Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 18 de junio de 2015

Otros te necesitan más.

—Deberías aceptar que estás equivocado—decía con infinita paciencia mientras mantenía la mirada severa, aunque algo en él pedía que fuese benévolo y me diese la razón.

Había vivido más que otros vampiros. Incluso había vivido hechos mucho más truculentos y esclarecedores que los que él había apreciado, conquistado y sentido en su milenaria alma. Marius comprendía que tenía miles de motivos para ser un rebelde y comportarme como un revolucionario. Desde hacía mucho tiempo decí imponerme una única norma y era romper todas y cada una, pues las sentía como grilletes y eran terribles para mí. Comprendo que son necesarias, pues hay que encontrar unos límites aceptables para no llegar a extremos que nos hagan caer en terribles sufrimientos, enfrentamientos y guerras, pero pese a eso sigo reticente. Jamás pondrán controlarme.

—Cuando tú aceptes tus errores—repliqué con una sonrisa triunfante.

Él no relajó el ceño, sino que lo frunció todavía más. Se giró sobre sí mismo, miró el mural que había tenido hasta el momento a sus espaldas y suspiró relajando sus hombros. Allí estaban representados los valores del renacimiento. Era un mural con unos personajes hermosos, llenos de colores vivos y pasteles, que destacaban en un jardín frondoso. Muchos de ellos los conocía. No eran de cuadros famosos o relevantes, sino nosotros mismos. Éramos sus compañeros. Había representado al Jardín Salvaje, nuestro Jardín de las Delicias, y lo había hecho en una de mis salas favoritas. Él me visitaba con asiduidad y le había cedido la habitación, por las vistas y por la calma que se podía hallar entre sus gruesos muros de piedra.

—He creado muros más gruesos que este ¿no es así?—preguntó apoyándose en una estantería cercana—. Dime.

—No soy yo quien para juzgarte, pues a mí no me has hecho añicos el corazón—susurré acercándome a él—. Has sido como un padre para mí, pues me diste buenos consejos que no quise escuchar. Sin embargo, ¿qué hay de Armand?—pregunté.

Su rostro cambió. Se llenó de una pesadumbre extraña. Sus ojos parecían hablar por sí solos y decidí dejarlo a solas. Nunca entendí del todo a ese pequeño querubín salido de los infiernos, pero últimamente había llegado a amarlo del mismo modo que él siempre me quiso. Comprendí parte de su historia y el dolor que aún permanecía insertado en su corazón. Lo compadecí.


Acabé por marcharme, dejándolo allí a solas con sus demonios y sus ángeles. Salí al campo y escuché los grillos, contemplé la vid que ya empezaba a dar sus frutos y dejé que el silencio me envolviera.

Lestat de Lioncourt   

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Lestat de Lioncourt