Julien es el tipo de hombres que no siempre hacen cosas buenas, pero lo hacen por un beneficio mayor hacia los que ama. No no llevamos bien éste fantasma y yo... pero hay cosas que admiro de él.
Lestat de Lioncourt
A veces me pregunto si todo lo que hice
en ésta vida sirvió para algo. Cuando camino por las habitaciones
vacías, aunque llenas de recuerdo, contemplo los momentos más
inolvidables y terribles de mi vida, asumo mis errores y también mis
victorias saboreando dulcemente las sonrisas, los gemidos y las copas
brindando mientras la música subía por las paredes acariciando las
molduras del techo. Aún puedo ver ésta casa como fue en su día.
Una mansión hermosa, que alardeaba frente a las otras, y que fue
construida por un maldito borracho que no supo amar a mi hermana como
debía. Yo tampoco supe hacerla feliz, pero siempre intenté que al
menos tuviese una vida digna y vacía de monstruos como él.
El Impulsor, El Hombre, que solía
recorrer el jardín con aquella melancólica mirada azul, con sus
labios fruncidos en una sonrisa evocadora, seduciendo con sus mejores
galas y, en ocasiones, confundiéndose conmigo porque amaba mi
aspecto. Se convirtió en mi sombra, mi dualidad, mi enemigo y mi
compañero de aventuras. Él guardaba mis secretos, me hacía un
hombre rico, negociaba por mí y extorsionaba en mi nombre. Me
ayudaba, de algún modo, a ser lo que él quería ser. Vivía la vida
que él no podía vivir. Sin embargo, yo siempre quise una vida
ordenada, trabajada en los despachos y tranquila. Pero no se puede
vivir tranquilo cuando tienes mi apellido y unos instintos sexuales
tan arraigados.
Me convertí en lo que nunca quise.
Empecé a ser adicto a las mentiras y las estratagemas. Conseguía la
venganza y saboreaba cada gota de ésta. Vislumbraba un futuro
oscuro, muy opaco, para mí y los míos. Sin embargo, no podía
cambiarlo. La ruleta giraba y yo ya había lanzado mis dados. Unos
dados desafortunados, pero que parecían dar ganancias y proyectar mi
sombra alargada a las siguientes generaciones. Todavía se teme mi
nombre del mismo modo que se alaba, se saborea con deseo y se
pronuncia con orgullo.
Nadie me preguntó que es lo que
realmente amaba en éste mundo. Mi verdadero amor, desde que era un
niño, era escribir. Mis memorias quedaron reducidas a cenizas,
aunque todavía puedo narrar algunas en un papel o dos. Soy un
fantasma, pero no uno cualquiera. Aunque haya muerto hace tiempo
puedo dejar testimonio.
La casa ha recuperado su aspecto, pero
no del todo. Hay cosas que han cambiado y que no volverán a ser las
mismas. Aún así agradezco la paciencia y la labor de Michael. Me
siento orgulloso de haber influido en su vida, en sus genes y, por
ende, en su destino. Es un Mayfair de pleno derecho y merece ser
amado como tal, pero también sabrá que es ser temido por incluso
hombres de la familia.
Hoy he sabido bien cómo murió
Richard. Él ya no está para contar nada. Se ha ido. Del mismo modo
que se fueron los buenos y viejos tiempos. Cualquier pasado parece
agradable cuando miras al futuro tan poco alentador. Deseas que todo
surja de nuevo y poder cambiar cosas, pero eso erradicaría cosas
fascinantes que no me avergüenzo de haber vivido. Si bien, me
hubiese gustado decirle te amo una vez más, un te amo suave pero
intenso, mientras estaba despierto sin la necesidad cobarde a verlo
dormido.
Soy Julien Mayfair... y aún sigo
“vivo” rondando las habitaciones de una mansión con historia de
maldición y poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario