Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 24 de diciembre de 2009

Dark City - capitulo 12 - El ojo del huracán (XXVII)


Yo me dediqué a tomar mi café con la mente puesta en María, su hijo, mi carrera y en cómo se encontraría Hizaki. Tenía ciertos agobios, pero no eran nada para los que había vivido meses atrás. El café daba un sabor distinto a mis pensamientos y al periódico. María siempre me traía varios periódicos, todos de distinta ideología con distintas opiniones y artículos. No me agradaba leer únicamente una opinión, porque estaban contaminadas. Pero ninguna noticia me quitaba las preocupaciones, no lograba centrarme en los escandalosos titulares y sus escalofriantes noticias. Cada vez cargaban más y más los periódicos con noticias inverosímiles, pero reales, y cuanto más morbo despertaran mejor. Yo creo que me insensibilicé aquella mañana a todo, tan sólo tenía ciertos temas en mi cabeza y así estuve durante todo el día.

Cuando terminé el desayuno me fui a la ducha, quería despejar mi cabeza y la única forma que conocía era una buena ducha casi helada. Después de despejarme me afeité, me vestí y me marché. No dije donde iba, tan sólo me fui a la calle y caminé durante horas hasta que mi cansancio venció mi tozudez.

Durante todo el camino iba pensando en lo que había ocurrido con el grupo, en mis problemas con Yutaka y con su hermano. Ya no podía ser como antes, ya nada sería igual, y quizás jamás lo fue. Me estuve engañando a mí, estuve engañando a todo el mundo, y sobretodo a ellos. Nos engañamos en general, viéndolo desde otra perspectiva, pues seguimos la mentira que veinte años no eran nada y que todo era posible. Pero la amistad no dura incorruptible, tampoco uno puede perdonar siempre las meteduras de pata y los malos modos.

El frío me helaba, los pies me dolían y cuando miré mi reloj eran ya las doce del medio día. Había estado caminando sin rumbo fijo, sin saber bien hacia donde me dirigía y para qué lo hacía. Quería meditar bien todo lo que había dicho aquel hombre, aunque poco tenía repercusión. No quería dar un paso en falso y por ello me dedicaba a caminar sin más. Al alzar la vista con cierta perspectiva me di cuenta que no sabía donde estaba, no conocía las casas, todo era demasiado extraño y supe de inmediato que me había perdido.

En el final de la calle había una cafetería, se llamaba “la tasca del tuerto”. Era un nombre peculiar, me recordaba a las viejas tabernas donde los piratas se reunían para hablar de sus tesoros escondidos y de a cuantos habían decapitado. Fui hacia ella y entré, prácticamente no había nadie y los que estaban seguramente eran los parroquianos habituales. Un hombre en la barra se tambaleaba y apestaba a coñac barato, en el fondo había un par de hombres de una edad elevada discutiendo sobre fútbol y en el otro lado un imbécil dejándose el salario en una máquina de juego.

-¿Qué desea?-dijo el hombre que regentaba el negocio.

Su aspecto era el de un hombre hondo, calvo, con ojos pequeños y de raza europea. Parecía el típico tabernero, aquel que sabe la vida, obra y milagros de todos aquellos que caen en sus zarpas, o más bien en sus taburetes.

-Un refresco de cola, por favor.-dije sentándome en la barra.

-Un abstemio.-murmuró el engendro maloliente de la barra.-Asco me das, proteger el cuerpo cuando no vale una mierda y podemos salir ahí fuera para que nos atropellen.-dijo señalando la puerta.

-Usualmente hay pasos cebrados y semáforo, y normalmente suelo mirar si viene algún vehículo.-respondí sentándome bien para sacar mi móvil.

-¡Claro! ¡El listo! Encima te creerás genial, verás mal fumar en los bares y los querrás prohibir. Aquí todo politicucho quiere prohibir cosas, si me acercara a uno de esos le golpearía hasta hacerlo caer.-bufó de forma bravucona.

-No si antes se cae usted al suelo.-respondí sonriendo de lado mientras marcaba a Kamijo.

-¡Seguro que los golpeo! ¡Además los reconozco con facilidad! ¡Esos malditos niñatos estirados de vida digna! ¡No saben lo que es sufrir!-gritó cayéndose del taburete y quedándose tirado en el suelo.

-No le haga caso, siempre bebe de más desde que se ve sin empleo.-comentó el barman mientras dejaba el trapo de la barra en el hombro.

-No importa.-murmuré escuchando como sonaba por segunda vez el teléfono de mi buen amigo.

-¿Sí?-interrogó en tono cansado.

-Necesito tu consejo ¿puedes venir?-pregunté abriendo el refesco para aproximarlo a mis labios, sin dar un sorbo.

-¿Dónde estás?-preguntó.-¿En casa?

-No, estoy en una taberna extraña. No sé como he dado con ella, simplemente caminé y caminé, no sé ni en qué zona estoy de la ciudad.-dije con una sonrisa apartando el refresco de mi rostro.-Se llama la tasca del tuerto, un nombre peculiar.-comenté recostándome en la barra sin importar si estaba manchada o no.

-Estás cerca de la zona más rural, la conozco porque allí di a parar con mi coche la primera vez que decidí dar una vuelta por la ciudad. Estuve horas bajo la lluvia hasta que di con un local abierto, ese lugar de mala muerte es como una terrible pesadilla de bravucones y de fiebre del dorado.

-Justo así la he definido yo, como el nombre de una de esos bares de piratas. Es curioso, su decoración tampoco dista demasiado de la concepción cinematográfica.-murmuré dando al final un trago de la lata y la dejé sobre la barra.

-No te muevas, iré para allá y estaré allí como en una hora.-escuché de fondo ruido de papeles, di por hecho que estaba componiendo algo y le había tomado en plena oleada de inspiración.

-De acuerdo.-dije antes de colgar y seguir bebiendo mi refresco.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya es tarde, pero... que tengas suerte en tu vida, que seas un novelista muy popular, que tengas suerte con Miho. Todo lo que quieras.
Navidades felices!

Tanya dijo...

Impaciente porque Kamijo llegue
a la taberna:)

Bueno aprovecho para hacerte
saber sobre mi nuevo blog.

http://opheliainmortal.blogspot.com

Te espero.Cuídate.

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt