Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 13 de julio de 2015

Demonio

—Confía en mí—dije de pie frente a él.

Conocía muy poco sobre él, pero no era así si hablábamos de todas mis famosas correrías por el pueblo. Él sabía demasiado sobre mi estupidez e imprudencia. Podía ver reflejado en sus ojos la autosuficiencia y el deseo. Me conocía. Yo era el ser salvaje que usaría para sus argucias, pero eso yo no lo sabía. Sólo veía libertad, sofisticación y una entrega absoluta a la música. Amaba ese lado rebelde que corroía sus huesos y embellecía sus rasgos.

—Confía en mí...—repitió como un mantra y luego se echó a reír—. Tú, el cazador, el alocado, el mujeriego y el amante de las ideas más absurdas... ¿Confiar en ti? ¿Y si pierdo mi alma confiando en un demonio con aspecto de hombre?—preguntó incorporándose, dejando el violín sobre el tronco caído de aquel árbol podrido, y me tomó de las solapas de mi levita—. Confiar en ti... ¿qué gano yo confiando en ti?

—Mi corazón—respondí de inmediato.

—¿Y para qué me servirá tu corazón, cher?—susurró acercando su boca a la mía, provocando entonces que un escalofrío cruzara mi columna vertebral y provocara que mis brazos lo rodearan como si fuese una de mis pertenencias—. Lestat...

—Porque quiero que tú me des el tuyo, Nicolas—murmuré.


Rompí aquella tensión con un beso desesperado. Mi boca se pegó a la suya y él aceptó aquel juego. Allí había un demonio y no era ni él ni yo. El demonio era el amor en sí. Aquel amor joven y puro que yo le profesaba, el cual se convirtió en retorcido como las encinas que nos rodeaban.

Lestat de Lioncourt  

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Lestat de Lioncourt