Gabriel___Yoshin___LIKE_WHOA_by_Iidel de Deviant Art
Dulce fragancia
Cayó la noche con su pesado telón, el calor avivaba las luces de la ciudad como si fueran luciérnagas en medio de un bosque sagrado y todo parecía lleno de sensualidad cómplice. No había un silencio completo, como en invierno, sino que los coches y viandantes junto con los televisores le daban al aire un murmullo frenético. Los pequeños dormían en el cuarto, el mayor en una cama con barandas y el renacuajo de ojos grises en su cuna. Alessandro leía la revista Heavyrock mientras de sus auriculares se expandían el sonido de viejas canciones que me recordaban al día que lo conocí. Me miró con el rabillo del ojo y sonrió, creo que notó que le contemplaba como a un Dios. Yo estaba en la terraza, admirándolo todo como un gato pardo, aunque en ese instante caminé hasta donde estaba para sentarme a su lado. Pasé mi mano sobre sus hombros y lo apreté contra mi pecho. Sentí el cielo bajo mis pies en esos momentos de verdadero placer.
-Lo has olvidado.-Se aferró a mí con fuerza notando como se caían de sus oídos los auriculares.
-¿Qué he olvidado?-Murmuré besando su frente, amaba el aroma de sus cabellos.
-La discusión que tuvimos hace unos días, creí que me volvería loco si hacías lo que decías.-Su mirada parecía cargada de melancolía, una puerta a la tristeza.
-¿Qué discusión?-Interrogué jugueteando con las hebras de su melena.
-No te hagas el idiota, te queda grande ese disfraz.-Su aspecto era demasiado serio, tanto que tuve pánico durante unos segundos.
-En serio, Marius, no lo sé.-Mascullé intentando tranquilizarlo con mis caricias.
-Hacía mucho tiempo que no me llamabas así.-Comentó clavando sus ojos en mi, aquel color café con rayos de verde esperanza siempre me habían cautivado y conmovido.
-No entiendo nada.-En realidad, todo era un sueño y no comprendía la mayoría de las piezas del puzzle.
-Me ibas a dejar porque la fastidié con una persona, no creí tu intuición sobre ella y se propasó. Nunca me dejaste contarte la verdad, diste por hecho muchas cosas y creíste a otro antes que a mí. Me dolió, Lestat, me dolió inmensamente y creí morir en aquel instante. Luché para que me creyeras, pero esa discusión se adhirió a tu piel y a tu cerebro. Creí que cualquier día volvería y no estarías, que tan sólo me quedaría un papel de divorcio sobre la mesa.-Noté como las lágrimas caían sobre mi camiseta y me hacían sentirme un monstruo.
-Todos nos equivocamos y yo soy el más confundido.-Susurré buscando sus labios para fundirme en su aliento. Mis brazos se enroscaron en su cuerpo, él tan sólo se dejó hipnotizar por mi deseo.-Hazme un favor, olvida todo lo que haya dicho.-Susurré recostándolo en el sofá. Su respiración era un tanto acelerada, su entrepierna mostraba interés en seguir actuando y no conversando.
-Vayamos al dormitorio.-Masculló mientras bajaba la cremallera de mi pantalón introduciendo su mano derecha. Amaba la expresión de su rostro, entre excitado y seducido.
Saqué su mano de entre mis piernas y le arranqué la camiseta. Su boca era mi premio y la única meta para alcanzar el éxtasis más primitivo. Su cuerpo parecía haber sido esculpido por cinceles asombrosos de genio. No dudé en lamer sus pezones y caminar por su abdomen. Posé mis manos sobre su rostro atrapándolo como si fueran garras, para después pegar mi boca a la suya y que mis dientes mordiera el labio inferior. Me levanté y tiré de él, luego caminamos entre besos y caricias hasta el colchón donde dimos rienda suelta a la lujuria. Le despojé de sus pantalones y yo de mis ropas que eran meras ataduras. Contemplé por un segundo su figura, estaba dotado de todo lo que siempre soñó y necesitó. Durante años habíamos vivido acomplejados por nuestro cuerpo, seres desdichados y llenos de recelo, pero en ese instante éramos completamente dos Adonis. Tomé su miembro entre mis labios para luego lamer sus nalgas, masturbé su entrada mientras lo excitaba con mi mirada de bestia compulsiva. Cuando me introduje en él sentí como le temblaban las piernas, sus caderas se acoplaron a mí y sus manos se aferraron a mis hombros. Los jadeos y gemidos que emitía desde su interior me descontrolaban. Nos hicimos uno y el movimiento fue profundo pero lento, deseaba disfrutar de aquel momento eternamente, hasta que dejé que mi esencia corriera por su interior. Él hizo lo propio para luego abalanzarse a mí. Su lengua parecía estar endemoniada y su piel estaba empapada por pequeñas gotas de sudor.
-Te echaba de menos.-Susurró mientras nos acomodábamos entre las sábanas.
-Jamás me separaré de ti, hice una promesa y lo cumpliré.-Respondí besando su frente.
Entonces sentí unos pasos inquietos por la casa y una figura menuda entró a oscuras en el dormitorio.
-Papi, Papá.-Masculló en un sollozo.
-Dime cielo.-Susurró Marius incorporándose de la almohada y prendiendo la luz de la mesilla auxiliar.
-Tengo miedo, el hombre del saco me come.-Tenía su rostro lleno de lágrimas y el pequeño pijama empapado por el sudor. Seguramente había tenido una pesadilla y le había hecho correr hasta nosotros. Su pequeño oso pardo colgaba de uno de sus pequeños bracitos mientras se restregaba con el otro en los ojos.
-El hombre del saco no se lleva a los niños buenos.-Dije sonriendo y guiñándole un ojo.
-Si viene que se lleve a Eric.-Balbuceó.
-No deberías decir eso de tu hermano.-Le reprendió Marius arqueando las cejas.
-Él es malo, me tira del pelo.-Comentó mientras se intentaba subir en la cama.
-Cariño, no puedes dormir con nosotros.-Las sábanas estaban llenas de sexo y deseaba pegarme a mi pareja como su segunda piel.
-Sí puede, solo que hay que cambiar las sábanas.-Dijo mirándome con ojos de cordero degollado. Alessandro sabía que ese rostro, ese tono de voz y sobretodo esas manos en forma de ruego me conmovían.
-De acuerdo.-Que remedio, tendríamos que hacerlo por el bien del renacuajo.
-Papis, ¿estabais haciendo bebés?-Demonios, aquella pregunta me hizo mucha gracia y no dudé en reír aunque en un tono bajo, por si Eric se despertaba.
Mudamos la cama de limpio, duché a Mario conmigo porque estaba empapado y Alessandro nos contemplaba desde el marco de la puerta con media sonrisa. Mas tarde nos acostamos con el niño en medio y los besos a media luz prosiguieron. Me sentía plenamente feliz.
-Lo has olvidado.-Se aferró a mí con fuerza notando como se caían de sus oídos los auriculares.
-¿Qué he olvidado?-Murmuré besando su frente, amaba el aroma de sus cabellos.
-La discusión que tuvimos hace unos días, creí que me volvería loco si hacías lo que decías.-Su mirada parecía cargada de melancolía, una puerta a la tristeza.
-¿Qué discusión?-Interrogué jugueteando con las hebras de su melena.
-No te hagas el idiota, te queda grande ese disfraz.-Su aspecto era demasiado serio, tanto que tuve pánico durante unos segundos.
-En serio, Marius, no lo sé.-Mascullé intentando tranquilizarlo con mis caricias.
-Hacía mucho tiempo que no me llamabas así.-Comentó clavando sus ojos en mi, aquel color café con rayos de verde esperanza siempre me habían cautivado y conmovido.
-No entiendo nada.-En realidad, todo era un sueño y no comprendía la mayoría de las piezas del puzzle.
-Me ibas a dejar porque la fastidié con una persona, no creí tu intuición sobre ella y se propasó. Nunca me dejaste contarte la verdad, diste por hecho muchas cosas y creíste a otro antes que a mí. Me dolió, Lestat, me dolió inmensamente y creí morir en aquel instante. Luché para que me creyeras, pero esa discusión se adhirió a tu piel y a tu cerebro. Creí que cualquier día volvería y no estarías, que tan sólo me quedaría un papel de divorcio sobre la mesa.-Noté como las lágrimas caían sobre mi camiseta y me hacían sentirme un monstruo.
-Todos nos equivocamos y yo soy el más confundido.-Susurré buscando sus labios para fundirme en su aliento. Mis brazos se enroscaron en su cuerpo, él tan sólo se dejó hipnotizar por mi deseo.-Hazme un favor, olvida todo lo que haya dicho.-Susurré recostándolo en el sofá. Su respiración era un tanto acelerada, su entrepierna mostraba interés en seguir actuando y no conversando.
-Vayamos al dormitorio.-Masculló mientras bajaba la cremallera de mi pantalón introduciendo su mano derecha. Amaba la expresión de su rostro, entre excitado y seducido.
Saqué su mano de entre mis piernas y le arranqué la camiseta. Su boca era mi premio y la única meta para alcanzar el éxtasis más primitivo. Su cuerpo parecía haber sido esculpido por cinceles asombrosos de genio. No dudé en lamer sus pezones y caminar por su abdomen. Posé mis manos sobre su rostro atrapándolo como si fueran garras, para después pegar mi boca a la suya y que mis dientes mordiera el labio inferior. Me levanté y tiré de él, luego caminamos entre besos y caricias hasta el colchón donde dimos rienda suelta a la lujuria. Le despojé de sus pantalones y yo de mis ropas que eran meras ataduras. Contemplé por un segundo su figura, estaba dotado de todo lo que siempre soñó y necesitó. Durante años habíamos vivido acomplejados por nuestro cuerpo, seres desdichados y llenos de recelo, pero en ese instante éramos completamente dos Adonis. Tomé su miembro entre mis labios para luego lamer sus nalgas, masturbé su entrada mientras lo excitaba con mi mirada de bestia compulsiva. Cuando me introduje en él sentí como le temblaban las piernas, sus caderas se acoplaron a mí y sus manos se aferraron a mis hombros. Los jadeos y gemidos que emitía desde su interior me descontrolaban. Nos hicimos uno y el movimiento fue profundo pero lento, deseaba disfrutar de aquel momento eternamente, hasta que dejé que mi esencia corriera por su interior. Él hizo lo propio para luego abalanzarse a mí. Su lengua parecía estar endemoniada y su piel estaba empapada por pequeñas gotas de sudor.
-Te echaba de menos.-Susurró mientras nos acomodábamos entre las sábanas.
-Jamás me separaré de ti, hice una promesa y lo cumpliré.-Respondí besando su frente.
Entonces sentí unos pasos inquietos por la casa y una figura menuda entró a oscuras en el dormitorio.
-Papi, Papá.-Masculló en un sollozo.
-Dime cielo.-Susurró Marius incorporándose de la almohada y prendiendo la luz de la mesilla auxiliar.
-Tengo miedo, el hombre del saco me come.-Tenía su rostro lleno de lágrimas y el pequeño pijama empapado por el sudor. Seguramente había tenido una pesadilla y le había hecho correr hasta nosotros. Su pequeño oso pardo colgaba de uno de sus pequeños bracitos mientras se restregaba con el otro en los ojos.
-El hombre del saco no se lleva a los niños buenos.-Dije sonriendo y guiñándole un ojo.
-Si viene que se lleve a Eric.-Balbuceó.
-No deberías decir eso de tu hermano.-Le reprendió Marius arqueando las cejas.
-Él es malo, me tira del pelo.-Comentó mientras se intentaba subir en la cama.
-Cariño, no puedes dormir con nosotros.-Las sábanas estaban llenas de sexo y deseaba pegarme a mi pareja como su segunda piel.
-Sí puede, solo que hay que cambiar las sábanas.-Dijo mirándome con ojos de cordero degollado. Alessandro sabía que ese rostro, ese tono de voz y sobretodo esas manos en forma de ruego me conmovían.
-De acuerdo.-Que remedio, tendríamos que hacerlo por el bien del renacuajo.
-Papis, ¿estabais haciendo bebés?-Demonios, aquella pregunta me hizo mucha gracia y no dudé en reír aunque en un tono bajo, por si Eric se despertaba.
Mudamos la cama de limpio, duché a Mario conmigo porque estaba empapado y Alessandro nos contemplaba desde el marco de la puerta con media sonrisa. Mas tarde nos acostamos con el niño en medio y los besos a media luz prosiguieron. Me sentía plenamente feliz.
2 comentarios:
Que xuliiii >_< es mu tiernoooo todo joooo k bonitooo
Quero maaas xD
Saludinesss
Me está encantado esta historia *o*
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