Khayman sentía que todo esto iba a suceder mucho antes que eclosionara... ¡Debió decirlo!
Lestat de Lioncourt
El ritmo acelerado de las ciudades era
vertiginoso para mí. Aún a día de hoy siento que avanzamos
demasiado rápido. Nos hemos convertido en grandes panales de
hormigón donde yacemos como si estuviésemos en gigantescos
cementerios, inaccesibles para muchos y cárceles para otros. Las
luces de neón iluminan cada calle eliminando las estrellas del
firmamento y obligando a muchos a descender la vista, centrándose
entonces en el consumismo perverso y los pasos decadentes de otros
como ellos. Somos almas atrapadas y patrocinadas por marcas de ropa,
comida y bebida. Pasamos la vida buscando tener algo y sólo tenemos
miseria. Nos angustiamos por el dinero que tenemos en nuestros
bolsillos y suplicamos por ser esclavos de lo material. Eso somos. No
sólo los mortales, también los inmortales. Hemos llegado al cuánto
tienes es igual al cuánto vales.
Recuerdo con cierta nostalgia mi
juventud. El desierto ocupaba todo a mi alrededor. Podía sentir las
arenas cálidas bajo el suelo de mi calzado simple y mi túnica,
ocasionalmente blanca, se pegaba a mi piel por el sudor. Aprendí
muchas cosas de mi padre, pero también de cada hombre de nuestro
pueblo. No importaba si eran ciudadanos libres o esclavos, pues todos
contribuyeron a ofrecerme lo mejor de ellos. La paciencia, la bondad,
la virtud de amar y honrar a nuestros muertos, la forma agradable de
saborear la vida y el orgullo de pertenecer a unos orígenes. Todo
eso fue inyectándose en mis venas, provocando que recorriera cada
músculo de mi ser y se aferrara a mi alma.
Hoy no queda demasiado en Egipto de mis
pasos, de los gloriosos inicios que todos admiramos, y sólo guarda
una historia llena de dioses que una vez fueron hombres. Ni siquiera
sus tesoros están en sus pirámides. Todo ha sido desmantelado y
llevado a museos británicos, alemanes, españoles o de cualquier
zona de éste mundo. Kemet ha sido desmembrado y enviado por correo a
los confines del mundo.
Hace tan sólo unos meses que ese joven
decidió interponerse entre el presente y el pasado, cruzando ambos
caminos, para provocar una masacre. Desde entonces siento que algo ha
despertado, como un maleficio, pero temo ser demasiado sincero. Sólo
son sospechas. No hay nada que pueda decir a ciencia cierta. Me
gustaría ver a la cara a mis viejos enemigos y a los aliados de otro
tiempo. Quiero conversar con ellos, abrazarlos y amarlos, pero a la
vez temo que en ese momento ese misterio, ese zumbido misterioso, se
convierta en un enjambre monstruoso que nos engulla a todos. El miedo
es superior a mí, pues la paz parece haberse restablecido y yo
siempre la he ambicionado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario