Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 14 de marzo de 2017

Mentes perversas

Supongo que debemos dedicarle esto a Hazte Oír y a todos los que han muerto en un infierno social que te dice cómo ser, qué sentir, cómo verte en el espejo y que debes agachar la cabeza. Fuerza a todos los que siguen luchando.

Lestat de Lioncourt 



—¿Otra vez?—pregunté al ver sus prendas raídas.

Se había arrancado el vestido que yo mismo había adquirido en una pequeña, aunque prestigiosa, boutique de París. Había viajado hasta allí sólo para conseguirlo. Durante noches pude observar como se ilusionaba por las formas vaporosas de su falda de pliegues, así como por el satén que cubrían ligeramente el torso y ceñía con garbo la cintura. Era negro y resaltaría su piel de porcelana fina. Tenía la espalda descubierta y era muy años veinte. Sabía que lo amaría. Y lo amó, pero duró demasiado poco. Pronto fue destruido.

Su rostro estaba embarrado por las lágrimas, el lápiz de ojos manchaba sus mejillas y sus labios tenía una sonrisa parecida a la de un payaso. Como pudo, con su antebrazo, se había intentado quitar el colorete y el maquillaje tan perfecto que una vez había realzado su divino rostro.

—¿Cuándo sucederá el cambio?—dijo más para sí que para mí.

—La sociedad no está preparada para soportar la verdad—respondí acercándome hasta donde se encontraba. Coloqué mis manos sobre sus hombros y hundí mi rostro en el lado derecho de su cuello. Aspiré su aroma, un perfume caro que también había sido obsequio mío, y rogué porque ese simple gesto calmara su dolor. Fue en vano.

—Jamás lo ha estado, siempre ha tenido prejuicios y muchos de ellos provienen de su religión—contestó apretando los puños hasta dejar blancos sus nudillos.

—Moldean sus mentes, destruyen sus almas, construyen muros invisibles y se creen con la verdad. Si bien, tú eres una criatura perfecta. Te esculpieron para ser una figura adorada por aquellos que realmente encuentran más allá de tus formas, de tu ser, la verdad más pura y maravillosa—respondí.

Y era cierto. La religión era el mayor pecado que podía cometer el hombre. Era un atentado firme hacia su libertad, pero nadie lo veía. Todos seguían creyendo que Dios cumpliría su palabra y los bendeciría al ser iguales. Moldeaban sus mentes, hacían odiar al diferente cuando su mensaje era de amor, y eran esclavos de preceptos caducos y machistas. Todos ellos hablaban de respeto, ¿pero cuál respeto? Escupían a los que como Petronia habían nacido con una mala estrella, la cual les había fortalecido y a la vez puesto demasiadas vallas en el camino.

—Hablan de biología, cuando ni siquiera la biología se centra únicamente en dos sexos—reclamó impotente.

—Sosiega—dije colando mis manos por su cintura. Su cuerpo se hallaba desnudo frente al espejo contemplando sus pequeños pechos, pero a la vez sus dos genitales y sus escasas caderas. Era una especie de símbolo de un dios maldito. Aún así, para mí, era la mayor bendición que existía en mi vida—. Ellos nunca lo entenderán.

—Ni siquiera saben que su religión está basada en la mitología grecorromana—dijo con una risa amarga.

—Petronia...

—Arion, necesito que esta sociedad abra los ojos—parecía que exigía más que pedía en un ruego. Tal vez tras más de dos milenios estaba ya agotando sus fuerzas—. ¿Has visto los delitos de odio? ¿Has visto la muerte de esa pobre chica?—dijo con la voz quebrada—. Aún me duele el suicidio de tantos jóvenes. Y, sin embargo, me toman por alguien impasible y frío. Soy una quimera—rompió a llorar. Odio que rompa a llorar. Algo en mí se quiebra cuando lo hace.

—Eres un ángel—dije de inmediato.

—Soy un monstruo—replicó.


—Entonces eres el monstruo más hermoso que he visto jamás—susurré—. El ser por quien he cambiado y cambiaré todo. La única persona capaz de mantenerme en este mundo consciente—giré su cuerpo y me saqué la chaqueta para cubrir su desnudez. Tenía la piel helada y empezaba a tiritar. No me importaba el maquillaje mal colocado, el pelo revuelto o que el vestido estuviese destrozado. Yo sólo quería que me mirara como en ese momento. Que me mirara con amor y esperanza.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt