Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 13 de julio de 2015

La voz de la tribu : Emisión 4

Aquí la transcripción del programa de radio que dirige Benjamín y donde colaboran varios inmortales. Hoy el invitado es Louis. 

Lestat de Lioncourt


Los programas de radio anteriores habían sido meras reposiciones, atender llamadas de diversos inmortales jóvenes para resolver su curiosidad sobre las nuevas normas que pronto verían la luz, así como noticias diversas del convulso mundo mortal. Talbot había retrasado la entrevista con Louis, pero no fue por su entrevistado sino por una misión importante que debía atender. Molloy, el viejo periodista que estuvo tras el primer libro, también se marchó junto con el viejo director de Talamasca. Ambos parecían decididos a colaborar en algo más que las entrevistas y el guión de preguntas que habitualmente preparaban a medias, pues se basaban también en el buzón de voz de la radio y las que llegaban vía formulario web.

Benjamín estaba recostado sobre el gigantesco sillón ejecutivo. Tenía su cabeza despejada, sin su habitual sombrero. Su complemento estaba a un lado sobre la mesa, muy cerca del micrófono. Así, con el cabello ondulado cayendo sobre su frente, volvía a parecer el pequeño que rezaba por su “Dybbuk”. Sólo llevaba unos pantalones cortos de color café y una camiseta sin mangas blanca. Comenzaba la primavera y era cálida, casi sofocante, e imposible de controlar. Fuera llovía otra vez, pero era una lluvia que provocaba un bochorno insufrible. El tráfico era lento y en las aceras pocos mortales iban y venían cargados con sus pesados maletines de piel, sus bolsas de compra o simplemente intentando ganarse la vida.

Al otro lado de la sala Sybelle se encontraba vestida con un vaporoso vestido rojo. Antoine repetía vestuario. Amaba ese traje blanco marfil y la corbata de seda, también blanca, que le había obsequiado Armand. Ambos parecían una pareja idílica de excelsos músicos. Si bien, eran algo más que magníficos intérpretes. Las piezas que había escrito Antoine estaban basadas en el sufrimiento de Louis, en su historia. Decidió que debía ofrecerle consuelo en aquella terrible noche, pues las heridas se abrirían de nuevo.

Junto a Benjamín ya estaba Louis sentado mirando fijamente la cabina de la radio, donde se transmitía todo y se redactaban los titulares que iban apareciendo simultáneamente en la web. Él no había tenido curiosidad alguna de indagar sobre esos misteriosos mundos. Para Louis era algo sin importancia, salvo para conectar a todos entorno a la radio. Louis seguía adquiriendo libros en papel, pese a que el propio Benjamín le regaló un libro electrónico hacía unos años. Para él la tecnología era importante, pero no para su vida diaria. Vestía una camisa negra de chorreras y unos pantalones ajustados de vestir. Sin duda era la imagen de la elegancia, pues el detalle del chaleco verde provocaba que sus ojos, los cuales parecían piedras preciosas, resaltaran.

Su viejo amigo Talbot, el cual le había acompañado en el terrible descubrimiento del fantasma de Claudia y sus siniestras intenciones, se hallaba al otro lado revisando las anotaciones que había realizado conjuntamente con Molloy.

El programa dio comienzo con una música suave, muy delicada, pero conmovedora. La pieza se llamaba “Oración en las tinieblas”. Louis se quedó maravillado y observó a ambos músicos con cierta curiosidad. No se lamentaba de estar allí, aunque hubiese deseado que Lestat no se hubiese quedado al otro lado de la puerta conversando con Viktor.

—Buenas noches queridos compañeros de la tribu—dijo Benjamín echándose hacia delante—. Hoy tenemos un invitado muy especial, pues es el culpable que todos estemos aquí reunidos—explicaba mientras se acomodaba su sombrero—. Se trata del inmortal que Lestat creó hace tanto tiempo y que rebeló la existencia de los vampiros hace más de cuarenta años—habló al micrófono con una maestría habitual en él, pero hacía énfasis en cada palabra porque le emocionaba. Tenía ante él a un compañero del cual había disfrutado de sus conversaciones y discusiones en más de una ocasión.

—Así es—intervino David—. Tenemos a nuestro amigo Louis de Pointe du Lac a nuestro lado, dispuesto a contar todo lo que ha vivido durante estos siglos. Tan sólo serán unas cuantas preguntas, las más importantes y esenciales según muchos—su sonrisa amable tranquilizaba a Louis, aunque no se mostraba nervioso—. Buenas noches, Louis. ¿Cómo te encuentras?—era una pregunta de cortesía, pues sabía que Louis agradecía ese tipo de gestos tan educados por su parte.

—Podría decir que me encuentro mejor que nunca, con un optimismo extraño desde hace algunos meses—confesó con una tímida sonrisa—. ¿Y vosotros?—preguntó mirando a David, sobre todo a él—. Te ves muy elegante con esa americana color chocolate y esa camisa blanca sin corbata. Si la viese Lestat doy por sentado que la codiciaría—comentó antes de mirar a Benjamín con cierta complicidad—. Espero que no hayáis discutido ésta noche.

—No—respondió con seriedad—. Armand y yo no hemos discutido ésta noche.

Sabía perfectamente a qué se refería. Él y Armand solían tener conflictos durante horas por cosas nimias, pero era algo habitual en la convivencia. No era algo que no hiciesen los demás. Sin embargo, sintió que Louis lo había dicho porque les apreciaba y no por mera curiosidad como podía haberlo hecho otro.

—Has vuelto a vivir con Lestat, ¿cómo te sientes al respecto?—intervino David, para de ese modo romper la presentación del invitado y comenzar con la rigurosa entrevista—. Durante años habéis convivido durante largos periodos de tiempo, pero siempre ha ocurrido algo que os ha dividido.

—Oh, sí...—respondió frunciendo ligeramente el ceño—. Pero no siempre es mi culpa—dijo antes de sonreír sosegado—. Recuerdo que la última vez fue con motivo de Memnoch y lo acontecido con nuestra damita...—murmuró ensombreciendo ligeramente su rostro, dejando un ligero rastro melancólico en sus ojos y provocando que la atmósfera se volviera más delicada. En ese momento la partitura cambió y comenzó otra algo más amarga. Acompañaban a los sentimientos de Louis. Antoine quería decirle que estaba a su lado, que lamentaba su pérdida y que le perdonara. Pero Louis ya le había perdonado hacía demasiado tiempo—. Vivir con él siempre es una aventura diaria, una discusión interminable y una pasión que no puedo calificar. Disfruto de su compañía, pero también disfruto de las discusiones. No sé como calificar lo que tenemos. Sólo sé que no sé vivir sin él por mucho tiempo y que siempre regreso. A él le ocurre lo mismo.

—¿Te has perdonado alguna vez no haber estado a la altura de las aventuras de Lestat?—preguntó con voz tenue Benjamín.

—Muchas veces. Incluso se lo he comentado a él—respondió sin rodeos.

—¿Qué sentiste al saber que Antoine estaba vivo?—dijo David.

—Paz—dijo con contundencia—. Sería una vida menos arrancada por mi parte, además él no lo hizo con el propósito de hacernos daño. Él sólo quería ayudar a Lestat a que no huyéramos y nos quedásemos con ellos. Comprendo perfectamente sus sentimientos... —hizo un inciso para mirarlo. Ambos se miraron unos segundos y sonrieron amistosamente. La música ascendió como una vorágine de sentimientos y descendió quedando suave como una llovizna agradable, muy distinta a la tormenta que se descargaba allí fuera.

—Él sabía más cosas de Lestat que tú, ¿por qué crees que fue?—preguntó nuevamente su viejo amigo David Talbot.

—Él era músico como Nicolas. Quiso mostrarle quizás lo que hizo por su viejo amante mortal, el cual tuvo el coraje o la osadía de arrancarlo de Auvernia, llevárselo a París e intentar el sueño de ambos. Es una lástima que Nicolas pereciera—dijo con un tono de voz suave y muy sereno—. Pero su muerte significó un cambio drástico en Lestat. Él dice que me amó porque vio esa desesperación en mis ojos y creo que quiso compadecer a sus propios demonios, pero a su vez se enamoró de mí. Admito que yo me enamoré de él y que mentí a Daniel Molloy—miró a la cabina y sonrió amistosamente—. Lo siento muchísimo porque lo usé para que Lestat reaccionara. Quería que leyera mis memorias y diese la cara. Estaba harto de su silencio.

—Silencio...—murmuró Benjamín como un eco—. ¿Y qué sentías al saber que Claudia se manifestaba para todos los que amabas salvo para ti? Tú padecías de un silencio abrumador—hizo la pregunta con tacto, pero aún así vio cierta melancolía en los ojos de Louis. Era muy expresivo y no podía controlarlo.

—Conocía a Merrick desde que era una niña. Habíamos coincidido alguna vez—recordó lo que ya le había contado a David Talbot, él asintió a sus palabras y le dejó proseguir—. No se lo dije a David, pues no creía que fuese necesario ni fuese ella en la que pensara cuando le dije que quería hablar con el espíritu de Claudia—las manos de Louis se colocaron sobre la mesa, rodearon la base de su micrófono y acabó acaraciando el pié de éste—. Me sentía frustrado, como bien sabes, y quería hablar con ella. Merrick me ayudó y yo le di lo que ella deseaba. Lamento muchísimo su muerte pues esperaba que lo que yo le había dado, el don que le había otorgado, le diese cierta esperanza—aclaró—. Sé que fue un momento duro para David, pues ya había perdido a Lightner hacía unos años.

—Fue un momento duro para todos. También lo fue para Lestat—añadió el viejo director de la Orden de Talamasca, quien cuidó de Merrick como de una hija y la amó como a una mujer. Nunca se perdonaría el haber permitido que se marchara con Lestat y el no estar allí acompañándolos. Jamás se lo perdonaría.

—¿Me vais a preguntar por Armand o haréis rodeo?—dijo dando un leve golpecito al micrófono.

Los dos se miraron a los ojos, Benjamín no sabía que decir y David mucho menos. Realmente no sabían como atajar la pregunta. Era complicado preguntarle a Louis ciertas cosas, pues sabían que era abrir heridas que podían ser terribles e innecesario hacerlo.

—Bien, como no me hacéis la pregunta os respondo yo mismo. Armand para mí es un buen amigo. Sé que sus palabras en su libro, donde me tacha de débil y cínico, son precedidas por un pequeño rencor al haberlo dejado solo. Comprendo bien lo que es la soledad y lo que nos obliga a decir y hacer. No le guardo rencor por lo de Claudia, pues intentó hacer algo bueno por ella. Sin embargo, me molestó el hecho que él no me lo dijera. Debió decírmelo. Sin embargo, esto y otras cosas más, las cuales no tengo que revelar aquí, las hemos hablado en más de un millar de ocasiones y todo ha quedado zanjado—explicó antes de cerrar los ojos, bajando suavemente sus párpados, para emitir un ligero suspiro—. Él me dio cobijo cuando sentí que no podía ni debía permanecer con Lestat... —susurró abriendo los ojos y mirando primero a David y después a Benjamín, para luego recostarse ligeramente en el asiento esperando la siguiente pregunta.

—¿Qué sientes por Lestat? ¿Eres tan celoso como comentan?—preguntó Benjamín.

—Siento amor. Es un amor extraño que me hiere y me da fuerzas. No sé vivir sin amarlo. Y sí, algunas veces siento unos celos terribles. Acepto que me controlo a duras penas, pero no puedo evitar que él le diga a todo el mundo que los quiere, los aprecia y los desea a su lado. Si bien, sé que él ama muchísimo a su madre del mismo modo que me ama a mí. También ama y respeta a David a su modo, así como lo hace con Rose o Viktor. Se siente orgulloso de sus hijos, de sus creaciones, y son sus flores en éste jardín salvaje. Si bien... él y yo...

—Sois amantes—declaró Talbot provocando que él se ruborizara—. Deja de usar eufemismos. Yo amo a Jesse del mismo modo que tú amas a Lestat. Déjate de juegos, Louis—sonrió al comprobar que éste se sintió arrinconado—. La última pregunta es para Benjamín. Adelante, hazla.

—¿Te sientes feliz por lo ocurrido? Es decir, dices que te sientes optimista. ¿Es por todo lo que se ha vivido en estos meses?—era una pregunta adecuada para cerrar la entrevista, que pese a lo breve había tocado ciertos puntos muy importantes.

—Sí. Siento cierta felicidad al saber que muchos de los vampiros que murieron ahora son espíritus. Para mí un fantasma o un espíritu es una forma de vida. Son almas que están entre nosotros y manifiestan sus sentimientos. Me alegra también saber que no somos criaturas muertas. También me siento muy agradecido porque Lestat me ame como me ama. Al fin le he arrancado unas palabras importantes en un momento crucial, no tras éste. Es decir, he podido apoyarlo de principio a fin en su última gran aventura. No me he comportado como un cobarde y eso me hace sentir dichoso—dijo todo aquello sin mirar a nadie en concreto. Hablaba apaciguado, sin alterarse en lo más mínimo, y sintiendo una paz indescriptible.

La última obra que tocaba Antoine se llamaba “Amor”. Para Antoine había muchas cosas, buenas y malas, hechas por amor. Louis había hecho cosas buenas y malas, algunas terribles, por amor. Esa melodía se la dedicaba a Louis, pero también a Claudia y a Lestat. Para él aquel triángulo de vampiros, esa pequeña familia, era amor puro e incondicional que Claudia no pudo soportar. No se puede odiar a lo que no se ama y Claudia odiaba a sus padres, pero a la vez los necesitaba y codiciaba. Ella no era capaz de desvincular la rabia por su condición de niña inmortal, de muñeca, de ser que no crecería por el amor que tenía ante el cariño de ambos padres vampíricos. Por eso la melodía era suave y poco a poco se iba acabando, no sin antes volverse precipitada y angustiosa, para al final guardar silencio. Benjamín decidió ahí aplaudir y dar las buenas noches.


Las noticias vampíricas se darían más adelante. Quería guardar ciertos acontecimientos cuando Gremt, el espíritu que formó Talamasca junto a otros dos seres, un vampiro y el fantasma de una bruja que se convirtió en vampiro y murió a manos de una vorágine de crueles mortales, estuviese presente.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt