Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 18 de diciembre de 2009

Dark City - capitulo 12 - El ojo del huracán (XXI)


Cuando uno madura el paso de los años se hace más insoportable, el sexo te evita pensar en cuanto tiempo ha pasado y en lo viejo que te vas volviendo. Es un acto liberador, como lo fue aquella noche. Sus movimientos eran perfectos, podía imaginarlos en plena oscuridad gracias al enorme placer que me regalaban. Sus piernas y brazos temblaban, mientras yo lo atrapaba con fuerza. Acabé girándolo en la cama, y sin salir de mis dominios, llevé un movimiento más rudo hundiéndolo en aque colchón. Mis brazos fueron a ambos lados de sus caderas, mis uñas se clavaron en su carne y él gimió cerrando sus piernas a mi alrededor.

-Eres mío.-dije en un jadeo.-Mío y no permitiré que nadie más pueda tenerte.-decía aquello volviendo más intenso mis movimientos. Él tan sólo gemía y se dejaba llevar.

Levantó sus brazos y comenzó a arañar mi pecho, a buscar apoyo en mi cuello y aferrarse a mí con fuerza. Creo que únicamente podía pensar en tenerlo conmigo, a mi lado, y ya ninguna imagen de Yutaka aparecía en mi mente. Estaba totalmente entregado a él y él a mí. Lo besé succionando su boca, quedándome con todo el aire de sus pulmones.

-Atsushi.-jadeó.-Piedad.-murmuró entre jadeos y gemidos.-me ahogo.

-Estoy en celo, cariño.-susurré apartándome de él para lamer sus piernas y su vientre.

-No, no hagas eso.-decía aquello con la voz temblorosa.

Buscaba iluminar la habitación y de paso contenerme, no quería acabar tan rápido. Encendí la lámpara y la dejé directa sobre él. Su figura se veía temblorosa y húmeda por una película fina de sudor, completamente perlado, y su sexo estaba a punto.

-Sé lo que quieres.-dije antes de arremeter con violencia.

No lo resistió más, sus gemidos se quebraron y explotó. Yo tan sólo le seguí para luego caer sobre él aplastándolo. Mi lengua se paseaba triunfante sobre su sudoroso cuello.

Quedó exhausto y en una pose provocativa. Mis manos acariciaban su delgada cintura y sus caderas, tenía un cuerpo digno de una exposición fotográfica y yo era el único que podía contemplarlo. Me molestaba pensar, y aún hoy también, que alguien tuviera recuerdos de su cuerpo junto al suyo. Él era mío, un triunfo y no un trofeo. El triunfo fue hacerle perder la cabeza y engatusarlo hasta enamorarlo, pero él era más que un objeto de decoración y placer.

-Atsushi.-murmuró cuando recuperó el aliento tras apartarme

-¿Sí?-pregunté notando su mano rodar por mi pecho hasta quedarse quieta sobre mi estómago.

-No, nada.-susurró quedándose quieto.

Estuve pendiente a él hasta que quedó dormido, después me levanté y llené la bañera conectando el hidromasaje. Me agradaba darme un baño tras el sexo, era como un reconstituyente. Bajé al pequeño bar del salón mientras se llenaba lentamente la bañera, agarré un vaso, hielo y una botella de whisky. Cuando subí ya estaba la bañera lista, me serví una copa y me metí en aquel océano de indescriptible placer.

-¿Atsushi?-escuché su voz cuando me encontraba entregado por completo al relax.-¿Por qué te fuiste de la cama?

-Necesitaba un baño.-comenté con una sonrisa observándolo desde la puerta, tan sólo llevaba mi yukata y aquellas zapatillas de animal de peluche.-¿Quieres acompañarme?

-Sí, porque así nos relajamos y hablamos de las vacaciones.-temblé cuando dijo vacaciones, sabía que no podía decepcionarlo y terminaría haciendo lo que él quisiera. Estaba condenado a darle el gusto en todo, pero realmente no quería pisar ni una baldosa de la calle si no era estrictamente necesario.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt