Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 9 de marzo de 2017

Imprudencia

Ah, David...

Lestat de Lioncourt 


—¿En qué demonios estás metido?—preguntó irrumpiendo en mi habitación.

Estaba preparando la maleta. Me iba con Lestat. No podía soportar el saber qué iba a pasar con su cuerpo. Además había sido mi relación con él, así como con Talamasca, la causante o el origen del acercamiento de Raglan.

—En algo demasiado grande para que tú puedas entenderlo—contesté para enfurecerlo y lograr que fuera azotando la puerta. Pero lo único que tuve como respuesta fue una mirada llena de rabia. Me giré con una sonrisa de oreja a oreja y él estuvo a punto de golpearme. Pude apreciar como se crispaban sus ánimos y apretaba sus puños.

—Sí lo entendería, ¿cierto?—respondió—. Simplemente no deseas verme involucrado en una de tus absurdas luchas contra lo racional—comentó abriendo sus manos para colocarlas sobre mis hombros. Apretó sus dedos, como si intentara darme un masaje, y después deslizó sus manos hacia mi pectoral. Me tocaba intentando hacerle a la idea que era real, que estaba aún ahí. Tal vez él había tenido la misma premonición que yo, aunque las suyas eran muy diferentes.

—Aaron, ¿ya me estás llamando alocado?—dije carcajeándome.

—Te estoy llamando absurdo—dijo dándome un par de golpes en el pecho y luego apartarse.

—Se supone que eres mi amigo y deberías...—iba diciendo cuando se giró para recapacitar y buscar alguna palabra que me hiciese cambiar de opinión, pero de inmediato se giró y me enfrentó otra vez.

—¿Apoyarte? ¡Cómo voy a hacerlo!—exclamó—. Puedes morir.

—Al menos moriré haciendo algo interesante y no tras un escritorio, rodeado de viejos recuerdos y ambicionando ser de nuevo el hombre que fui—dije.

—Idiota—chistó dándome un empellón.

Caí de espaldas quedando recostado en la cama. Mi maleta estaba sin terminar a un lado. Aún quedaba que introdujese mi pasaporte, algunas camisas y unos zapatos de repuesto. Por lo demás, ya casi estaba listo para mi última aventura.

—Sí, un poco—contesté carcajeándome—. Admito que soy un idiota, pero mi peor estupidez la cometí con Merrick—mi voz sonó más ronca y pesimista. Siempre pensaba en ella, aunque posiblemente nadie me creería si lo decía.

—Deberías llamarla—dijo.

—No serviría de nada—respondí incorporándome.


Debí hacerlo. Debí llamarla para despedirme correctamente. Sin embargo, mi orgullo masculino y mi estupidez afloraron. No me siento orgulloso de ello. Nunca me he sentido orgulloso de mi estupidez, pues hasta el hombre más viajado y culto puede ser imbécil.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt