Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 5 de julio de 2007

Deseos Complicados

CAPITULO PRIMERO


Encontrarse a si mismo.

































Nunca he escrito nada que valiera la pena, jamás he sabido como comenzar una obra y apenas he terminado un par de ellas. Se puede decir que soy alguien alocado que no finaliza sus proyectos, o simplemente alguien que actúa por impulsos y no por un constante. He intentado demostrar que valgo para algo más que para seguir respirando, vivir aislado de todo y continuar un legado vacío, creía haberlo logrado cuando todo se enrareció por completo. Realmente no sé si es el principio o un principio válido, no lo sé, tan sólo que lo es y necesito que lo sea. Todo aconteció hace un par de años, aún puedo oler el aroma frutal del viento y deleitarme con la melodía que canturreaba entre mis labios.

Yo era un joven iluso de tan sólo veinte años, alguien que piensa que todo puede ocurrir hagas lo que hagas. No sabía que camino escoger, que metas alzar, pero sí que libros necesitaba componer. Era músico y a la vez escritor, solía pasarme las horas muertas haciendo vibrar mis cuerdas vocales o dejando que la tinta empapara un nuevo folio. Fuera donde fuese llevaba mis libretas, unas pequeñas cuadrículas de pasta de cartón y arillas metálicas, donde dejaba constancia de mis avances y derrotas. Estaba cansado, soñoliento, aquella mañana luminosa de verano asfixiante. El sol calentaba con sus rayos y yo los evitaba con mi piel blanquecina. Soy alguien que con un poco de sol puede acabar enfermando y con erupciones cutáneas. Estaba deseando que el calor se apartara de mi camino junto con el verano. Me senté en la sombra de un edificio, mis ropas eran finas, aunque oscuras, y mis ojos estaban cubiertos con unas gafas, que me hacían ver el mundo casi en penumbra absoluta. Contemplaba como pasaban los turistas, los niños alborotándolo todo y jovencitas que se percataban de mi presencia para seguir cuchicheando como si nada. En realidad me había levantado temprano para nada, lo que esperaba no sucedía y en medio de mi impaciencia lo vi.

Era un chico de unos treinta años, ojos miel y cabellos azabaches alborotados. Trabajaba en una de las oficinas del centro empresarial de la ciudad, en la cera contigua donde lo esperaba todos los días. Trabajaba como representante y tenía varias salidas y entradas en la empresa. Jamás había pensado que él iba a ser quien me alejara de dudas, tormentos e indecisiones. Me había enamorado por completo de cómo se presentaba, un hombre alto y amable vestido con un traje de chaqueta, hiciera el tiempo que hiciera, para cumplir su cometido con aquel trabajo tan repetitivo. No sabía su nombre, ni su edad y mucho menos sus gustos. Me mordía el labio cuando lo tenía frente a mí y deseaba palparlo. Durante años me había preguntado si realmente podía amar a los hombres o a las mujeres, si podía elegir entre ellos o quedarme con ambos sexos, sin embargo las dudas se evaporaron cuando sentí por él cosas que jamás hice por una mujer. Decidí acercarme a él tan sólo para oír su voz, corrí apresurado y me pose ante su mirada desconcertada.

-Perdone, ¿me podría decir que hora es?-Dije temblando por dentro y seguro de mí ante todo lo que me rodeaba. Deseaba enroscarme en su cuello y sentir sus labios, notar el calor de su aliento soportando miradas de cientos de curiosos.

-Son las doce y media.-Respondió distante con una sonrisa en su boca.

-Gracias.-Susurré quedándome sin fuerzas para más.

-Siempre te veo ahí sentado, ¿Quedas aquí con alguien?-Interrogó.

-Sí, se puede decir que quedo con un amigo.-Contesté intentando apartar la vista de él, estaba demasiado nervioso para mirarle.

-Muchas veces he sentido curiosidad por preguntar, porque no hay día que no te vea sentado expectante al final de la calle.-Parecía conocerme de vista, era normal, llevaba meses en aquella zona esperando su llegada. Era parte del mobiliario urbano particular.

-Es eso, quedo con un buen amigo.-Mascullé intentando disuadirme.

-Disfruta de las salidas, en unos años te verás atrapado en un trabajo sin expectativas de más.-Entonces recordé que aparentaba menos edad de la que tenía, seguramente me tomó por un adolescente y no un chico joven.

-Gracias.-Dije escabulléndome hasta el final de la calle. Corrí por el empedrado rustico de la plazuela cercana, el sol cercenaba mi piel, mi aliento se entrecortaba y mis ropas se pegaban a mi cuerpo. Había escasos metros entre el edificio donde estaba mi departamento y el de oficinas. Era un viejo bloque de casas, de los años veinte y reformados hacía tan sólo un par de años. Era una casa acogedora, bastante fresca y que desprendía un sabor melancólico en cada una de sus esquinas. Se constituía de tres plantas y en cada planta dos apartamentos. Tenía un patio interior lleno de rosas, lirios, amapolas, arbustos, costillas de adán, pequeñas fuentecillas y un triunfal naranjo en el centro. Subí las escaleras de madera hasta la tercera planta, donde se encontraba mi hogar. Abrí la puerta, y me despojé de mi ropa mientras mi abuela murmuraba algo en su habitación. No vivía solo, tenía que cuidar de una anciana junto con mi madre. Los tres habíamos decidido establecer un hogar en el casco antiguo, valía relativamente barato y era más práctico que nuestra antigua casa.

-¿Dónde has ido?-Dijo mi abuela.

-A dar un paseo.-Respondí asomándome en su escueta habitación. Estaba provista de una mecedora que fue de su madre, una cómoda, una estrecha cama junto a una mesilla.

-Sabes que no andas bien de la piel, deberías cuidarte.-Me reprochó mientras abatía su abanico negro, amaba aquel artilugio más que a si misma. Estaba vestida con camisón blanco, bastante fresco, y recostada en la cama como de costumbre cuando no había nada mejor que hacer.

-Tenía que ver a cierta persona.-Comenté con una sonrisa en los labios adentrándome por su alcoba.

-Ah, esa chica de nuevo.- Masculló en sus arrugados labios.-Tiene gracia, pareces demasiado enamorado para que solo sea un pasatiempo de los tuyos.-Dijo en tono burlón, como si yo fuera un rompecorazones.

-Exactamente no es un pasatiempos, abuela, estoy enamorado y no me corresponden.-Susurré alicaído, pensé por un segundo lo estúpido que habría parecido ante él.

-¿Entonces? No vayas a verla, no pierdas el tiempo.-Comentó abriendo el abanico mientras se escuchaba el ligero murmullo del aire.

-Me gusta mirar como pasea, como entra y sale de donde trabaja o como mira el reloj de pulsera que cuelga de su muñeca.-Sonreí levemente rememorando la primera vez que lo vi en una tarde de invierno, demasiado pluviosa.

-Definitivamente, estas loco.-Dijo riendo mientras salía de la habitación.

-Gracias abuela.-Respondí encaminándome a la ducha.

Cuando vi mi torso desnudo ante el espejo me pregunté como sería el suyo, que tacto tendría su piel o simplemente si algún día ambos podríamos contemplarnos cara a cara como en un espejo. Me bajé los pantalones y me quité la ropa interior, la ducha alivió mi piel. Aquella agua helada relajó mi piel y refrescó todo mi cuerpo hasta el interior. Luego me recosté en la cama, aún revuelta, y comencé a leer una de mis novelas para comprobar que era lo mejorable. Mis escritos siempre se centraban en varios temas, normalmente los que me preocupaban en exceso. La muerte, la sociedad actual, las presencias, el amor o simplemente una pequeña moraleja vital se convertían en mi eje principal. Durante una hora intenté esbozar un comienzo dramático para una obra basada en la antigüedad clásica, no logré nada y cesé en mi empeño. Tan sólo era capaz de pensar en él, en su voz y en como me había escrutado horas atrás. Dejé a un lado los folios, el bolígrafo corrector y todos mis pensamientos para poder descansar. Hacía demasiado calor, tan sólo se oía de fondo el batir del abanico de mi abuela. Al despertar había regresado mi madre con comida ya preparada y tan sólo lista para servir. Realmente no era lo habitual, pero el verano hacía que ambos odiáramos la cocina.

El día se hizo eterno y yo intenté indagar por Internet información para mi nueva obra. Según mi madre, junto con mi abuela, no estudiaba y tan sólo perdía el tiempo intentando imprimir en un folio algo que consideraba indispensable, mis sentimientos. Conseguí vestuario, escenario, situación histórica y personajes nuevos para añadir a mi lista sin fin; sin duda alguna esta novela que iba a iniciar sería única y mantendría el lenguaje clásico. Me sentía en una nube de humo, todo era complejo, y me ayudaba a difuminar su colonia junto con sus modales anglosajones. Rondaba la media noche cuando dejé el teclado, apenas había descansado y almorzado. Caminé por la casa, estaba reformada pero tenía el sabor andaluz tan típico. De dos casas hicieron una, más amplia y luminosa. En la cocina abordé, como un pirata, la nevera tomando un refresco junto con un poco de pollo asado. Mientras calentaba mi cena tardía intenté imaginarme mi personaje principal; debía ser alguien apuesto, lleno de ese sabor de hombre apasionado y a la vez humilde además de gran guerrero. Saboreaba aquel refresco de té helado y una imagen mental de aquel chico vino a mí. No podía controlar mis hormonas.

Fue una noche turbulenta, me sentía en pleno conflicto conmigo mismo. Sentía la indiferencia del reloj que marchitaba cada segundo como si no tuvieran valor o importancia. Recostado en la cama, la música clásica se derramaba por los auriculares, en mi mente revoloteaban las ideas y mis labios saboreaban aún la comida. Pensaba quizás en mi destino, las cartas de este y su recorrido. Recuerdo todo como una fotografía apolillada en blanco y negro. Las ideas discurrían a la vez que el tiempo. Todo se centraba en un solo punto, como una maldición creada por un dios egipcio, que me atrapaba en una idea fija. Tenía que encontrar el modo o la forma de saber donde vivía, su recorrido, y poder toparme con él una vez más. No recuerdo bien a que hora me dormí, seguramente sería de madrugada cuando logré conciliar el sueño.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

wiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

volviste al yaoiiiiiiiiiii

me gusta me gusta me gustaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

>< no te dejo mi msn porque me da cosa que se quede aquiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

pero me gustaria dartelo para que leyeras una cosa mía y me dijeras como lo vesssssssssssssss!

Anónimo dijo...

Muy tentadora la historia :P

Vere que puedo hacer.. si seguirla al pie de la letra o esperar días con ansia de ello xD

Saludos tio, cuidate un bezico xD

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt