué acercándome a ella—. Hay muchos tipos de amor, del mismo modo que muchos tipos de intensidad—me senté a su lado y la subí a mis rodillas—. Yo te amo porque eres mi hija—dije tocando la punta de su nariz con mi dedo índice—. Tú amas a Louis y me amas a mí. Yo amo también a Louis, pero de otra forma.

—¿De qué forma?—preguntó con cierta curiosidad.

—Como ama un hombre a otro hombre, pero sin gestos de caballero. Con la misma intensidad que un hombre ama a una mujer cuando la lleva a su alcoba, la desnuda y la hace parte de él, del mismo modo que ella lo hace partícipe de sí misma—la estreché con cariño contra mí y acaricié sus mejillas—. Amo a Louis, pero Louis cree que lo desprecio y sólo me burlo de él. Es un estúpido.

—El amor es complicado, ¿lo entenderé cuando sea mayor?—su voz inocente dieron mayor inocencia a sus palabras y yo simplemente negué. No podía mentir.

—El amor siempre será complicado y a veces no lo entenderás, pero estará ahí del mismo modo que el odio. No te dejes vencer por el odio, pues el odio es más fuerte que el amor. Porque el odio es el rechazo al amor... y el rechazo es el fin—susurré notando que ella iba adormeciéndose en mis brazos. La mañana estaba a punto de empezar, su cuerpo se entumecía y sus pequeño cuerpo se hacía hueco junto a mi pecho.

—Oh, estabais aquí...—susurró Louis entrando en la habitación.


—Oui...—murmuré—. Tómala, es toda tuya. La creé para ti, ¿recuerdas?—dije obsequiándola mientras guardaba para mí todos y cada uno de mis sentimientos. Había confesado demasiado aquella noche y esa confesión acabó usándose en mi contra.

Lestat de Lioncourt
  

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