Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 6 de mayo de 2019

Abrazo fraternal

Heme aquí rompiendo el silencio de tanto tiempo con la única finalidad de ofrecer un abrazo fraternal a un amigo. Heme aquí con un texto... que sea lo que Memnoch quiera.


—¿Qué haces?

Parecía que todo a su alrededor había desaparecido, pero en realidad estaba conectado por completo con lo que ocurría más allá de las avenidas. Estaba analizando hasta a las más pequeñas de las criaturas, las hormigas, que se movían cerca de los hermosos maceteros que colgaban del perfumado balcón.

Louis y él podían acompañarse en largos silencios. Ellos se comprendían dentro de su dramático espíritu. Yo no. Jamás me daba por vencido aunque el dolor me estuviera lacerando el alma, pues me habían enseñado que tenía que permanecer en pie porque sólo de esa forma se sale adelante.

Él se sentía solo, pero ¿cuándo no? Podía apreciarlo por la forma en la cual se colocaba el mechón rojizo tras su oreja derecha y la pose arqueada que tenía su espalda.

—Observo—respondió tras un suspiro.

—La vida no va a cambiar mediante la observación—dije tras una pequeña risotada. No me burlaba de él, sino que ya podía adivinar cada uno de sus pensamientos y sentimientos. Armand era difícil de leer en un principio, sin embargo ahora era una obra ligera de bolsillo. Como esas obras de detectives o del viejo oeste que tanto me apasionaban y que siempre tenía dentro de mi ataúd.

Bueno, sigo usándolo. ¿A alguien le parece desfasado? Tal vez, pero el romanticismo de ese momento es tan atractivo que me niego a dormir en una cama. Un ataúd es más cómodo y seguro.

—La observación es la madre de todas las ciencias—dijo sin prestarme atención.

Creo, aunque no estaba seguro, que estaba observando a un muchacho joven, apuesto, de la edad aproximada a la que él aparentaba físicamente y que se reía de todo y nada en la acera, sentado en unos escalones del edificio que teníamos frente a frente. Hablaba por el teléfono móvil, con una de esas aplicaciones, y parecía absolutamente abstraído. Seguro que lo miraba a él. ¿Qué estaría pensando? ¿En si debía comportarse así para parecer más humano o si podía llevarse su vida, sus secretos y sueños, de forma violenta y desesperada?

—No empecemos…

Fruncí el ceño y agité mi alborotada cabellera rubia, para después apoyarme en la barandilla del mismo modo que él estaba haciendo.

—No, no voy a hablarte de ciencia—me advirtió—. Quédate tranquilo, pues sé que esos temas pueden fascinarte pero sólo en su resultado y jamás en su desarrollo. Al igual que arte plástico, al igual que muchas otras cuestiones.

—Oh… —dije y después solté una carcajada enorme.

—Te conozco—dijo al fin girando su rostro hacia el mío. Sus ojos me hirieron. Esa mirada melancólica era idéntica a la de mi Louis, pero a la vez tenía una carga más dramática que me hacía un daño terrible. Siempre buscaba amor, y podría decir que desesperadamente, pero sólo encontraba sus sueños truncados—. Te he observado y te he sentido demasiado cerca y, por supuesto, demasiado lejos.

—Yo sigo siendo impulsivo, pero tú hace tiempo que…

—Que me convertí en un adulto encerrado en un cuerpo de niño—dijo con una sonrisa amarga.

—Palabras de Marius—añadí.

—Sentencia cruel—aseguró.

—Y correcta.

Mis palabras fueron dagas. Sabía que le había hecho daño, pero soy un bocazas. He sido un bocazas toda mi vida, ¿acaso tengo que cambiar ahora que tengo tantos siglos? Que sea ahora más responsable, pues he sido padre de dos muchachos que han logrado sobrevivir a grandes tragedias como las griegas, no implica que empiece a ser prudente. ¿Lestat de Lioncourt prudente? ¿Acaso soy la obra de un escritor adicto al crack que ha olvidado la personalidad de su protagonista? Absurdo.

—Debo irme—susurró girándose para atravesar el balcón y, sólo tal vez, ir a por su nueva víctima.

—Espera…—dije agarrándolo del brazo, para hacerlo girar sobre sí mismo y poder retenerlo por encima de sus codos.

—¿Qué?—me lanzó junto con una mirada confusa, triste y amenazante.

—Tienes un poco de tristeza en esa mirada—respondí.

—Típico en mí—musitó encogiéndose de hombros.

—En ambos, sólo que yo no sé expresarlo… Pero sé como remediarlo.

El remedio era un beso en su frente y un abrazo. Puede que sea simple, pero esa pequeña dosis de afecto hizo que se derrumbara llorando y manchando, por supuesto, mi flamante camisa nueva. ¿Importó que la arruinara? No. Me importaba más que sintiera que en mí había alguien que lo quería a pesar de las discusiones. Lejos quedó los enfrentamientos en los cuales ambos decidimos tirarnos el uno al otro por ventanas o intentar acabar con nuestras vidas. Lejos, muy lejos. Y, aunque suene repetitivo, debo comentar que siempre le he querido. Armand es mi hermano y como tal me veo obligado a hacer que sepa que en mí tiene un aliado, un hombro en el cual llorar y un pequeño respiro.

Debo admitir que tardó en zafarse y cuando lo hizo se marchó rápidamente, como si fuera la exhalación final de un moribundo. 

viernes, 12 de octubre de 2018

Relato breve - Halloween


Desperté en mitad de la penumbra. La única claridad que se colaba entre la profunda oscuridad era la de una ventana que daba a un enorme jardín, el cual parecía no tener principio ni fin. Fuera diluviaba. El sonido de los rayos golpeaba fuerte mis tímpanos como el tañido de las campanas de la vieja catedral del pueblo.

Desconocía dónde estaba, por qué me hallaba allí y si tenía algo que ver con el profundo dolor que sentía en cada milímetro de mi cuerpo. Intenté incorporarme, pero no podía moverme. No sentía atadura alguna, por lo tanto era más bien pesadez y rigidez de toda mi figura. Tenía el cabello enmarañado, pegado a la frente y también al cuello, y sentía los labios calientes. ¿Estaba febril? Eso pensé de inmediato. Me costaba respirar y concentrarme en mis pensamientos.

La lluvia me relajaba demasiado a pesar de los relámpagos que parecen alterar siempre a la mayoría. Quise hablar, pronunciar aunque fuese mi nombre, pero la lengua parecía querer permanecer en total quietud.

Apenas podía ver algo más que la ventana. Tenía la cabeza ligeramente inclinada hacia ella. El resto de la habitación la desconocía, pero olía a jazmines y dondiego. Era un aroma muy potente y adictivo que se pegaba a mis pulmones. También olía a menta y sutilmente a canela, pero no tenía total seguridad, así como a tierra mojada.

Carecía de frío, pero tampoco me encontraba con calor. Me encontraba en un estado agradable, el idílico para dormir. Alguien quería que estuviese en aquella duermevela continua como si me hubiese convertido, por arte de hechicería, en Aurora.

Un ligero sentimiento de angustia hormigueaba en mi alma desde la punta de los pies hasta la punta final de mis cabellos. Quería gritar. Necesitaba gritar. Ansiaba hacerlo a pleno pulmón como los niños cuando salen a jugar en mitad de un día de nieve en invierno.

Escuché pasos sobre una madera que crujía, así que presupuse que el suelo era de madera. Las paredes no lo parecían, aunque mi mente estaba confusa. Tal como he dicho antes ni siquiera podía moverme como para indagar o enfocar mejor mi mirada averiguando realmente cómo era el lugar donde permanecía. También era capaz de escuchar el tic-tac del reloj de mi muñeca.

La lluvia no amainaba.

Intenté pensar qué había hecho horas atrás, pero no tenía recuerdos. De hecho, carecía de la certeza de haber hecho algo o estado en otro lugar. Caí en la cuenta que por más que quería hablar y decir mi nombre no lo recordaba. No recordaba nada. Mi mente era un papel en blanco.

Me llené de un profundo dolor, un desapego y desasosiego con el entorno en el que me hallaba tan terrible que sentía que me desquebrajaba y cada pedacito, por pequeño o grande que fuese, se moría de inmediato. Estaba muriendo a pedazos.

Entonces algo sucedió. Mi vista se fue y el sueño pareció golpearme con fuerza como un enorme puñetazo. Después nada más. Ni siquiera un sonido que pudiese perturbarme. Y así he permanecido hasta el día de hoy. No sé qué fecha es, ni cuánto tiempo llevo aquí, tampoco sé quién soy y ni mucho menos la edad que tengo. La casa parece más vieja, la lluvia ya no está y luce un sol demasiado caliente. La habitación se cae a pedazos, al menos veo demasiadas humedales alrededor del marco de la ventana. Sigo en la misma posición.

Mi pregunta de hoy es ¿nadie me echa en falta? ¿Nadie me ha querido? ¿Nunca he sido algo más que un hilo de pensamientos frente a la ventana de un jardín? ¿Por qué recuerdo qué es el tañido de una campana si desde que estoy aquí no he escuchado una? ¿Es mi alma más vieja que este cuerpo inútil? ¿De quiénes eran esos pasos? ¿Y por qué ya no escucho el tic-tac de mi reloj? ¿Yo he tenido realmente un reloj o era el bombeo de mi corazón que se apagaba?


domingo, 22 de octubre de 2017

Yo soy Lestat

He terminado una etapa. He gastado el último cartucho. Debo aprender a pensar primero en mí y luego en los demás. Dicho así suena muy egoísta, ¿verdad? Sin embargo, si yo no estoy bien, ¿cómo voy a cuidar de los míos? Si yo estoy bajo de ánimos, sin posibilidad de remontar, ¿cómo diantres voy a tomar mi espada imaginaria y luchar contra los molinos de viento que se han convertido en auténticos gigantes? Imposible.

Durante algún tiempo hice lo que muchos esperaban de mí. Decididos me habían elegido como el líder sabio de una tribu egoísta, sedentaria y que pocas veces alababa mi labor. Sólo un puñado de ellos estaban ahí apoyando mis decisiones, respetando mis malos momentos y flaquezas. El resto pedían más y más sin dar nada a cambio. Si empecé esta andanza con una sonrisa, dispuesto a degustar el éxito, fue porque realmente creía que era necesario que estuviera ahí para los demás. Sin embargo, los demás no han estado siempre para mí.

Me han mentido, vendido, humillado, olvidado y también ocultado la verdad. Han quienes se acercaron a mí para conseguir beneficios, también están los que no lo hicieron por timidez o porque pensaban que no era alguien a quien seguir. Enemigos los tenemos todos y el principal es uno mismo. Nunca me he dado por vencido, que nadie crea que esta etapa es cuando bajo los brazos y digo que me rindo. Simplemente he optado por pensar en mi futuro y en lo que quiero hacer. Deseo algo que me recompense más allá de unos aplausos y unas palmaditas en mi hombro.

Me llaman Lestat y no es por cualquier motivo. He tenido una vida muy dura. Muchos no lo sabe. Yo he sido y soy alguien solitario aunque aparente que siempre estoy rodeado de personas, pero no todas llenan ese vacío y no siempre quiero que estén ahí. Mi padre no fue el mejor hombre, mi madre no siempre fue la más protectora y agradezco que no lo fuese. Mis mayores ejemplos han sido ella, mi abuela y mi abuelo así como en estos últimos años he tenido otros ejemplos en mi vida para tomar impulso.

No creo que mejore la vida de nadie darle importancia a personas que no lo merecen o proyectos que realmente desplazan otros más importantes. En estos últimos cinco años he dejado proyectos muy importantes por la avaricia de quienes empezaron conmigo este “sueño” que ha terminado siendo una pesadilla a gran escala. No los juzgo, no los odio, pero sí les recuerdo que fue por ellos por los que inicié todo. En mi antigua relación no tuve mucho apoyo hacia mis escritos, los que yo realmente creía importantes, porque no se basaban en los libros que esta persona idolatraba. Alguien que a mi parecer no le interesaba demasiado lo que yo sentía realmente, pues siempre intenté dejarlo un tiempo o publicar menos... Por supuesto, hablo del Jardín Salvaje. Para esta persona era una decepción si no se publicaba, pero ella no hacía gran cosa más allá que aplaudir y a veces ni leía lo que yo me esforzaba. Me sentía solo, abandonado, miserable... Intenté explicárselo, pero no tuve respuesta.

¿Saben ustedes cómo es gritar en mitad de una montaña y que nadie te responda, ni siquiera tu eco? Así me sentía. Estaba en mitad de una ventisca gritando ayuda y sólo acudían lobos. Unos lobos que bien conocía y que eran los que en el pasado intentaron devorarme a dentelladas. Viejos enemigos aparecían y la actitud de aquellos que decían quererme no ayudaba. No me gustaba la confrontación, sentía pena y siento pena por quien opta por vengarse. Prefiero perdonar, olvidar y sepultar en una tumba sin nombre a quienes no me han querido bien, no han aprendido nada de mí y no han sabido corresponder mis años de lucha a su lado. No los odio, pues el odio no me conduce a nada bueno. Sólo los olvido.

He vivido momentos terribles con amigos y los sigo viviendo. He visto como pierden a sus padres, amigos o simplemente inician enfermedades terribles. Suelo escuchar a compañeros que entran en un bucle de depresión, de odio hacia todo lo que hay a su alrededor o simplemente dejan de ver valor en sus acciones. A veces puedo consolarlos, otras veces sólo escucharlos mientras intento no ponerme a llorar. Soy un sentimental y un idiota, lo reconozco.

Actualmente estoy más activo que nunca en la lucha por mis derechos como ciudadano, pues sigo siendo una persona que es ciudadano de tercera, incluso de cuarta categoría si nos lo planteamos correctamente. El gobierno sólo hace gala de su tolerancia o le da importancia al sufrimiento de personas en riesgo de exclusión social, como es mi caso, cuando las cámaras los enfocan. Sin embargo, no promueven leyes y no ayudan que las que deseamos se desarrollen en el marco de la legalidad. Para quien no lo sepa soy transexual masculino, lo cual implica un desarrollo intelectual de fortaleza más allá de lo habitual. Debes hacerte fuerte para no caer, debes levantarte mil veces para que no te ahoguen...

Por eso he decidido dejar el Jardín Salvaje que no me retribuye nada, que sólo me trae malos recuerdos debido a que estas personas no me dieron nada bueno o aportaron algo de calidad, y prefiero seguir mis escritos y mi lucha como transexual. Actualmente tengo una pareja que comprende mi dolor y se esfuerza a diario en luchar codo con codo, pues también lo es y me siento orgulloso porque no se deja llevar por los clichés y controversias que suelen rodearnos como si fueran grilletes. Estoy en una asociación importante en mi comunidad autónoma y he conocido a grandes e importantes personas a las cuales tomar como ejemplo. Hoy en día prefiero escribir algo más que fics, aunque seguiré haciéndolo de vez en vez porque amo a Lestat y porque Lestat es mi segunda piel. Él y yo somos uno, aunque no sea mi personaje sino el de Anne Rice.

Al menos, de momento, el proyecto que inicié sólo porque me animaron, porque querían que me hiciese respetar como Lestat, no lo quiero seguir. Deseo seguir mi novela, mis concursos, mi relación, mi lucha por la Ley Trans Estatal en España...


Este blog tendrá algún que otro texto variado, tendrá fics, tendrá de todo... No le voy a cambiar el nombre porque yo soy Lestat. A mí me llaman Lestat. Soy Lestat. No es mi máscara, es mi forma de presentarme al mundo con ese mismo descaro, galantería y fortaleza a pesar que a veces me tire al suelo y me eche a llorar. Porque llorar no es indigno, ¿saben? Y últimamente lo he hecho demasiadas veces. Ya estoy recuperado y toca luchar. 

PD: Estoy escuchando a Labordeta - Canto a la Libertad 

Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt