Dany Dany
Fuerza en el Presente
Durante semanas viví algo parecido a una fantasía completa. Me sentía feliz y la soledad que normalmente me rodeaba se había esfumado. Mi madre estaba algo achacosa, mi abuela ya desgraciadamente no existía y mi pequeña familia era todo lo que tenía junto al prestigio, que poco me importaba. Los buenos amigos siempre estaban ahí, éramos un clan unido y teníamos tertulias a menudo los fines de semana. Normalmente mis hijos eran parte de una carga y a la vez de un hermoso recuerdo, de una sonrisa que prendía en mi rostro mientras comprobaba que Marius realmente aún seguía siendo un crío. Nos gustaba sentirnos juntos en todos nuestros planes, le compuse algunas letras y él las aceptó para su nuevo trabajo. Yo por mi parte comencé una nueva novela, me resultaba fácil seguir el hilo y la trama esta vez era de terror. Al principio pensé en un cuento infantil, pero no soy escritor para niños. Comencé a pensar que ese sueño no era tal y que seguramente había tenida pequeña perdida de memoria. Me dejé llevar por la situación y decidí que todo era normal.
Gabriela, Jeannette, Miriamelle, Ian, Alessandro y todos los demás habíamos logrado nuestras metas o al menos un triunfo en nuestras vidas. El más importante para mí no fue la edición de mis novelas, tampoco una casa a mi medida, sino estar junto a mi pareja. Jamás había pensado que el tiempo nos atara, que nos hiciera tan inseparables. No podía dar un paso sin que él estuviera a mi lado, no era capaz de concentrarme si no sabía su paradero o al menos que estaba bien y creo que a veces lo asfixiaba.
Una noche cualquiera después de un rato de sexo sentí que todo me pesaba, los párpados se caían solos y me aferré a él. Los niños dormían y Marius hacía un buen rato que había caído en el mundo de Morfeo. Entre aquellas sábanas blancas tan suaves, la temperatura fresca de un otoño entrante y un día agotador quedé dormido. El sueño me atrapó y soñé con una mañana ajetreada llena de estrés. Al despertar no estaba en mi cama, Marius no se encontraba a mi lado y mi vieja habitación había vuelto. Me desesperé empecé a pellizcarme y la radio estaba encendida emitiendo un viejo tema de HIM. Mis pies descalzos sonaron por el suelo, mi cuerpo había mutado en el monstruo que había sido y mis esfuerzos cotidianos habían vuelto a la supervivencia. De estar en la cima de la pirámide de Maslow para verme luego en su base, lleno de temores y acorralado por una sociedad injusta. En el almanaque estaba marcada la fecha del día veintisiete y sin duda sabía que significaba. Ese mismo día cumplía cuatro meses felices con mi amante, eso sí después de un año llorando por su amor y esperando tenerlo junto a mí.
Me senté en la mesa del ordenador, miré la pantalla y allí estaba Alessandro felicitándome por nuestro día. Lloré como un niño cuando pierde su juguete favorito e intentaba calmarme pensando que algún día lograría estar con él. Todo lo que una vez tuve, lo tendría y por ello hoy mismo estoy luchando por conseguirlo. No voy a dejar que ese futuro quede en el aire, sé que podemos conseguirlo tan sólo con algo de esfuerzo. Da igual si muero en el intento, pero deseo ser padre, deseo ese cuerpo y sobretodo deseo pasar lo que queda de mi vida junto al hombre al que amo. Nadie va a hacer que me hunda, nadie va a hacer que sufra, nadie va a hacer que dañe lo único que tengo que se llama ilusión y esperanza. Tengo mi honor, mi orgullo, mi madurez y mi sensatez y por tanto posibilidades para la lucha con la poca fuerza que emana del mismo infierno. Soy yo y nadie va a decirme que seré en la vida, sino yo mismo y menos cretinos que no saben lo que es derecho a la vida.
Gabriela, Jeannette, Miriamelle, Ian, Alessandro y todos los demás habíamos logrado nuestras metas o al menos un triunfo en nuestras vidas. El más importante para mí no fue la edición de mis novelas, tampoco una casa a mi medida, sino estar junto a mi pareja. Jamás había pensado que el tiempo nos atara, que nos hiciera tan inseparables. No podía dar un paso sin que él estuviera a mi lado, no era capaz de concentrarme si no sabía su paradero o al menos que estaba bien y creo que a veces lo asfixiaba.
Una noche cualquiera después de un rato de sexo sentí que todo me pesaba, los párpados se caían solos y me aferré a él. Los niños dormían y Marius hacía un buen rato que había caído en el mundo de Morfeo. Entre aquellas sábanas blancas tan suaves, la temperatura fresca de un otoño entrante y un día agotador quedé dormido. El sueño me atrapó y soñé con una mañana ajetreada llena de estrés. Al despertar no estaba en mi cama, Marius no se encontraba a mi lado y mi vieja habitación había vuelto. Me desesperé empecé a pellizcarme y la radio estaba encendida emitiendo un viejo tema de HIM. Mis pies descalzos sonaron por el suelo, mi cuerpo había mutado en el monstruo que había sido y mis esfuerzos cotidianos habían vuelto a la supervivencia. De estar en la cima de la pirámide de Maslow para verme luego en su base, lleno de temores y acorralado por una sociedad injusta. En el almanaque estaba marcada la fecha del día veintisiete y sin duda sabía que significaba. Ese mismo día cumplía cuatro meses felices con mi amante, eso sí después de un año llorando por su amor y esperando tenerlo junto a mí.
Me senté en la mesa del ordenador, miré la pantalla y allí estaba Alessandro felicitándome por nuestro día. Lloré como un niño cuando pierde su juguete favorito e intentaba calmarme pensando que algún día lograría estar con él. Todo lo que una vez tuve, lo tendría y por ello hoy mismo estoy luchando por conseguirlo. No voy a dejar que ese futuro quede en el aire, sé que podemos conseguirlo tan sólo con algo de esfuerzo. Da igual si muero en el intento, pero deseo ser padre, deseo ese cuerpo y sobretodo deseo pasar lo que queda de mi vida junto al hombre al que amo. Nadie va a hacer que me hunda, nadie va a hacer que sufra, nadie va a hacer que dañe lo único que tengo que se llama ilusión y esperanza. Tengo mi honor, mi orgullo, mi madurez y mi sensatez y por tanto posibilidades para la lucha con la poca fuerza que emana del mismo infierno. Soy yo y nadie va a decirme que seré en la vida, sino yo mismo y menos cretinos que no saben lo que es derecho a la vida.
1 comentario:
La historia preciosa... *___*
¡Saludos! ^^
P.D: Ya te comentaré sobre esos imbéciles en la siguiente entrada, cuando la lea ¬¬
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