Capítulo segundo.
Paradero desconocido, punto 0.
Permanecí sentado mirando al fondo donde están las taquillas más de media hora. Mi compañero Roberto vino a ver que sucedía, estaba bloqueado interrogándome a mi mismo que había hecho mal. Mi vida era un desastre y se ponía en duda mi valía junto con la del cuerpo. Se sentó a mi lado y me dio una lata de refresco, comenzamos a beber sin tan siquiera dirigirnos una mísera palabra.
-No dejes que te afecte lo que una idiota diga en televisión, ¿qué sabe esa? No sabe nada y su vida es tan carente de sentido que busca llenarla sintiéndose importante. ¿Sabes como se siente importante? Soltando bazofia en un programa basura que dice ser de máxima audiencia e importancia, cuando seguro que solo lo ven cuatro marujas amargadas. Gentuza así no debería existir, ojala se ahogaran todas en su veneno. Tranquilo el crío es mayorcito, estará por ahí en casa de algún colega y habrá hecho esto para llamar a atención.-Dijo terminándose el último trago.
-Este asunto me da mala espina y además no es sólo eso, sino mucho más. Apenas tengo contacto con mi familia por el trabajo y ahora este caso. No puedo descansar, necesito unas vacaciones. Cuando todo esto se solucione pediré tiempo para estar con mi familia.-Pasé el embase del refresco por mi frente, refrescándola.
-Todos los necesitamos, pero tú eres quién más las mereces.-Comentó. Roberto era un joven de cabellos oscuros, ojos pardos, blanco de piel y demasiado joven para estar tan encadenado. Había dejado a la novia hacía meses y vivía para el uniforme que llevaba.
-Volvamos al trabajo, no quiero que el jefe piense que estoy vagueando.-Respondí levantándome de aquella banca.
-Sí, tienes razón.-Dijo caminando detrás de mí, yo me había encaminado a la puerta y después apagó la luz tras mis pasos.
Hasta la hora del almuerzo no quité ojo de las direcciones que aparecían en el ordenador, junto con investigador de la brigada de delitos informáticos me ponía al día de todo lo que acontece ahí fuera, en la red. El chico supuestamente tenía varias cuentas en foros, un blog y varias páginas habituales. El contenido de estas era variado desde literatura pasando por música hasta anime. Lo que publicaba en su blog eran sus sentimientos, un diario, solía decir lo que le sucedía cada día con una madurez brutal. Normalmente no se abría del todo y una psicóloga tomó documentos que imprimimos para analizarlos. Se mostraba preocupado por un gran paso, quedar con alguien que realmente le llenaba y no le dejaba de lado. Supusimos que era un amigo en red y justamente era ese mismo día. Pareció claro, el chico se había largado junto a ese amigo o ese aliado resultó ser la guadaña de la muerte. Lo que decía de esa persona era poco exacto y difícil de precisar quien podría ser. No había ningún comentario de dicho sujeto, no sabíamos su edad y tampoco su sexo, sin embargo parecía tenerle una extraña devoción. En las páginas donde ingresó no había tampoco ningún usuario que pareciera corresponder a lo poco, aparentemente nada, que sabíamos de él; dimos entonces por hecho que seguramente se conocieron en un Chat. Como no llegábamos a una conclusión firme decidimos hacernos pasar por él en su Messenger.
Encargamos algo de comida a un restaurante chino cercano y nos sentamos ante la pantalla tanto Roberto como Ramírez, el chico del departamento informático. Miramos el correo detenidamente y todas las carpetas estaban borradas, no había ni rastro de correos que nos hicieran sospechar, sin embargo guardó algunas conversaciones y varios contactos le hablaron. Parecían preocupados y no paraban de interrogar sobre un tal Marcus. Intentamos sacar la máxima información posible si bien ellos sabían poca cosa, tan sólo que eran amigos y él deseaba verlo. Volvíamos al punto de partida, aunque hicimos una pregunta peliaguda sobre su sexualidad y todos respondieron afirmativamente sobre homosexualidad. El joven lo era por lo tanto ese amigo podría ser un amante o alguien de quien se había enamorado. Entonces cerramos la cuenta y decidimos descansar un momento, teníamos nuevos datos y debíamos reflexionar sobre ellos.
Eran las cinco de la tarde cuando tras varias anotaciones en un viejo cuaderno y un pequeño croquis llamé a Roberto. Teníamos que hablar con el jefe junto con los demás compañeros, cada cual tenía una misión en este caso además de la lucha por la seguridad diaria. Convocó una reunión y mostramos en un pequeño corcho todo lo que sabíamos. La información era contradictoria. Según Alberto Aguerrido el chico tonteaba con una muchacha de su instituto, aunque era acosado por dos chavales de su misma clase. Los que investigaban la familia no hallaron pruebas que los acusaran, ni al herma ni a los padres y mucho menos al resto que vivía fuera de la ciudad. Los amigos eran reacios a comentar nada telefónicamente o en sus casas, tendríamos que traerlos a la comisaría y dialogar cara a cara con ellos. Éramos la comisaría central, la que movilizaba a las otras cuatro. En todas había un dispositivo encargado del caso. Cuando pensábamos que había concluido la reunión entró un detective pagado por la familia.
-Os presento a nuestro nuevo colaborador, el detective Cordero.-Dijo Martínez, nuestro jefe y explotador.
-Tengo una pregunta.-Interrumpió Roberto.-¿Dudan tanto de nosotros? ¿De nuestra eficacia?-Su tono de voz era irreverente.
-Simplemente vengo a ayudar.-Respondió Cordero.
-Chicos no viene a quitarnos el sueldo, ni a dejarnos de brazos cruzados, sino a aligerar el proceso.-Comentó el jefe.-Ahora se quedará con el encargado de cada equipo y les hablaréis de cada dato que tengáis, ponedlo al día.-Dijo marchándose de la sala.
Yo era uno de los encargados y me encargaba de la nueva pista con ese tal Marcus. Elvira Sánchez, alias la teniente por su genio, echaba humo después de haber estado un día entero pateando la ciudad para que viniera otro a gorronear de sus méritos. Sergio López, un gran amigo, había hablado con la familia junto con sus otros compañeros. Alfonso había recopilado datos de los amigos más próximos junto al resto de su equipo. Mientras Emiliano había conversado con profesores y algunos compañeros. Días, horas eternas, trabajando para que el detective tan sólo tuviera que leer los datos asintiendo como un subnormal.
-Tengo datos sobre Samuel.-Dijo con su voz grabe.-Es un recorrido que normalmente hacía en sus paseos.-Comentó.-Algún que otro amigo había hecho esta caminata cuando él se sentía agobiado. Por cierto el muchacho fuma y ha tenido algún problema en casa por ello. Es lo único oscuro que he visto. Veo que vosotros habéis llegado a conclusiones y ramos de investigación muy elaborados, os honra. Yo he conseguido un testigo que lo vio con un muchacho de apariencia gótica, cabellos largos hasta la cintura y bastante fornido. Es decir, el típico chico de gimnasio de aspecto de muerto viviente.-Comentó.-Lo vio una mujer de una panadería en la plaza Fuente Ovejuna.-Concluyó mostrando su libreta.
-Hablé con esa mujer y no dijo nada.-Respondió Elvira algo furiosa.
-No le mostraste tu amigo dinero.-Dijo.-A veces para que hablen debes de darles un empujón.-Se sentó en una de las sillas cercanas a nosotros.-La vida funciona así.-Comentó.
Estuvimos hasta cerca de las ocho de la tarde sacando conclusiones y tomando decisiones. El chico no aparecía y mi familia estaba aparcada a un lado. Decidí volver a casa, me tocaba, y al llegar mi hija no estaba porque había ido a dormir a casa de una amiga. Mi mujer estaba sentada en el sofá mirando la televisión sin atenderla demasiado. Me senté a su lado sin decirnos nada. Me pregunté si ella se imaginaba acabar así, sin complicidad y sin magia. La quería, la adoraba, pero sin duda eso no me llenaba y el trabajo me alejaba cada día más. Fui a tomarme una ducha y me hice un bocadillo, ella no parecía dispuesta a cocinar nada. Me acosté tras una hora ella también lo hizo. No nos habíamos dirigido ni una sola palabra. Entonces cerré los ojos y clamé al cielo que al abrirlos fuera otro día.
-No dejes que te afecte lo que una idiota diga en televisión, ¿qué sabe esa? No sabe nada y su vida es tan carente de sentido que busca llenarla sintiéndose importante. ¿Sabes como se siente importante? Soltando bazofia en un programa basura que dice ser de máxima audiencia e importancia, cuando seguro que solo lo ven cuatro marujas amargadas. Gentuza así no debería existir, ojala se ahogaran todas en su veneno. Tranquilo el crío es mayorcito, estará por ahí en casa de algún colega y habrá hecho esto para llamar a atención.-Dijo terminándose el último trago.
-Este asunto me da mala espina y además no es sólo eso, sino mucho más. Apenas tengo contacto con mi familia por el trabajo y ahora este caso. No puedo descansar, necesito unas vacaciones. Cuando todo esto se solucione pediré tiempo para estar con mi familia.-Pasé el embase del refresco por mi frente, refrescándola.
-Todos los necesitamos, pero tú eres quién más las mereces.-Comentó. Roberto era un joven de cabellos oscuros, ojos pardos, blanco de piel y demasiado joven para estar tan encadenado. Había dejado a la novia hacía meses y vivía para el uniforme que llevaba.
-Volvamos al trabajo, no quiero que el jefe piense que estoy vagueando.-Respondí levantándome de aquella banca.
-Sí, tienes razón.-Dijo caminando detrás de mí, yo me había encaminado a la puerta y después apagó la luz tras mis pasos.
Hasta la hora del almuerzo no quité ojo de las direcciones que aparecían en el ordenador, junto con investigador de la brigada de delitos informáticos me ponía al día de todo lo que acontece ahí fuera, en la red. El chico supuestamente tenía varias cuentas en foros, un blog y varias páginas habituales. El contenido de estas era variado desde literatura pasando por música hasta anime. Lo que publicaba en su blog eran sus sentimientos, un diario, solía decir lo que le sucedía cada día con una madurez brutal. Normalmente no se abría del todo y una psicóloga tomó documentos que imprimimos para analizarlos. Se mostraba preocupado por un gran paso, quedar con alguien que realmente le llenaba y no le dejaba de lado. Supusimos que era un amigo en red y justamente era ese mismo día. Pareció claro, el chico se había largado junto a ese amigo o ese aliado resultó ser la guadaña de la muerte. Lo que decía de esa persona era poco exacto y difícil de precisar quien podría ser. No había ningún comentario de dicho sujeto, no sabíamos su edad y tampoco su sexo, sin embargo parecía tenerle una extraña devoción. En las páginas donde ingresó no había tampoco ningún usuario que pareciera corresponder a lo poco, aparentemente nada, que sabíamos de él; dimos entonces por hecho que seguramente se conocieron en un Chat. Como no llegábamos a una conclusión firme decidimos hacernos pasar por él en su Messenger.
Encargamos algo de comida a un restaurante chino cercano y nos sentamos ante la pantalla tanto Roberto como Ramírez, el chico del departamento informático. Miramos el correo detenidamente y todas las carpetas estaban borradas, no había ni rastro de correos que nos hicieran sospechar, sin embargo guardó algunas conversaciones y varios contactos le hablaron. Parecían preocupados y no paraban de interrogar sobre un tal Marcus. Intentamos sacar la máxima información posible si bien ellos sabían poca cosa, tan sólo que eran amigos y él deseaba verlo. Volvíamos al punto de partida, aunque hicimos una pregunta peliaguda sobre su sexualidad y todos respondieron afirmativamente sobre homosexualidad. El joven lo era por lo tanto ese amigo podría ser un amante o alguien de quien se había enamorado. Entonces cerramos la cuenta y decidimos descansar un momento, teníamos nuevos datos y debíamos reflexionar sobre ellos.
Eran las cinco de la tarde cuando tras varias anotaciones en un viejo cuaderno y un pequeño croquis llamé a Roberto. Teníamos que hablar con el jefe junto con los demás compañeros, cada cual tenía una misión en este caso además de la lucha por la seguridad diaria. Convocó una reunión y mostramos en un pequeño corcho todo lo que sabíamos. La información era contradictoria. Según Alberto Aguerrido el chico tonteaba con una muchacha de su instituto, aunque era acosado por dos chavales de su misma clase. Los que investigaban la familia no hallaron pruebas que los acusaran, ni al herma ni a los padres y mucho menos al resto que vivía fuera de la ciudad. Los amigos eran reacios a comentar nada telefónicamente o en sus casas, tendríamos que traerlos a la comisaría y dialogar cara a cara con ellos. Éramos la comisaría central, la que movilizaba a las otras cuatro. En todas había un dispositivo encargado del caso. Cuando pensábamos que había concluido la reunión entró un detective pagado por la familia.
-Os presento a nuestro nuevo colaborador, el detective Cordero.-Dijo Martínez, nuestro jefe y explotador.
-Tengo una pregunta.-Interrumpió Roberto.-¿Dudan tanto de nosotros? ¿De nuestra eficacia?-Su tono de voz era irreverente.
-Simplemente vengo a ayudar.-Respondió Cordero.
-Chicos no viene a quitarnos el sueldo, ni a dejarnos de brazos cruzados, sino a aligerar el proceso.-Comentó el jefe.-Ahora se quedará con el encargado de cada equipo y les hablaréis de cada dato que tengáis, ponedlo al día.-Dijo marchándose de la sala.
Yo era uno de los encargados y me encargaba de la nueva pista con ese tal Marcus. Elvira Sánchez, alias la teniente por su genio, echaba humo después de haber estado un día entero pateando la ciudad para que viniera otro a gorronear de sus méritos. Sergio López, un gran amigo, había hablado con la familia junto con sus otros compañeros. Alfonso había recopilado datos de los amigos más próximos junto al resto de su equipo. Mientras Emiliano había conversado con profesores y algunos compañeros. Días, horas eternas, trabajando para que el detective tan sólo tuviera que leer los datos asintiendo como un subnormal.
-Tengo datos sobre Samuel.-Dijo con su voz grabe.-Es un recorrido que normalmente hacía en sus paseos.-Comentó.-Algún que otro amigo había hecho esta caminata cuando él se sentía agobiado. Por cierto el muchacho fuma y ha tenido algún problema en casa por ello. Es lo único oscuro que he visto. Veo que vosotros habéis llegado a conclusiones y ramos de investigación muy elaborados, os honra. Yo he conseguido un testigo que lo vio con un muchacho de apariencia gótica, cabellos largos hasta la cintura y bastante fornido. Es decir, el típico chico de gimnasio de aspecto de muerto viviente.-Comentó.-Lo vio una mujer de una panadería en la plaza Fuente Ovejuna.-Concluyó mostrando su libreta.
-Hablé con esa mujer y no dijo nada.-Respondió Elvira algo furiosa.
-No le mostraste tu amigo dinero.-Dijo.-A veces para que hablen debes de darles un empujón.-Se sentó en una de las sillas cercanas a nosotros.-La vida funciona así.-Comentó.
Estuvimos hasta cerca de las ocho de la tarde sacando conclusiones y tomando decisiones. El chico no aparecía y mi familia estaba aparcada a un lado. Decidí volver a casa, me tocaba, y al llegar mi hija no estaba porque había ido a dormir a casa de una amiga. Mi mujer estaba sentada en el sofá mirando la televisión sin atenderla demasiado. Me senté a su lado sin decirnos nada. Me pregunté si ella se imaginaba acabar así, sin complicidad y sin magia. La quería, la adoraba, pero sin duda eso no me llenaba y el trabajo me alejaba cada día más. Fui a tomarme una ducha y me hice un bocadillo, ella no parecía dispuesta a cocinar nada. Me acosté tras una hora ella también lo hizo. No nos habíamos dirigido ni una sola palabra. Entonces cerré los ojos y clamé al cielo que al abrirlos fuera otro día.
1 comentario:
Continuación mas inquietante, buenos detalles dan mas ganas de seguir leyendo xD que cabron.. siempre con la cosilla me dejas T_T
Si ya tiene tela el asunto el muchacho, los problemas del poli no se quedan cortos aiss.
Saludosss
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