Armand y Riccardo... recuerdo algo de su historia por lo que contó en sus memorias.
Lestat de Lioncourt
Recuerdo su rostro joven y jovial, así
como sus profundos ojos castaños y su espeso cabello rizado y negro.
Era un muchacho sumamente atractivo, aunque no destacara por una
belleza exótica afín a la época. Riccardo se convirtió en mi
hermano, mi guía y el corazón más puro que jamás había logrado
encontrar en otro ser. Sostenía mis lágrimas, pero también
celebraba conmigo las escasas alegrías y los conocimientos que iba
adquiriendo. De no haber sido por él posiblemente jamás habría
conseguido reponerme al horror y la miseria, pues me sentía
abandonado y perdido pese a los cuidados de Marius.
Tenía dotes de líder. Él lograba que
todos los muchachos obedecieran las órdenes de nuestro maestro, pero
también se preocupaba por la seguridad de todos ellos y por la
tranquilidad de sus atormentadas almas. Todos allí éramos muchachos
perdidos en Venecia, cuna de la cultura y la revolución en aquellos
años, con ropas de príncipe y relevante belleza. Sin embargo, no
dejábamos de ser niños jugando a ser hombres. Sólo éramos
muchachos que deseábamos abrir las invisibles alas que todavía no
nos habíamos ganado. Luchábamos contra la soledad y la angustia.
Podíamos ser atormentados, pero a la vez conseguíamos conquistar la
felicidad más pura con pequeños actos de camaradería y amor.
Viene a mi memoria, como una brisa
fresca y agradable, uno de los últimos días que compartimos cuando
yo aún era mortal. Sus brazos me rodearon las caderas mientras, con
sus labios suaves y carnosos, dejaba un pequeño beso en una de mis
mejillas. Era algo más alto, con un cuerpo más esbelto que el mío,
y eso me ofrecía a mí cierta sensación de protección. Había
discutido con Marius y deseaba llorar durante toda la noche, pero él
logró hacerme sentir nuevamente en casa. Estaba a salvo. Él estaba
allí. No he vuelto a sentir algo como aquello hasta ahora.
Él camina por la sala frente a mí,
como si fuese un holograma perfecto. Tiene el rostro calmado, sin un
ápice de odio hacia mis viejos errores, y me ofrece un último
abrazo. Es un fantasma, como tantos otros que han ido surgiendo de
entre la muerte y el dolor, que me ofrece su compañía. Puedo notar
sus abrazos otra vez y escuchar su voz sosegada llamándome hermano.
¡Hermano! ¡Qué hermosa palabra! Creí que jamás había amado, tal
y como le dije a Gregory, pero conocí muchos tipos de amor cuando
era apenas un niño. Sin embargo, debido al dolor y la miseria, lo
había olvidado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario