Que el sueño no acabe
Cuando despertamos me sentí confuso, el sueño aún no concluía y todo era demasiado real. Mi pareja ya se había levantado y el pequeño se abrazaba a mí buscando protección. Decidí buscarlo y dejar al niño descansar en la cama. Me dirigí hacia la habitación donde estaba la pequeña cunita, allí estaba Marius dándole el biberón maravillado por los ojos de aquel bebé. La sonrisa de Alessandro jamás fue tan hermosa, parecía haber tocado la cima de la felicidad. Caminé hasta la pequeña mecedora acaricié sus cabellos y besé su frente, mientras el pequeño parecía sumido en una calma más allá de este mundo. Una lágrima de satisfacción se escapó de mis ojos tristes. Pensé que si este sueño era un pasadizo al futuro, una muestra de lo que obtendría tras el dolor y la agonía, valía la pena luchar y sentir el cruel dolor de los insultos cotidianos. Mario asomó sus cabellos ondulados por el marco de la puerta y correteó hasta donde nos encontrábamos. En ese instante un teléfono móvil sonó y corrí a buscarlo. Era un pequeño móvil, tan minúsculo que se perdía en mi mano, y que canturreaba una sinfonía de Mozart.
-Hola, espero no haberos despertado pero tengo que hablarte sobre tu última novela. ¿La tendrás para hoy?-Dijo tras carraspear un segundo.
-¿Quién eres?-Interrogué.
-¿Ya no recuerdas a los viejos amigos?-Aquel acento le delataba, era Gabriela o mi queridísimo Romanus. A veces jugábamos al rol, a ser personajes de Anne Rice y divertirnos sanamente con nuestros personajes. Acabé por acostumbrarme por llamarla así, era demasiado parecida en carácter al personaje y también a mi marido. Todo era muy confuso, jamás había oido su voz y por acto reflejo pensé en ella. Sin duda alguna ella, Jeannette, Miriam, Ian junto a un pequeño reducto distinto al resto habían marcado mis vidas y no tendría como agradecérselo. Me pregunté si aparecerían en el sueño, si todo lo que tenía seguía teniéndolo.
-¿Romanus?-Interrogué
-Vaya hacía mucho tiempo que no decías las palabras mágicas.-Rió levemente mientras se escuchaba ruido de teclado de fondo.
-¿Qué deseas?-Cuestioné como si fuera un hada de los deseos.
-¿Qué deseas? Soy tu agente merluzo.-Aquellas palabras me hicieron sonreír.
-¿Mi nueva novela?-Interrogué dubitativo.
-Sí, la acabaste ¿verdad?-Preguntó.
-Aja, así es.-Asentí.
-Bien desean ver el documento hoy.-Comentó.
-Solo me queda ponerle título.-Respondí.
-Bien pasaré dentro de dos horas a por ti.-
-Claro.-Comenté.
-Ciao hermano.-Se despidió
-Adiós Romanitus.-Sonreí mientras cerraba el teléfono.
Él estaba detrás mirándome con una sonrisa, me besó dulcemente los labios.
-Tendremos que dejar hoy los niños con Miriamelle e Ian, creo que hoy no trabaja Miri por la mañana. Si no pueden, ya entonces molestaremos a tu madre.-Susurró meciendo al benjamín.
-Mejor los llevamos con mi madre.-Dije.
-Cariño, esta bastante torpe últimamente y achacosa por tantos años con la fregona. Seguro que a Miri no le importa.-Respondió acariciando mi rostro con media sonrisa plasmada en su rostro.
-De acuerdo.-Respondí.
Tras esto me di una buena ducha mientras Alessandro daba el desayuno a Mario, además de preparar el nuestro. Tomé uno de los trajes chaqueta que había en el armario, aunque no me puse la chaqueta y opté por un estilo algo más informal. La corbata algo desatada, la camisa de blanco algodón y bien afeitado me daba un aire de libertad. Tomé un café y dos tostadas, mientras Marius me miraba como si enloqueciera por instantes.
-Odio que te vistas como un dictador.-Comentó mordisqueando una tostada, mientras el pequeño dormitaba en el carrito y el mayor bebía su cacao aún viendo dibujos de anime.
-Debo dar buena imagen.-Respondí guiñándole un ojo y limpiando restos de margarina de su boca.
-Me gustas más de gótico prepotente.-Dijo moviendo la cucharilla del café.
-A mí también.-Tras mis palabras un beso, necesitaba sentir aquel cálido recoveco.
Tras el desayuno quité yo la mesa y él lavó al pequeño junto con él en la bañera. Fui a curiosear y vi aquella estampa, al contemplarla desee meterme junto a él y disfrutar de esos instantes. Marius realmente parecía curado de sus ataques de ira, de la tristeza que le ahogaba y de todas sus preocupaciones. Comprobé que había otro pequeño despacho, en él había fotografías de su padre y había varias guitarras eléctricas. Cerré suavemente y me fui al mío, allí me senté y tomé la novela en la diminuta memoria de bolsillo.
Tras una hora apareció Miri, estaba espectacular y apenas la conocí. Una mujer fuerte, que había luchado por tener el cuerpo que le correspondía, mientras sonreía dulcemente pensando en que la jornada se le hiciera leve. Marius había telefoneado a su móvil mientras yo arreglaba los documentos. Conversamos poco sin embargo valió la pena ver en mi sueño su cambio. Se marchó con Marius y los pequeños, más tarde él iría a ensayar con su grupo y volvería con ellos. No estuve mucho tiempo solo, Romanus apareció momentos después con una sonrisa de oreja a oreja.
-He conseguido que te paguen diez mil euros más.-Jamás había escuchado aquella cifra, tanto dinero junto me hacía sentir una especie de mareo.
-Dios.-Susurré.
-¿Es poco?-Interrogó preocupada.-Has tenido dos novelas de gran éxito, es cierto, pero aún tienes que entender que poco a poco alcanzarás cifras mejores.-Comentó.
-No, si veo demasiado dinero por hacer algo que me gusta.-Me pasé la mano por mis cabellos y noté que aún no me había peinado.
Fui ante el espejo y entonces caí en la cuenta que tenía el cabello algo largo, se podía hacer una coleta con aquella cabellera. Tras arreglarme salimos hacia nuestro destino. Fue una reunión aburrida, francamente no esperaba otra cosa, y firmé el documento donde dejaba que mi obra fuera impresa en la editorial. Después tomamos un café y charlamos de los viejos tiempos, que para mí no lo eran tantos. Jeannette tenía junto a ella un floreciente negocio de ventas de obras de arte, además de que eran nuestras representantes. Ian, por lo visto, había logrado poner un pequeño gimnasio que yo supuestamente frecuentaba y Miri se había hecho activista. Sobre el resto llevaban vidas sumergidas en trabajos algo monótonos, pero estables.
-Hola, espero no haberos despertado pero tengo que hablarte sobre tu última novela. ¿La tendrás para hoy?-Dijo tras carraspear un segundo.
-¿Quién eres?-Interrogué.
-¿Ya no recuerdas a los viejos amigos?-Aquel acento le delataba, era Gabriela o mi queridísimo Romanus. A veces jugábamos al rol, a ser personajes de Anne Rice y divertirnos sanamente con nuestros personajes. Acabé por acostumbrarme por llamarla así, era demasiado parecida en carácter al personaje y también a mi marido. Todo era muy confuso, jamás había oido su voz y por acto reflejo pensé en ella. Sin duda alguna ella, Jeannette, Miriam, Ian junto a un pequeño reducto distinto al resto habían marcado mis vidas y no tendría como agradecérselo. Me pregunté si aparecerían en el sueño, si todo lo que tenía seguía teniéndolo.
-¿Romanus?-Interrogué
-Vaya hacía mucho tiempo que no decías las palabras mágicas.-Rió levemente mientras se escuchaba ruido de teclado de fondo.
-¿Qué deseas?-Cuestioné como si fuera un hada de los deseos.
-¿Qué deseas? Soy tu agente merluzo.-Aquellas palabras me hicieron sonreír.
-¿Mi nueva novela?-Interrogué dubitativo.
-Sí, la acabaste ¿verdad?-Preguntó.
-Aja, así es.-Asentí.
-Bien desean ver el documento hoy.-Comentó.
-Solo me queda ponerle título.-Respondí.
-Bien pasaré dentro de dos horas a por ti.-
-Claro.-Comenté.
-Ciao hermano.-Se despidió
-Adiós Romanitus.-Sonreí mientras cerraba el teléfono.
Él estaba detrás mirándome con una sonrisa, me besó dulcemente los labios.
-Tendremos que dejar hoy los niños con Miriamelle e Ian, creo que hoy no trabaja Miri por la mañana. Si no pueden, ya entonces molestaremos a tu madre.-Susurró meciendo al benjamín.
-Mejor los llevamos con mi madre.-Dije.
-Cariño, esta bastante torpe últimamente y achacosa por tantos años con la fregona. Seguro que a Miri no le importa.-Respondió acariciando mi rostro con media sonrisa plasmada en su rostro.
-De acuerdo.-Respondí.
Tras esto me di una buena ducha mientras Alessandro daba el desayuno a Mario, además de preparar el nuestro. Tomé uno de los trajes chaqueta que había en el armario, aunque no me puse la chaqueta y opté por un estilo algo más informal. La corbata algo desatada, la camisa de blanco algodón y bien afeitado me daba un aire de libertad. Tomé un café y dos tostadas, mientras Marius me miraba como si enloqueciera por instantes.
-Odio que te vistas como un dictador.-Comentó mordisqueando una tostada, mientras el pequeño dormitaba en el carrito y el mayor bebía su cacao aún viendo dibujos de anime.
-Debo dar buena imagen.-Respondí guiñándole un ojo y limpiando restos de margarina de su boca.
-Me gustas más de gótico prepotente.-Dijo moviendo la cucharilla del café.
-A mí también.-Tras mis palabras un beso, necesitaba sentir aquel cálido recoveco.
Tras el desayuno quité yo la mesa y él lavó al pequeño junto con él en la bañera. Fui a curiosear y vi aquella estampa, al contemplarla desee meterme junto a él y disfrutar de esos instantes. Marius realmente parecía curado de sus ataques de ira, de la tristeza que le ahogaba y de todas sus preocupaciones. Comprobé que había otro pequeño despacho, en él había fotografías de su padre y había varias guitarras eléctricas. Cerré suavemente y me fui al mío, allí me senté y tomé la novela en la diminuta memoria de bolsillo.
Tras una hora apareció Miri, estaba espectacular y apenas la conocí. Una mujer fuerte, que había luchado por tener el cuerpo que le correspondía, mientras sonreía dulcemente pensando en que la jornada se le hiciera leve. Marius había telefoneado a su móvil mientras yo arreglaba los documentos. Conversamos poco sin embargo valió la pena ver en mi sueño su cambio. Se marchó con Marius y los pequeños, más tarde él iría a ensayar con su grupo y volvería con ellos. No estuve mucho tiempo solo, Romanus apareció momentos después con una sonrisa de oreja a oreja.
-He conseguido que te paguen diez mil euros más.-Jamás había escuchado aquella cifra, tanto dinero junto me hacía sentir una especie de mareo.
-Dios.-Susurré.
-¿Es poco?-Interrogó preocupada.-Has tenido dos novelas de gran éxito, es cierto, pero aún tienes que entender que poco a poco alcanzarás cifras mejores.-Comentó.
-No, si veo demasiado dinero por hacer algo que me gusta.-Me pasé la mano por mis cabellos y noté que aún no me había peinado.
Fui ante el espejo y entonces caí en la cuenta que tenía el cabello algo largo, se podía hacer una coleta con aquella cabellera. Tras arreglarme salimos hacia nuestro destino. Fue una reunión aburrida, francamente no esperaba otra cosa, y firmé el documento donde dejaba que mi obra fuera impresa en la editorial. Después tomamos un café y charlamos de los viejos tiempos, que para mí no lo eran tantos. Jeannette tenía junto a ella un floreciente negocio de ventas de obras de arte, además de que eran nuestras representantes. Ian, por lo visto, había logrado poner un pequeño gimnasio que yo supuestamente frecuentaba y Miri se había hecho activista. Sobre el resto llevaban vidas sumergidas en trabajos algo monótonos, pero estables.
2 comentarios:
OOOOh me encanta lo que haces con tus sueños....me encanta formar parte de ellos *w*, me hace feliz el contenido de lo que ves cuando yo no puedo saberlo...el contenido de los mios lo sabes xD
Te amo mi vida...y espero que nuestro futuro juntos sea al menos la mitad de bueno que en tus sueños...y seré el hombre más feliz del mundo.
Te amo
*____* Nyô!
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